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martes, 8 de marzo de 2022

‘Nuevos’ «clásicos» de la literatura médica

                                                                                Water Boys, Oklahoma, 1939. Foto: Russell Lee

«Aquí estamos, en nuestros asientos de primera fila de un circo sangriento, viendo todo en la televisión y en Twitter, atrapados entre la piedad infinita y un razonable egoísmo.»

Ian McEwan

Esta es la situación, visto lo visto, a la espera de la parusía y el apocalipsis (nuclear, zombi, climático, o del tipo que sea…); rodeados de la más aplastante mediocridad; hastiados del lamentable espectáculo de una bochornosa realpolitik global; aburridos del tacticismo ramplón de los líderes políticos en cartel; anestesiados con el circo mediático al servicio de los más turbios y oscuros intereses inconfesables; golpeados por las fake news y los repetidos embustes en torno a desconocidas maniobras geoestratégicas; perplejos y aturdidos por el ruido insoportable de las redes sociales…

Parece que una de las (escasas) alternativas más saludables y cargadas de razón que pueden quedarnos en estos tiempos grises consiste en refugiarse en los clásicos (‘clásicos’ de toda clase y condición, referencias, tablas de náufrago, clavos ardiendo, boyas, remedios, antídotos…). Resguardos y refugios que nos salven de la angustia, de los fantasmas, del miedo y de nosotros mismos… también en las ciencias biomédicas.

Así que, siguiendo con la idea de un post anterior de recuperar algunos artículos o trabajos originales que consideramos relevantes en el ámbito de las ciencias de la salud, que han influido de manera notable, por haber sido objeto de desarrollos y estudios posteriores, o bien siguen vigentes por ese carácter de clásicos al que nos referíamos, hemos seleccionado otros tres trabajos seminales que, cronológicamente, están relacionados con la calidad de la atención sanitaria; con los determinantes sociales de la salud y, finalmente, con el error en medicina (o lo que viene a ser lo mismo, con la seguridad del paciente).

 

El primer trabajo, Evaluating the Quality of Medical Care’, publicado por Avedis Donabedian MD (1919-2000) en 1966, introdujo por vez primera los conceptos de estructura, proceso, y resultado la “trinidad” que, en gran medida, sigue siendo el paradigma y el modelo dominante para la evaluación de la calidad de los servicios y de la atención sanitaria. La estructura describe el contexto en el que se presta la atención, incluidos los edificios e instalaciones, el personal, la financiación y los equipos. El proceso se refiere a las interacciones entre pacientes y proveedores a lo largo de la prestación de los cuidados y de la atención sanitaria. Por último, los resultados se refieren a los efectos de esa atención sanitaria en el estado de salud de pacientes y poblaciones.

Como explican Donald Berwick y Daniel Fox en un artículo publicado en 2016, para conmemorar los 50 años del ensayo de Donabedian, se trata de una obra maestra (masterpiece) en la que, con su precisión y minuciosidad típicas, abarcó todo el campo de la medición de la calidad tal y como se entendía en la época. Lejos de la visión tecnocrática que ha impregnado los sistemas de control de calidad posteriormente, Donabedian sostenía que «los sistemas… son solo mecanismos habilitadores. Es la dimensión ética de los individuos la que es esencial para el éxito de un sistema». Hacia el final de su vida, Donabedian reconoció y se preocupó por el ascenso de lo que llamó un "modelo industrial" de mejora de la calidad. En una entrevista justo antes de su muerte, declaró: «El secreto de la calidad es el amor. Tienes que amar a tu paciente, tienes que amar tu profesión, tienes que amar a tu Dios».

De una manera casi profética, en las líneas finales del artículo que reseñamos, escribió lo que podría considerarse como el mejor legado para los responsables de gestionar la calidad de la atención sanitaria: «…El énfasis debe cambiarse de la preocupación por evaluar la calidad a concentrarse en comprender el proceso de atención médica en sí».

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 La denominada «ley de cuidados inversos», enunciada por Julian Tudor Hart MD (1927-2018) en un artículo publicado en The Lancet en 1971 (The inverse care law’), establece que el acceso a la atención sanitaria o social de calidad varía de forma inversamente proporcional a su necesidad en la población atendida.

Se trata de una ley que ha sido empíricamente constatada para cualquier política pública y revisada periódicamente ha seguido demostrando su validez.

En 2002, a los treinta años de su enunciado, otro artículo de la misma revista (The inverse care law today’) recordaba su vigencia: 


«‎Cuando Julian Tudor Hart describió la ley de cuidados inversos en 1971, se preocupó principalmente por los efectos de las fuerzas del mercado en la atención médica. ‎Entonces se invocaba al sector privado para proporcionar soluciones a los problemas en la prestación de servicios de salud, pero, como dijo Hart, "ningún mercado cambiará la inversión corporativa de donde es más rentable a donde más se necesita". En este sentido, la ley de cuidados inversos sigue siendo cierta, ya que en cada sociedad donde las fuerzas del mercado determinan quién obtiene qué en la atención médica, las desigualdades son una característica importante del sistema. Sin embargo, el hecho de que la ley de atención inversa siga siendo cierta en el Servicio Nacional de Salud británico (NHS), donde las barreras financieras a la atención se han eliminado en gran medida, significa que otros procesos están funcionando. El documento original ya no es suficiente para describir y explicar este problema.‎»

También hace ahora justamente un año, en febrero de 2021, (a los cincuenta (!!) de la publicación del artículo original), The Lancet publicó un número de la revista en el que volvía de nuevo sobre ello, incluyendo varios artículos relacionados sobre el tema y una breve y entrañable semblanza del doctor Tudor Hart: ‘50 years of the inverse care law’:


«…dejar que las fuerzas del mercado dicten la atención médica sigue siendo un importante factor que contribuye a la inequidad: a la atención médica privada solo pueden acceder aquellos que pueden pagar. En muchos países, la atención social y los cuidados de larga duración también son proporcionadas por proveedores privados. Con poblaciones que viven más tiempo y con más enfermedades crónicas, son las familias, en lugar del estado, las que asumen gran parte del coste de los cuidados de larga duración. La financiación pública para estos cuidados se evalúa más por los medios (en función de los ingresos y la riqueza) que por las necesidades. Sin embargo, el hecho de que la ley de cuidados inversos siga operando incluso con sistemas de atención de salud universales integrados, sugiere que hay otras causas importantes.»

«¿Cuál ha de ser la reflexión sobre la ley de cuidados inversos 50 años después? Aunque la atención médica está ampliamente respaldada como un derecho humano básico, los sistemas que la proporcionan encarnan inequitativamente el capitalismo en su peor momento, donde son los ricos quienes se benefician, dejando atrás a los más necesitados.» (…)

«Pero se necesitará algo más que iniciativas de abajo hacia arriba para contrarrestar la ley de cuidados inversos. Es probable que el crecimiento del gasto en salud como proporción del gasto total del gobierno continúe aumentando, y con ello, la demanda de atención continuará tensionando la voluntad de la sociedad de financiar los servicios a través del aumento de los impuestos.» (…)

«…la vida en la era del Antropoceno, con las amenazas del cambio climático y la erosión de la biodiversidad que socavan la salud planetaria, requiere políticas para proteger los sistemas de atención sanitaria de futuros ‘shocks’. Para ello, los sistemas de salud deben diseñarse para contrarrestar la inequidad, no para perpetuarla aún más. Esta realidad, captada por la ley de cuidados inversos de Tudor Hart, debería estar en el primer plano de las decisiones políticas y gubernamentales al reevaluar la prestación de atención sanitaria para las generaciones futuras. Situar la ley de cuidados inversos como una advertencia podría garantizar avances en la equidad en salud y justicia social en los próximos 50 años.»

