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viernes, 15 de noviembre de 2013

De socorristas y leñadores

Foto: Ed Yourdon, vía flick

Hace ya un cuarto de siglo, en 1988, John Ashton y Howard Seymour publicaron un pequeño libro: The New Public Health, traducido dos años más tarde como “La nueva Salud Pública. La experiencia de Liverpool”, que pretendía, a partir de una experiencia local en dicha zona, divulgar el movimiento Healthy Cities (Ciudades Saludables). Esta iniciativa, promovida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Europa desde pocos años antes, tenía como objetivo fundamental mejorar el bienestar de los ciudadanos potenciando estilos de vida saludables y un medio ambiente sostenible.

La denominada “Nueva Salud Pública” daba un paso más allá de su función tradicional de prevención de la enfermedad, desarrollando las ideas y conceptos de los Determinantes de la Salud y la actuación sobre ellos mediante la Promoción de la Salud y otras estrategias.

En el prólogo a la edición inglesa del libro los autores contaban una breve historia, a modo de fábula con moraleja, que siempre me ha parecido fascinante por su capacidad metafórica y gran poder de evocación:

En el movimiento de la “nueva salud pública” –explicaban- los profesionales sanitarios aparecen frecuentemente representados como socorristas que están a la orilla de un río que discurre muy rápido. Continuamente aparecen personas que vienen arrastradas por la corriente y que piden auxilio para no perecer ahogadas. Todos los socorristas están muy ocupados en las tareas de rescate, salvando la vida a “sus enfermos”.

En cuanto rescatan a uno, inmediatamente aparecen otros. Tan ocupados están en esta tarea de salvar vidas, que no tienen tiempo apenas para pensar en lo que hacen, caminar un poco corriente arriba y averiguar por qué se cae tanta gente al agua.

Desde la perspectiva de la salud pública, -con un enfoque colectivo y poblacional-, se argumenta la necesidad de que los trabajadores sanitarios cambien su mentalidad y se preocupen más de pensar en lo que está ocurriendo “aguas arriba”.  Evidentemente, dependiendo del punto de vista que adopte cada uno, lo que ocurre aguas arriba puede tener varias lecturas. Algunos pensarán que es la gente la que cae (o salta) al río por sus propios errores; otros, creerán que son empujados de alguna manera; incluso habrá quien considere que todos los caminos conducen inevitablemente al río, o que los que caen son víctimas de su mala suerte, del azar o tal vez de la ira divina…

En resumen, apenas quince años después del Informe Lalonde, la “nueva” salud pública, formulaba de manera más clara, un modelo teórico que incorpora ya el papel causal de los determinantes de la salud, las ‘causas delas causas’, es decir de los factores ambientales y biológicos que subyacen y preceden a la aparición de los problemas de salud. Como señalaba Fernando García Benavides (La epidemiología “moderna” y la “nueva” salud publica. Rev San Hig Púb 1994; 68: 101-105):

“El conocimiento cada vez más detallado de estos determinantes, llamados por algunos causas componentes ha hecho que la Salud Pública no sea tan sólo un discurso cargado de razón acerca del papel causa de los factores sociales en el origen de la enfermedad, sino también un instrumento útil para mejorar la salud de los individuos.”

“Pero para la Salud Pública no es suficiente conocer los determinantes de la salud y la enfermedad. A diferencia de la epidemiología, la práctica de la Salud Pública necesita transformar los conocimientos existentes en acción. Una de las consecuencias del desarrollo reciente de la Salud Pública es que su práctica se ha hecho más compleja, hoy es necesario manejar conceptos y técnicas procedentes de ciencias de la conducta, de la educación o de la comunicación, junto con otras ciencias sociales como la sociología, la antropología o la economía.”

Siguiendo con esta línea de pensamiento, y en el contexto actual, nos ha interesado mucho un breve trabajo que Javier Padilla [ @javierpadillab ] colgaba en su blog hace un par de días en el que explica los dos principales enfoques o discursos dominantes que en la actualidad podrían encontrarse en el paisaje de la salud pública: "Influencia de la dialéctica individualismo-colectivismo en la salud pública del siglo XXI". Una lectura muy recomendable.

Para terminar, la historia de esos profesionales sanitarios tan ocupados y atareados en la orilla del río recuerda una de las tesis explicadas por el influyente gurú Stephen Covey en su libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectivaque en su día se convirtió en un auténtico best seller de la "literatura" de gestión y desarrollo personal y empresarial que se vendió por millones en quioscos de estaciones y aeropuertos. La formulación de esa tesis es la siguiente:

“Afile la sierra”

El capítulo del libro en el que Covey explica este principio comienza con la historia de un leñador que se encuentra tan inmerso en su trabajo de talar árboles que apenas si tiene tiempo para otra cosa, olvidando que dedicar unos minutos a afilar su sierra le haría ahorrar muchas horas de esfuerzo.

Aplicado tanto a las empresas y organizaciones como a nuestra vida diaria, afilar la sierra se refiere a dedicar al menos algo de tiempo a mejorar nuestras condiciones físicas e intelectuales mediante el ejercicio físico, la reflexión y el estudio…

(En todo caso, al margen de la excesiva y cargante retórica de los libros de autoayuda son unas buenas recomendaciones).

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