La trascendencia, vigencia e importancia del artículo de Tudor Hart ha sido nuevamente puesta de manifiesto en una reciente publicación de The Health Foundation aparecida en el Reino Unido en enero de 2022: ‘Tackling the inverse care law’. ‘Analysis of policies to improve general practice in deprived areas since 1990’.

Algunos de los “puntos clave” que destaca este Informe son los siguientes:

La práctica asistencial de los médicos de cabecera (GP’s) en las áreas más desfavorecidas de Inglaterra está relativamente mal financiada, mal tratada y su desempeño es peor en diversos indicadores de calidad, en comparación con la práctica en áreas más ricas.

El documento revisa los intentos de abordar las desigualdades en la oferta de servicios de medicina general (atención primaria) en Inglaterra durante los últimos 30 años. El informe analiza las políticas sobre financiación de la práctica generalista, personal, locales y equipamiento, contratos y puesta en servicio.

El desarrollo de las políticas no ha sido lineal. A fines de la década de 1990 y la de 2000, los gobiernos laboristas introdujeron diversas políticas para tratar de mejorar la práctica general en áreas desfavorecidas, como parte de una estrategia más amplia para reducir las desigualdades en salud. La evidencia sobre su efecto es limitada, pero estas políticas probablemente contribuyeron a una distribución más equitativa de los médicos de cabecera. Sin embargo, los esfuerzos para abordar la ley de cuidados inversos desde 2010 han sido más limitados. En general, puede decirse que el resultado de las políticas para reducir las desigualdades en la prestación de servicios de atención primaria en los últimos 30 años, no han sido suficientes para superarlas.

La práctica generalista en Inglaterra está bajo una gran tensión. El número de consultas de los médicos de cabecera ahora es más alto que antes de la pandemia, pero el número de médicos de cabecera permanentes y totalmente cualificados ha disminuido desde 2015. Las políticas actuales sobre la práctica de atención primaria corren el riesgo de ampliar las desigualdades existentes.

Abordar la ley de cuidados inversos en la práctica generalista se alinea con la agenda de "nivelación" del gobierno y debe convertirse en un objetivo central de la política nacional.

(En un post anterior de Regimen Sanitatis 2.0: «Mutilar el alma colectiva»).

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La aparición en noviembre de 1999 del Informe To Err is Human: Building a Safer Health System por el Institute of Medicine (IOM) de los EEUU supuso un aldabonazo y una llamada de atención sobre un aspecto que hasta entonces había sido casi soslayado, escasamente debatido, y al que se había venido prestando poca atención: la seguridad de los procedimientos médicos y los errores derivados de la asistencia sanitaria, sus costes y consecuencias sobre la seguridad del paciente.

Apenas cinco años antes, uno de sus autores, el profesor Lucian L. Leape, especialista en cirugía pediátrica, había publicado en la revista JAMA uno de estos artículos emblemáticos que en este caso puede considerarse como el origen de toda una disciplina: la seguridad del paciente. En ese artículo ya clásico, Error in Medicine’ realizaba un llamamiento para aplicar la teoría de sistemas a fin de prevenir los errores en la atención sanitaria. En 1997, compareció ante un subcomité del Senado de los Estados Unidos con sus recomendaciones para mejorar la seguridad de la atención sanitaria.

El informe del IOM, que afirmaba que un 2-4% de todas las muertes en Estados Unidos eran causadas por errores médicos evitables, (la séptima causa de muerte, lo que suponía entre 44.000 a 98.000 personas), fue determinante para promover, impulsar y desarrollar políticas y actuaciones en materia de calidad asistencial y seguridad del paciente de manera global, habiendo sido objeto de distintas resoluciones de la WHO-OMS para su aplicación a nivel mundial

 Con su trabajo original y a partir del informe del IOM, Lucian L. Leape consiguió situar el foco de interés sobre este grave problema, para lograr una mayor concienciación y sensibilización sobre el mismo. Hoy día, siguiendo el principio de “ante todo no hacer daño”, actualización del viejo aforismo «Primum non nocere», la seguridad del paciente se ha constituido en una de las dimensiones esenciales y características fundamentales de la calidad asistencial…

(En un post anterior de Regimen Sanitatis 2.0: «To err is human» (IOM), 15 años después…). 

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sábado, 8 de enero de 2022

Sobre el futuro de la profesión enfermera (2020 - 2030)

                 Health Week. Instructive Visiting Nurse Society exhibit. Washington, D.C., 1924. Foto: SHORPY

Pocos meses después de finalizar el Año Internacional de las Enfermeras y Matronas 2020 y tras la promoción en España de la campaña Nursing Now (la iniciativa del Consejo Internacional de Enfermeras y la OMS con el objetivo de que las enfermeras ocupen el lugar que les corresponde en los puestos de gestión y decisión política e institucional), en mayo de 2021 vio la luz un relevante Informe de la Academia Nacional de Medicina de EEUU sobre el futuro de la profesión enfermera: The Future of Nursing 2020-2030: Charting a Path to Achieve Health Equity.

Hasta donde yo sé, y como ha ocurrido con tantas otras cosas, (tal vez debido a ese maldito entorno BANI -antes VUCA- en que nos ha situado la peste pandémica de la COVID-19), la publicación del informe ha pasado bastante inadvertida en estos tiempos oscuros de coronavirus, cisnes negros y rinocerontes grises, según la terminología de Michele M.Wuzker. Ningún directivo o responsable profesional enfermero se hizo eco del mismo ni la prensa especializada del sector dio noticia alguna de ello.

Bien es verdad que desde hace ya demasiados años (décadas en realidad) la representación institucional de la profesión enfermera en nuestro país no pasa por sus mejores momentos, por decirlo de una forma suave, y ha estado dedicada a otros menesteres. Al frente del Consejo General de la Enfermería se encuentra -aún, de manera bastante incomprensible- un siniestro y mediocre personaje que a través de distintos tinglados cobra al parecer cinco sueldos, contrata irregularmente a sus familiares y se dedica a hacer negocios a costa de las más de 300.000 enfermeras colegiadas en España, cuya cuota es incluso superior a la que pagan los médicos a sus respectivos colegios profesionales. En realidad, más allá del insoportable sainete protagonizado por los máximos dirigentes de la institución, se trata de un auténtico esperpento en el que se entremezclan delirios inmobiliarios, oscuras historias de megalomanía, nepotismo, corruptelas varias y presuntos delitos de apropiación indebida, administración desleal y falsedad continuada que vienen siendo investigados desde tiempo atrás, aunque según parece, es una  madeja bastante complicada que no resulta fácil de desenredar.

Pero volvamos a este interesante Informe, elaborado por el Comité sobre el Futuro de la Enfermería 2020-2030 y patrocinado por la Fundación Robert Wood Johnson:

A pesar de las enormes diferencias existentes con los Estados Unidos en lo que se refiere a la estructura del ‘sistema de atención y provisión sanitaria’ (no lo es, en realidad), a la práctica profesional, entorno laboral, contexto social, económico y cultural, etc. con escasas similitudes con los sistemas sanitarios europeos, existen algunas referencias y cuestiones análogas respecto a formación, especialización, condiciones de trabajo, etc. que pudieran ser de aplicación en nuestro ámbito, lo que aconseja conocer la situación y las condiciones en que se halla la profesión enfermera en aquel país.

Según el Informe, en los próximos 10 años la profesión enfermera necesitará un incremento sustancial en el número de profesionales, con una mayor diversificación, y preparación para prestar atención en diferentes entornos sanitarios, para enfrentarse a los efectos duraderos de la COVID-19, para romper con el racismo estructural existente y las causas fundamentales de la mala salud, y para responder a futuras emergencias de salud pública.

Con el fin de mejorar y ampliar el acceso a la atención sanitaria durante la pandemia de COVID-19, muchos estados relajaron o eliminaron algunas de las restricciones sobre el alcance y tipo de atención que las enfermeras pueden prestar de acuerdo a su titulación. El Informe sostiene que en 2022 todos los cambios llevados a cabo en las políticas estatales y federales en respuesta a la pandemia de COVID-19, que autorizaron y permitieron ampliar las capacidades de la práctica profesional de las enfermeras, deberían hacerse permanentes, junto con la posibilidad de teleasistencia, la cobertura de las pólizas de seguros sanitarios y el pago igualitario por los servicios prestados por las enfermeras. Los gobiernos locales, estatales y federales también deberían priorizar la financiación y el despliegue de un mayor número de enfermeras escolares y de salud pública (recordemos la inexistencia de una red de atención primaria).

Las enfermeras representan el colectivo más numeroso del personal de atención a la salud de los Estados Unidos, con casi 4 millones de profesionales en todo el país. Durante la próxima década, las enfermeras se enfrentarán a muchas demandas: cuidar a una población más envejecida, responder a un aumento en los problemas de salud mental, investigar y ayudar a dar forma a la política de atención sanitaria. Para conseguir suficientes profesionales que den respuesta a estas necesidades, Estados Unidos necesita un incrementar sustancialmente el número, cualificación, tipo y distribución de las enfermeras en todas las áreas geográficas, especialidades y entornos de atención, según el Informe. Existe una necesidad particular de enfermeras que posean títulos de licenciatura (o grado) y de doctorado, así como enfermeras en especialidades con escasez significativa, incluidas la salud pública y comunitaria, salud mental, atención primaria, cuidados de larga duración, geriatría, salud escolar y salud maternoinfantil.

Con una autorización plena para la práctica clínica, (permitida actualmente en 23 estados), las enfermeras pueden recetar medicamentos, diagnosticar pacientes (!) y administrar tratamientos sin la presencia de un médico. En estos estados, la calidad de la atención ha mejorado y también lo ha hecho el acceso a la atención primaria, sobre todo a medida que Estados Unidos hace frente a la pandemia en curso y a la escasez de médicos existente. Si bien ha habido un progreso considerable en la autorización del alcance que regula la práctica asistencial, 27 estados aún no permiten una práctica asistencial completa a las enfermeras practicantes (nurse practitioners). El Informe apoya que las autoridades federales puedan reemplazar las leyes estatales más restrictivas, incluidas las referidas al alcance de la práctica asistencial.

En este sentido, Mary Wakefield, profesora visitante en la Universidad de Georgetown y en la Universidad de Texas en Austin, y copresidenta del Comité que redactó el Informe, afirmó: «Este es un momento de transformación para el campo de la enfermería. Si bien la pandemia ha cambiado casi todos los aspectos de la atención sanitaria, los impactos en la enfermería pueden ser los más profundos, ya que la demanda de sus habilidades está en su punto más alto.»

«Quienes elaboran las políticas sanitarias y los líderes del sistema de salud deben aprovechar este momento para fortalecer la educación y capacitación de las enfermeras, integrar la equidad en salud en la práctica de enfermería y proteger su bienestar físico, emocional y mental, para que puedan prestar la mejor atención posible.»

Las enfermeras ya desempeñan un papel importante en el abordaje y tratamiento de las necesidades sociales y de los determinantes sociales de la salud, es decir, los factores no sanitarios que influyen en los resultados en salud, incluido el acceso a la atención sanitaria, las condiciones de trabajo, el entorno físico y comunitario, la estabilidad de la vivienda y el transporte. Los gobiernos y administraciones públicas, las organizaciones de atención médica y de salud pública y los financiadores deben garantizar que las enfermeras tengan los recursos y el apoyo necesario para abordar los determinantes sociales de la salud de una manera más integral, y que los modelos de pago reconozcan el valor de esos servicios y ofrezcan un reembolso adecuado, dice el Informe. Además, para finales de 2021, todas las organizaciones nacionales de enfermería, lideradas por el Tri-Council for Nursing  (una alianza entre la American Association of Colleges of Nursing, American Nurses Association, American Organization for Nursing Leadership, National Council of State Boards of Nursing, y National League for Nursing) y el Consejo de Organizaciones de Enfermería de Salud Pública, deberían haber comenzado a desarrollar una agenda compartida para abordar los determinantes sociales de la salud y lograr la equidad en salud.

«A menudo, las enfermeras son las primeras en verificar si los pacientes tienen suficiente para comer, si pueden pagar sus medicamentos, si necesitan ayuda para vivienda y si tienen acceso adecuado a Internet para las consultas por teleasistencia. Cuando se invierte en enfermeras, más personas y comunidades tendrán la oportunidad de vivir sus vidas de manera más saludable», explica David Williams, también copresidente del Comité, profesor de salud pública y presidente del departamento de ciencias sociales y del comportamiento de la Escuela de Salud Pública de Harvard y profesor del departamento de estudios africanos y afroamericanos de la Universidad de Harvard. Y añade: "Las enfermeras interactúan con todas las facetas de la sociedad, desde la atención sanitaria hasta la educación, la salud pública y todos los niveles del gobierno y de la Administración. Tienen un papel crucial para trazar el curso de nuestro país para una buena salud y bienestar para todos".

El Informe identifica una serie de prioridades para satisfacer las necesidades de la población estadounidense y la profesión de enfermería para la próxima década (algunas de las cuales -como queda dicho- podrían ser también aquí de aplicación):

Fortalecimiento de la formación de la enfermería: Las futuras enfermeras deben estar listas para abordar los determinantes sociales de la salud y promover la equidad en salud, independientemente de su nivel de formación y su entorno de trabajo. Históricamente, los programas de educación de enfermería han enfatizado la capacitación para la atención hospitalaria, en lugar de los entornos comunitarios, escuelas, lugares de trabajo y atención sanitaria en los domicilios. Las escuelas de enfermería deben incrementar los cursos y las experiencias de aprendizaje en estos entornos comunitarios, en la atención primaria y en centros de salud cualificados federalmente, las clínicas de salud rurales y los centros de salud indígena (Indian Health Service sites). La educación en enfermería también debe preparar a los estudiantes para adaptarse a las nuevas tecnologías, particularmente la telesalud y las aplicaciones del big data. 

Promover la diversidad, la inclusión y la equidad en la educación de enfermería y en la formación continuada de los profesionales: Actualmente, los profesores de los programas de enfermería son abrumadoramente mujeres blancas. Los estudiantes y profesores de enfermería no solo deben reflejar la diversidad de la población de los Estados Unidos, sino que también deben ayudar a desmontar el racismo estructural que prevalece en la educación y en la formación continuada. Las escuelas de enfermería deben mejorar el reclutamiento, la contratación y el avance de profesorado diverso y con experiencia en determinantes sociales de la salud; apoyar a los líderes de enfermería en tutorizar y patrocinar enfermeras de comunidades subrepresentadas; identificar a estudiantes que pueden necesitar ayuda financiera al principio del proceso de reclutamiento y admisión. Los programas de educación en enfermería también deben extender el aprendizaje a distancia y establecer asociaciones con colegios comunitarios.

Invertir en enfermeras escolares y de salud pública: Para algunos estudiantes, una enfermera escolar puede ser el único profesional de la salud que vean regularmente. Sin embargo, alrededor del 25 por ciento de las escuelas no emplean a enfermeras escolares, y la enfermería escolar sigue contando con fondos insuficientes, especialmente en las escuelas que atienden a niños de hogares de bajos ingresos. El Informe sostiene que los gobiernos locales y estatales deberían asignar más fondos en general para la enfermería escolar, o identificar otras fuentes de ingresos para ello.

Proteger la salud y el bienestar de las enfermeras: Según el Informe, la COVID-19 y los incidentes de odio y discriminación, particularmente contra enfermeras de ascendencia asiática, intensificaron aún más el agotamiento de las enfermeras y les hicieron sentirse desprotegidas. Las empresas empleadoras deben priorizar la mejora del bienestar de las enfermeras, responsabilizándose del liderazgo para llevar a cabo los cambios necesarios en la cultura corporativa, el entorno y las políticas del lugar de trabajo. [En resumen, “cuidar a los que cuidan”]. De hecho, en la medida en que se espera que más enfermeras aborden los problemas de salud y justicia social, tendrán que asumir un trabajo más exigente emocionalmente, y los empleadores deben proporcionar espacio y apoyo adecuados. Además, las enfermeras de los grupos subrepresentados informan de que deben hacer frente a un “impuesto a la diversidad”, ya que se les pide que participen en comités de diversidad e inclusión y colaboren en otras actividades que no están compensadas ni reconocidas ni remuneradas. Estas demandas pueden llevar al agotamiento y la frustración. Las iniciativas sobre equidad y antirracismo no deben tratarse como separadas de las actividades y responsabilidades cotidianas, sino integradas en todos los aspectos de la enfermería.

Preparación de enfermeras para desastres y respuesta a emergencias de salud pública: Las enfermeras han respondido de manera fehaciente y segura ante cualquier emergencia de salud pública, incluida la actual pandemia de COVID-19, desastres climáticos o las consecuencias de la violencia armada. Sin embargo, se necesitan reformas fundamentales en la educación, la práctica y la política de enfermería para que las enfermeras puedan proteger y cuidar mejor a las poblaciones en recuperación. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) deberían financiar un ‘Centro Nacional de Enfermería de Desastres y Respuesta a Emergencias de Salud Pública’, junto con centros regionales, para proporcionar formación y educación específica, capacitación y desarrollo profesional relevante. Los exámenes de grado también deben ampliar sus contenidos para cubrir las responsabilidades de las enfermeras en la respuesta a desastres y emergencias de salud pública.

Aumentar el número de enfermeras formadas con doctorado: Son necesarias más enfermeras preparadas y con doctorado para realizar investigaciones y trabajar como profesoras para educar y formar a la próxima generación de enfermeras. Además, tener más enfermeras preparadas a nivel de doctorado que se centren en la conexión entre los determinantes sociales de la salud, las desigualdades en salud y la equidad en salud ayudará a construir una base de conocimientos para que otras enfermeras lo lleven a la práctica.

A raíz del Informe Víctor Dzau, presidente de la Academia Nacional de Medicina, declaró: «Confío en que la comunidad enfermera y otros importantes agentes y grupo de interés utilizarán las recomendaciones del mismo para liberar el poder de las enfermeras y marcar el comienzo de una nueva era de equidad y bienestar en salud.»

Y concluyó: «Las enfermeras son poderosas en número y en voz, y el mundo necesita, más que nunca, su firmeza y dedicación. La pandemia nos ha enseñado que las organizaciones de atención sanitaria serán más fuertes cuando los conocimientos, habilidades y la contribución de las enfermeras sean valorados y apreciados, y cuando las enfermeras reciban las herramientas, los recursos y el apoyo institucional para hacer su trabajo de la mejor manera posible…»

Veremos...

martes, 30 de noviembre de 2021

Sobre el concepto de «Policía médica»

Foto: Ecce HomoEvelyn Bencicova

Apenas si somos conscientes de lo que tenemos encima. Por no saber, ni sabemos bien desde dónde venimos ni hacia dónde nos dirigimos (bueno, esto sí: hacia la inevitable extinción tras el Antropoceno).

Seguimos inmersos en estos extraños tiempos de pandemia en los que se reclaman extraordinarias medidas coercitivas supuestamente para hacer frente a los contagios de la moderna peste del coronavirus; en los que –inevitablemente– siguen apareciendo mutaciones y variantes del virus SARS-CoV-2 y se propone la vacunación obligatoria de los réprobos que se niegan a hacerlo, estigmatizando y atribuyendo (sin justificación alguna) a los no vacunados los peores males; tiempos grises en los que magistrados con ínfulas epidemiológicas (y sorprendentes conocimientos clínicos sobrevenidos) adoptan esperpénticas resoluciones judiciales, (por no hablar ya de las extemporáneas sentencias de un más que desprestigiado Tribunal Constitucional que anulan los estados de alarma); tiempos oscuros en los que continuamente siguen apareciendo chamanes y expertos televisivos de mesa camilla que propugnan las soluciones más inverosímiles y extravagantes sin ningún fundamento, como en una nueva versión actualizada de El retorno de los brujos.

Históricamente las enfermedades infectocontagiosas se han presentado con frecuencia como un fenómeno natural, y las medidas adoptadas frente a ellas como una simple intervención científica, sin supuestos o connotaciones políticas e ideológicas. Lo cierto, sin embargo, es todo lo contrario. Ya en el año 2000 Malcolm Gladwell en The Tipping Pointescribía lo siguiente: «La epidemia de sida es, fundamentalmente un fenómeno social, es decir, se extiende más por las estructuras sociales y la pobreza y los prejuicios y la personalidad misma de la comunidad, de modo que para su transmisión es menos importante la biología que la sociología».

La actual pandemia de COVID-19 es al menos un fenómeno tan social como biológico o natural, y su abordaje no escapa en modo alguno a las representaciones sociales vigentes, a las diversas opciones políticas o a diferentes (y con frecuencia interesadas) premisas ideológicas. De hecho, como han explicado algunos expertos, (digamos más serios), la crisis de COVID-19 no es una pandemia, es una sindemia, (de sinergia y epidemia), es decir, la suma de dos o más epidemias o brotes de enfermedades concurrentes o secuenciales en una población con interacciones biológicas, que exacerban el pronóstico y carga de la enfermedad. La naturaleza sindémica y compleja de la amenaza que enfrentamos significa que se necesita un enfoque más ‘matizado’ si de verdad queremos proteger la salud de la comunidad.

La noción de sindemia fue concebida por primera vez por el antropólogo médico estadounidense Merrill Singer en la década de 1990 y desarrollada posteriormente en su libro Introduction to syndemics: a critical systems approach to public and community health, de 2009. En un artículo publicado en 2017 en The Lancet, Singer argumentaba que un enfoque sindémico revela interacciones biológicas y sociales que son importantes para el pronóstico, el tratamiento y la política sanitaria. El modelo sindémico de salud pone el foco en el complejo biosocial, es decir en las enfermedades co-presentes o secuenciales que interactúan entre sí y en los factores sociales y ambientales que promueven y potencian los efectos negativos de la interacción de enfermedades. Este enfoque de la concepción de la salud y de la práctica clínica reconfigura la comprensión histórica convencional de las enfermedades como entidades nosológicas distintas de la naturaleza, separadas de otras enfermedades e independientes de los contextos sociales en los que se encuentran. Por el contrario, todos estos factores tienden a interactuar de manera sinérgica de diversas formas consecuentes, lo que tiene un impacto sustancial en la salud de las personas y de la población en general. Más específicamente, un enfoque sindémico examina por qué ciertas enfermedades se agrupan (es decir, múltiples enfermedades que afectan a individuos y grupos); las vías a través de las cuales interactúan biológicamente en los individuos y dentro de las poblaciones (y, por lo tanto, multiplican su carga general de morbilidad), y las formas en que los entornos sociales, especialmente las condiciones de desigualdad e injusticia social, contribuyen a la agrupación e interacción de enfermedades, así como a la vulnerabilidad. Desde este punto de vista, y como sostiene Richard Horton, editor principal de la revista The Lancet en un artículo publicado en septiembre de 2020: “no importa cuán efectivo sea un tratamiento o una vacuna, la búsqueda de una solución puramente biomédica para la COVID-19 fracasará”. Adoptar un enfoque sindémico en el abordaje de la COVID-19, añade, “invita una visión más amplia, que abarque la educación, el empleo, la vivienda, la alimentación y el medio ambiente”. El objetivo es revertir las profundas desigualdades que atraviesan a nuestras sociedades y amplían los efectos de la enfermedad.

En el actual contexto pandémico de excesos generalizados, de preocupantes y autoritarias proclamas médico-sanitarias, y de una inadecuada retórica represiva y belicista (hace pocos meses, en una entrada de su -indispensable- blog Tránsitos intrusos Juan Irigoyen llega a denominar a esta situación como La guerra imaginaria de la COVID y la militarización), tal vez sea instructivo recordar los orígenes del concepto de «policía médica». Aquí conviene recordar que todos los ideales propuestos como deseables objetivos sociales tienen siempre dos dimensiones: una emancipadora o de liberación de las amenazas -bien de la naturaleza, bien de los poderosos- y otra coactiva, de imposición disciplinaria…

Publicada en 1638, la obra Politia medica del Dr. Ludwig von Hörnigk (1600-1667), médico principal de Fráncfort, constituye una de las primeras contribuciones históricas al desarrollo del pensamiento sobre la responsabilidad del gobierno y las obligaciones del Estado sobre la salud de la comunidad.

Como explica el historiador de la medicina George Rosen en uno de los capítulos de su obra “De la policía médica a la Medicina social. Ensayos sobre la historia de la atención a la salud” (1974), se trata un trabajo notable en varios aspectos. Solo el largo título que aparece en la portada del libro, presenta ya un listado completo de su contenido, enumerando todo tipo de figuras sombrías que competían entonces con los médicos con formación universitaria:

«Policía médica o una Descripción de los Médicos, tanto de los ordinarios como de los médicos designados para los Juzgados, los municipios, Militares, Hospitalarios y médicos de la Peste, Boticarios, Farmacéuticos, Cirujanos, Oculistas, Operadores de Hernias y de cálculos; Panaderos de repostería, Comerciantes y Bañistas. También de las mujeres comisionadas para supervisar a las parteras, niñeras y enfermeras. Así como toda clase de curanderos no autorizados, fraudulentos e impúdicos, tales como viejas brujas, carteristas, adivinos de bolas de cristal, curas de aldea, ermitaños, malabaristas, profetas de la orina, judíos, médicos de becerros, vagabundos, charlatanes, correveidiles, fanáticos, pseudo-Paracelsistas, charlatanes, cazadores de ratas, encantadores, exorcistas, hechiceros, gitanos, etc. Y finalmente los pacientes o los propios enfermos. Qué tienen que hacer estos y cómo deben ser supervisados. Para uso particular y provecho de todos los Señores, Tribunales, Repúblicas y Comunidades.»

«Recopilado a partir de las Sagradas Escrituras, el derecho canónico y secular, las ordenanzas policiales y muchas obras confiables por el Dr. Ludwig von Hörnigk».

Como se deduce de este resumen, el autor se refiere a numerosos aspectos de la salud y la enfermedad que tienen implicaciones sociales. Su exposición se basa en numerosas ordenanzas y normas médicas existentes en algunas ciudades alemanas. Aunque el libro no es original en sus opiniones, se destaca que la salud es un problema de la comunidad y que corresponde a las autoridades constituidas actuar cuando sea necesario conservarla.

Pocos años más tarde, en 1655, aparece Der Teutsche Fürsten Staat un compendio de leyes civiles y normas administrativas escrito por Veit Ludwig von Seckendorff, una completa formulación de las ideas vigentes en torno a los problemas de la salud y de la vida social. Según estas, el propósito adecuado del gobierno es establecer las normas que aseguren el bienestar de la tierra y del pueblo. Un programa de gobierno debe preocuparse por mantener y supervisar a las parteras, por el cuidado de los huérfanos, la designación de médicos y cirujanos, la protección contra las plagas y otras enfermedades contagiosas, el uso excesivo de bebidas alcohólicas y de tabaco, la inspección de los alimentos y del agua, las medidas para la limpieza y drenaje de las ciudades, el mantenimiento de hospitales y la provisión de ayuda a los pobres.

La supervisión gubernamental de la salud pública fue propugnada en numerosas obras publicadas a lo largo del siglo XVII y XVIII, a partir de la premisa de que las autoridades y el gobierno están obligadas por ley natural a cuidar de la salud de sus súbditos. Un buen ejemplo es la obra de Elias Friedrich Heister, De principum cura circa sanitatem subditorum (Sobre el cuidado por el soberano de la salud de sus súbditos), publicada en 1738. Como indica el título, trata de las diversas medidas que debería tomar un príncipe para conservar la salud de su pueblo. Entre los temas considerados están la alimentación, el abuso de bebidas alcohólicas y las enfermedades contagiosas.

Igualmente, en 1753 J.G. Sonnenkalb publicó De sanitatis publicae obstaculis una disertación sobre las dificultades del mantenimiento de la salud pública, refiriéndose a las impurezas del aire, las malas condiciones de los hospitales, la falta de experiencia de las parteras, los burdeles y los fraudes y abusos en la venta de los alimentos.

El interés por la salud vista como una cuestión de política pública se desarrolló a partir del concepto de policía médica. A partir de las ideas de los filósofos políticos, los médicos adoptaron el concepto de policía y empezaron a aplicarlo a los problemas médicos y de la salud. Todo monarca necesita de súbditos sanos capaces de cumplir con sus obligaciones en la paz y en la guerra y por esta razón el Estado debe cuidar de la salud de su pueblo. El médico está entonces obligado no solo a tratar a los enfermos, sino también a supervisar la salud de la población. Esta labor se ve obstaculizada en buena medida por las nefastas y detestables actividades de charlatanes y curanderos. Para poder tener un personal médico competente era pues necesario, promulgar reglamentos de policía médica que regulen la educación médica, supervise las farmacias y los hospitales, evite las epidemias, combata a los curanderos y eduque a la población.

Estas ideas ganaron popularidad rápidamente, de manera que la policía médica como concepto se refiere, sobre todo, a las teorías, políticas y aplicaciones originadas en los fundamentos políticos y sociales del llamado cameralismo (el Estado absolutista y mercantilista alemán de los siglos XVII y XVIII) para ser aplicadas al ámbito de la salud y del bienestar con el fin de asegurar tanto al Estado como al monarca crecientes riquezas y poder.

Con frecuencia, la mejor forma de enfrentarnos a las amenazas del pasado y saber qué nos deparará el futuro, consiste en mirar hacia el pasado. Es bien sabido que toda historia se elabora a partir de las omisiones y de las carencias, y que los hechos suelen seleccionarse de acuerdo con los intereses de quienes la escriben, de manera que las estadísticas están muchas veces al servicio de los discursos imperantes.

La aparición en 1779 del primer volumen de la monumental System einer vollständigen medicinischen Polizey (Sistema integral de policía médica), de Johann Peter Frank, (de la que se publicaron siete tomos en vida del autor y otros dos de manera póstuma), supuso un hito en la historia del pensamiento y vino a consolidar la idea de las relaciones sociales de la salud y la enfermedad. Frank, considerado como un pionero de la medicina social, le dio una base más sólida y sistemática al concepto de policía médica y su influencia se extendió hasta bien entrado el s. XIX, incorporándose como disciplina en la enseñanza de varias universidades alemanas y promulgándose leyes sanitarias con el objetivo de regular distintos aspectos relacionados con la cualificación y las obligaciones del personal médico, el control de las epidemias, la supervisión de los establecimientos de comidas, el control de la prostitución y la supervisión de los hospitales. En 1790 Frank impartió una conferencia en la escuela de medicina de la universidad de Pavía, significativamente titulada De populorum miseria: morborum generatrice (La miseria del pueblo, madre de las enfermedades).

Apoyándose en la tesis de Nietzsche (“No hay hechos sino interpretaciones de los hechos”), Foucault sostuvo que no existe una verdad absoluta, sino que existen interpretaciones múltiples de los hechos y es el poder el que crea la verdad. Es decir, ante un hecho determinado cada individuo crea su interpretación del hecho, “su” verdad, pero el poder es el que dispone de los medios para imponer su interpretación a los demás. La interpretación no acaba nunca: en el fondo no hay nada que interpretar porque en el fondo toda versión, toda interpretación es subjetiva. (Desde esta perspectiva, el poder sería entonces la capacidad de una persona o de un grupo determinado de imponer su verdad como verdad para todos).

En fin, la situación en que nos encontramos y las medidas excepcionales que se están adoptando muestran bien a las claras las turbias relaciones entre (mala) política, (mala) ciencia y capitalismo, así como la irracionalidad política y científica de algunas de las respuestas más autoritarias que se están dando a la pandemia (restricción de viajes, obligatoriedad de vacunar a determinados colectivos, imposición de pasaporte COVID-19, etc.). 

Mientras tanto, se mantienen las (intolerables) condiciones de temporalidad y precariedad de muchos profesionales sanitarios contratados provisionalmente (y que ya han sido despedidos o lo serán en los próximos días), continúan las limitaciones presupuestarias y los recortes en otros ámbitos asistenciales como la Atención Primaria con una situación insostenible desde hace años, se multiplican los tiempos de espera para recibir atención sanitaria y los seguros de salud privados alcanzan cifras record de contratación.

A estas alturas, reducir y limitar el daño causado por el SARS-CoV-2 exigirá prestar mucha más atención a las enfermedades crónicas no transmisibles y a la desigualdad socioeconómica de lo que se ha hecho hasta ahora. A corto plazo es necesario recuperar la confianza de la ciudadanía y mejorar las condiciones asistenciales, reducir drásticamente las listas de espera y dotar al sistema de más y mejores recursos, equipamiento y profesionales suficientes, bien formados, valorados y remunerados. A más largo plazo, serán precisos cambios profundos de la cultura organizativa del SNS y una transformación del paradigma de atención actual hacia otro de cuidados, más salutogénico, preventivo, poblacional, predictivo, proactivo y personalizado. Implicará una reingeniería de los procesos de atención, el desarrollo de nuevas capacidades y prestaciones, con un impulso claro a la atención integral, integrada e integradora, cada vez más apoyada en las tecnologías de la informmación. Esta transformación debe considerar, en todo caso, la gestión de la atención a la cronicidad y el enorme impacto que hoy tiene la complejidad, la coordinación con los servicios sociales, la orientación de las intervenciones en función de los resultados en salud, la mejora de la experiencia del paciente y la sostenibilidad del sistema, así como la participación activa, tanto de profesionales como de la ciudadanía.

Nada menos…

martes, 28 de enero de 2014

El Alcalde salubrista

Portada de la revista New Yorker de 18 nov 2013 despidiendo al Alcalde Michael Bloomberg

“[Salubristas] Los que emprenden grandes obras de actividad pública, los que tienen que estar a prueba de las dilaciones más fatigosas, las desilusiones más penosas, los insultos más ofensivos, y lo que es peor aún, los juicios presuntuosos de los ignorantes.”         

Una entrada de Miguel Ángel Mañez [@manyez] en su blog Salud con cosas sobre el papel de los impuestos en la lucha contra la obesidad, me recordó la figura del ex-alcalde de Nueva York Michael Bloomberg y el papel de celoso guardián de la salud pública que ejerció a lo largo de sus tres mandatos (entre 2002 y 2013). Una figura pintoresca, políticamente controvertida e independiente, que mantuvo la firmeza de sus convicciones y alguno de sus polémicos proyectos contra viento y marea.

La última de sus batallas en su lucha contra la obesidad fue el intento (fracasado) de prohibir la venta de los desmesurados envases de refrescos y bebidas azucaradas:



Un artículo publicado hace unos meses en el JAMA (Dave A. Chokshi, Nicholas W. Stine, Reconsidering the Politics of Public Health. September 11, 2013, Vol 310, Nº 10) se refería precisamente al papel de la Administración y del Estado en la Salud Pública. Una vez más la reedición del clásico y viejo debate entre el intervencionismo y el liberalismo (o, como hubiera dicho el propio Stuart Mill, el enfrentamiento entre libertad social y autonomía del individuo contra la tiranía de la mayoría).

Los autores sostienen que uno de los dilemas centrales en salud pública es precisamente (intentar) reconciliar el papel del individuo con el papel del gobierno en la promoción de la salud. Por un lado, el enfoque de las políticas gubernamentales —mediante tasas, impuestos, prohibiciones y otros reglamentos— puede verse como un ejemplo emblemático de la injerencia de un "Estado niñera" (nanny state). Desde este punto de vista, las regulaciones de la salud pública son parte de una ‘pendiente resbaladiza’ hacia la creciente intromisión del gobierno en la libertad individual. Desde otro punto de vista, las políticas reguladoras o intervencionistas pueden considerarse como un instrumento fundamental de un “Estado inteligente” (savvy state) para combatir las condiciones que subyacen a la (casi) ‘inexorable’ epidemia de enfermedades crónicas. Los defensores de las regulaciones en salud pública citan la asociación entre un agresivo control del tabaco, la actividad física y las intervenciones sobre la nutrición, que han producido aumentos demostrables en la esperanza de vida.

Bajo el mandato del alcalde Michael Bloomberg, la ciudad de Nueva York ha servido como laboratorio para desarrollar una agresiva política de salud pública. El ejemplo más reciente de la administración Bloomberg fue la tormenta desatada con la controvertida norma que limitaba el tamaño de los envases de bebidas azucaradas para intentar luchar contra la obesidad. Sus detractores, como el denominado Center for Consumer Freedom (Centro para la Libertad del Consumidor) se oponían a dicha limitación con el lema: "los neoyorquinos necesitan a un alcalde, no una niñera". La amenaza de que los municipios adoptaran medidas similares a las de Nueva York fue suficiente para que los legisladores de Mississippi aprobaran una ley, conocida como la "Ley anti-Bloomberg", que prohibía a las autoridades locales establecer regulaciones sobre alimentos y bebidas. Mientras tanto, los partidarios de las regulaciones del gobierno tienen que luchar porque la mayoría de la gente no percibe sus ventajas al no obtener un beneficio inmediato de muchas de las intervenciones en salud pública. Y además, con frecuencia existe un pequeño pero ruidoso grupo (a veces con poderosos intereses corporativos) que se opone vigorosamente a estas regulaciones. Otra consideración sobre los activistas es que a veces existen pocas pruebas de que una intervención específica de salud pública será efectiva. Ante estos importantes retos vale la pena preguntarse cuáles son las perspectivas que se plantean a los puntos de vista más intervencionistas o reguladores en la mejora la salud pública.
 El artículo explora cinco posibles vías para avanzar:

En primer lugar, la existencia de un esfuerzo concertado para cambiar los términos del debate en torno a las políticas reguladoras (según aparece en el cuadro anterior). Las normas y reglamentos sobre la salud pública aparecen a menudo falsamente descritos como un dilema entre la responsabilidad (de los individuos) frente a la restricción (de la libertad), y raramente se presentan como una opción reguladora de las consecuencias de la inacción sobre la salud pública. La actual “epidemia” de enfermedades crónicas ha emergido en un entorno en el cual la exposición a conductas poco saludables es a menudo lo más difundido y valorado. En la medida en que este ambiente está propiciado por las políticas existentes, debe haber una mayor transparencia sobre lo que supone la decisión de salud pública de no actuar. Por ejemplo, la inexistencia de una prohibición de fumar en el lugar de trabajo sería considerada una decisión política activa que provocaría una mayor exposición de los empleados a los agentes carcinógenos y un mayor riesgo de infarto agudo de miocardio.

Además, para que los líderes de la salud pública promuevan y defiendan con mayor eficacia su discurso público, deben abordar y hacer frente en primer lugar a los argumentos sobre la (supuesta) "pendiente resbaladiza". El juez Milton Tingling, en el fallo de la Corte Suprema de Nueva York contra la limitación del tamaño de los envases de bebidas azucaradas en la ciudad de Nueva Yorkdeclaró: "aceptar la interpretación de los comparecientes sobre la autoridad otorgada a la Junta [de salud]... supone concederle autoridad para definir, crear, mandatar y obligar con la única limitación de su propia imaginación. Si se confirmara la norma que limita el tamaño de los envases de bebidas azucaradas, ello supondría crear un Leviatán administrativo". Para contrarrestar esos temores, los líderes de la salud pública podrían proponer unos principios para asegurar al público que la actuación reguladora es limitada, juiciosa, y más eficaz que otras alternativas razonables. Las alternativas que se consideraran y que tuvieran menos probabilidades de ser eficaces (por ejemplo, una campaña educativa sobre grandes refrescos) podrían describirse y enumerarse —con ejemplos específicos de las intervenciones que podrían ir "demasiado lejos" (como prohibir la venta de bebidas gaseosas grandes en supermercados). Delimitando las decisiones políticas de esta manera, el debate político puede centrarse en los desacuerdos legítimos sobre los costes y beneficios de una determinada actuación reguladora.

En segundo lugar, la salud pública -a menudo en el extremo del espectro político liberal- aboga por redescubrir el centro político y ganarse las recomendaciones de los moderados y conservadores. El exgobernador de Arkansas Mike Huckabee en su Vision for a Healthier America ("Visión para una América más saludable"), incluyó apoyar el consumo de alimentos saludables en las comunidades desfavorecidas; proporcionar incentivos para programas de bienestar patrocinados por los empresarios; y abordar la nutrición en las escuelas. Igualmente, el alcalde de Oklahoma, Mick Cornett, también republicano, diseñó una campaña sobre el lema This City Is Going on a Diet ("Esta ciudad está siguiendo una dieta"), y basó su apoyo público en inversión en infraestructura para nuevas áreas recreativas, para transporte público y ciclismo. Fuera de los Estados Unidos, países tradicionalmente más conservadores como Hungría y Rumania han experimentado con impuestos a los alimentos para promover hábitos alimenticios más saludables. Colectivamente, las intervenciones de salud pública apoyadas por los conservadores pueden representar un punto de partida de consenso para la acción política.

En tercer lugar, cabe destacar las consideraciones de rentabilidad como una forma de compromiso político, particularmente a nivel federal. Al igual que las condiciones de austeridad han cambiado los cálculos políticos sobre los impuestos a los alimentos en ciertas partes de Europa, ello podría aprovecharse en los Estados Unidos para avanzar en el debate sobre la salud pública. Las intervenciones reguladoras ofrecen una oportunidad poco frecuente de mejorar la salud a bajo coste — y a veces incluso generar retornos. Los opositores pueden, incluso razonablemente, desafiar la regulación por motivos políticos, pero las consecuencias en la salud y en los costes deberían ser sopesadas y valoradas frente a las consecuencias filosóficas, de manera transparente. Como en Europa, las políticas de reducción del déficit pueden dar lugar a coaliciones inesperadas —en particular teniendo en cuenta que los contribuyentes están pagando cada vez más por otras decisiones sobre salud a través de la ampliación de los programas de aseguramiento del gobierno.

En cuarto lugar, los financiadores privados, podrían invertir en campañas bien cuidadas para conseguir más defensores de la salud pública. Esté o no uno de acuerdo con este planteamiento, Bloomberg elevó la prioridad de la salud pública y revitalizó el discurso sobre cuál sería el papel apropiado del gobierno. Otros alcaldes y gobernadores podrían ser el foco de un deliberado y mayor esfuerzo para educar a los líderes sobre la prevención de enfermedades y la salud de la población. Las campañas deben tener en cuenta los datos de la opinión pública sobre las iniciativas de salud. Por ejemplo, un estudio demostró que la creencia en que "gente como yo" puede influir en los problemas de salud pública que el gobierno decide priorizar era un fuerte y consistente predictor de apoyo en la acción de gobierno. Por tanto, incluir el "cómo" movilizar a la opinión pública en el apoyo de las iniciativas de salud pública no es menos importante que el "qué".

En quinto lugar, los médicos pueden tener una especial responsabilidad en abordar el problema que los psicólogos y economistas llaman "descuento hiperbólico" —la tendencia humana a descontar el valor de las condiciones futuras por un factor que aumenta con la duración del retraso. Los médicos pueden dar fe de los remordimientos que ocurren en determinados momentos que resultan conmovedores, por las decisiones poco saludables adoptadas previamente —por ejemplo, el ex fumador con disnea tratando de poder jugar o seguir la corriente a los nietos— y trabajar para impedir que otros pacientes experimenten consecuencias evitables. Tal vez los médicos y otros profesionales de la salud tienen el deber especial de opinar sobre cómo la sociedad enfrenta las condiciones sociales y ambientales que conducen hacia opciones poco saludables.

El artículo concluye con algunas consideraciones sobre el liderazgo en Salud Pública, reconociendo que existe un importante y legítimo debate sobre el papel y el alcance que deben desempeñar los enfoques normativos para mejorar la salud pública, todo ello enmarcado en un debate más amplio acerca del papel del Estado y de la intervención de la Administración en la vida de los individuos. Sin embargo, llama la atención acerca de que este debate político puede derivar rápidamente hacia caricaturas y falsas disyuntivas. Los líderes que tienen como prioridad la salud pública son la excepción más que la norma, a menos que la población establezca un camino claro hacia un estado inteligente y políticamente acertado. Este camino debe responder directamente a las preocupaciones legítimas que subyacen en las críticas al “estado niñera” — al tiempo que guía y dirige el liderazgo político hacia planteamientos serios y creativos frente a la epidemia de enfermedades crónicas relacionadas con el moderno estilo de vida.

El caso del alcalde Bloomberg, como abanderado de la salud pública, es ciertamente singular ya que en este campo puso en marcha e hizo suyas otras notables iniciativas, como la lucha antitabaco y la promoción de la lactancia natural:




Sin duda una figura única cuyo particular carácter se reflejaba en sus hábitos: iba al trabajo en metro, cobraba un dólar al año y sin embargo, era poseedor de la séptima fortuna de EEUU, estimada en 27.000 millones de dólares…

Video  de la campaña contra los grandes envases de refrescos. Man Drinks Fat New York City Health Department Anti Soda NYC Health Eating sugar

viernes, 15 de noviembre de 2013

De socorristas y leñadores

Foto: Ed Yourdon, vía flick

Hace ya un cuarto de siglo, en 1988, John Ashton y Howard Seymour publicaron un pequeño libro: The New Public Health, traducido dos años más tarde como “La nueva Salud Pública. La experiencia de Liverpool”, que pretendía, a partir de una experiencia local en dicha zona, divulgar el movimiento Healthy Cities (Ciudades Saludables). Esta iniciativa, promovida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Europa desde pocos años antes, tenía como objetivo fundamental mejorar el bienestar de los ciudadanos potenciando estilos de vida saludables y un medio ambiente sostenible.

La denominada “Nueva Salud Pública” daba un paso más allá de su función tradicional de prevención de la enfermedad, desarrollando las ideas y conceptos de los Determinantes de la Salud y la actuación sobre ellos mediante la Promoción de la Salud y otras estrategias.

En el prólogo a la edición inglesa del libro los autores contaban una breve historia, a modo de fábula con moraleja, que siempre me ha parecido fascinante por su capacidad metafórica y gran poder de evocación:

En el movimiento de la “nueva salud pública” –explicaban- los profesionales sanitarios aparecen frecuentemente representados como socorristas que están a la orilla de un río que discurre muy rápido. Continuamente aparecen personas que vienen arrastradas por la corriente y que piden auxilio para no perecer ahogadas. Todos los socorristas están muy ocupados en las tareas de rescate, salvando la vida a “sus enfermos”.

En cuanto rescatan a uno, inmediatamente aparecen otros. Tan ocupados están en esta tarea de salvar vidas, que no tienen tiempo apenas para pensar en lo que hacen, caminar un poco corriente arriba y averiguar por qué se cae tanta gente al agua.

Desde la perspectiva de la salud pública, -con un enfoque colectivo y poblacional-, se argumenta la necesidad de que los trabajadores sanitarios cambien su mentalidad y se preocupen más de pensar en lo que está ocurriendo “aguas arriba”.  Evidentemente, dependiendo del punto de vista que adopte cada uno, lo que ocurre aguas arriba puede tener varias lecturas. Algunos pensarán que es la gente la que cae (o salta) al río por sus propios errores; otros, creerán que son empujados de alguna manera; incluso habrá quien considere que todos los caminos conducen inevitablemente al río, o que los que caen son víctimas de su mala suerte, del azar o tal vez de la ira divina…

En resumen, apenas quince años después del Informe Lalonde, la “nueva” salud pública, formulaba de manera más clara, un modelo teórico que incorpora ya el papel causal de los determinantes de la salud, las ‘causas delas causas’, es decir de los factores ambientales y biológicos que subyacen y preceden a la aparición de los problemas de salud. Como señalaba Fernando García Benavides (La epidemiología “moderna” y la “nueva” salud publica. Rev San Hig Púb 1994; 68: 101-105):

“El conocimiento cada vez más detallado de estos determinantes, llamados por algunos causas componentes ha hecho que la Salud Pública no sea tan sólo un discurso cargado de razón acerca del papel causa de los factores sociales en el origen de la enfermedad, sino también un instrumento útil para mejorar la salud de los individuos.”

“Pero para la Salud Pública no es suficiente conocer los determinantes de la salud y la enfermedad. A diferencia de la epidemiología, la práctica de la Salud Pública necesita transformar los conocimientos existentes en acción. Una de las consecuencias del desarrollo reciente de la Salud Pública es que su práctica se ha hecho más compleja, hoy es necesario manejar conceptos y técnicas procedentes de ciencias de la conducta, de la educación o de la comunicación, junto con otras ciencias sociales como la sociología, la antropología o la economía.”

Siguiendo con esta línea de pensamiento, y en el contexto actual, nos ha interesado mucho un breve trabajo que Javier Padilla [ @javierpadillab ] colgaba en su blog hace un par de días en el que explica los dos principales enfoques o discursos dominantes que en la actualidad podrían encontrarse en el paisaje de la salud pública: "Influencia de la dialéctica individualismo-colectivismo en la salud pública del siglo XXI". Una lectura muy recomendable.

Para terminar, la historia de esos profesionales sanitarios tan ocupados y atareados en la orilla del río recuerda una de las tesis explicadas por el influyente gurú Stephen Covey en su libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectivaque en su día se convirtió en un auténtico best seller de la "literatura" de gestión y desarrollo personal y empresarial que se vendió por millones en quioscos de estaciones y aeropuertos. La formulación de esa tesis es la siguiente:

“Afile la sierra”

El capítulo del libro en el que Covey explica este principio comienza con la historia de un leñador que se encuentra tan inmerso en su trabajo de talar árboles que apenas si tiene tiempo para otra cosa, olvidando que dedicar unos minutos a afilar su sierra le haría ahorrar muchas horas de esfuerzo.

Aplicado tanto a las empresas y organizaciones como a nuestra vida diaria, afilar la sierra se refiere a dedicar al menos algo de tiempo a mejorar nuestras condiciones físicas e intelectuales mediante el ejercicio físico, la reflexión y el estudio…

(En todo caso, al margen de la excesiva y cargante retórica de los libros de autoayuda son unas buenas recomendaciones).

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