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domingo, 27 de febrero de 2022

Tres ‘clásicos’ de la literatura médica

        Fill in the blanks, 19420. Foto: Shorpy
«En algún lugar de un libro hay una frase esperándonos para darle un sentido a la existencia.»
(Miguel de Cervantes)

Al hilo de la presentación de unos módulos del Curso de Experto Universitario en Gestión Clínica (UNED-ENS) en la sede de la facultad de Derecho, C.C. Políticas y Sociología de la UNED, me anima Miguel Ángel Máñez @manyez a seleccionar, recomendar y sugerir –en especial a clínicos o gestores, pero también con carácter general- la lectura de algunos artículos de revistas médicas que considerase de referencia o “clásicos”, en el sentido de «lo que debe tomarse como modelo por ser de calidad superior o más perfecto», aunque, como bien explica la Wikipedia, «el término ‘clásico’ se refiere a un concepto sumamente complejo por cuanto asocia aspectos históricos y aspectos abstractos y normativos (…) y no posee una determinación estable o comúnmente bien definida en términos teóricos o epistemológicos».
En un brillante ensayo de 1981 (Por qué leer los clásicos), recogido después en un magnífico libro póstumo con el mismo título, Ítalo Calvino (1923-1985) definía y explicaba las razones por las que, a su juicio, un libro puede ser considerado como un clásico y debiera ser leído:
  1. Los clásicos son los libros de los cuales por lo general se oye decir: «Estoy releyendo…» y nunca «Estoy leyendo...». Leer un gran libro por primera vez en la madurez es un placer extraordinario, diferente de (aunque no se puede decir mayor o menor que) el placer de haberlo leído en la juventud. Siendo jóvenes trae a la lectura, como a cualquier otra experiencia, un sabor particular y un sentido particular de importancia, mientras que en la madurez se aprecia (o deberían apreciarse) muchos más detalles y significados de esa misma lectura.
  2. Usamos la palabra «clásicos» para aquellos libros que son atesorados por quienes lo han leído y amado; pero ellos no son menos apreciados por aquellos que tienen la suerte de de leerlos por primera vez, en las mejores condiciones para disfrutarlos.
  3. Los clásicos son libros que ejercen una influencia particular ya sea cuando se imponen por inolvidables, ya sea cuando se esconden en los pliegues de la memoria mimetizándose con el inconsciente colectivo o individual.
  4. Toda relectura de un clásico es [tanto] una lectura [un viaje] de descubrimiento como la primera [lectura del mismo]
  5. Toda lectura de un clásico es en realidad una relectura.
  6. Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir. 
  7. Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres). Este punto está estrechamente ligado al punto 5 («cada lectura de un clásico es de hecho una relectura»). Según Calvino, las escuelas y universidades deberían ayudarnos a entender que ningún libro que habla acerca de otro libro dice más que el libro en cuestión. Hay una actitud muy generalizada de los valores por el cual la introducción, aparato crítico, y la bibliografía se utilizan en realidad como cortina de humo para ocultar lo que el texto tiene que decir.
  8. Un clásico es una obra que suscita un incesante ‘polvillo’ de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima. Un clásico no necesariamente nos enseña algo que no sabíamos antes. En un clásico, hay veces que descubrimos algo que siempre hemos conocido (o creíamos saber), pero sin saber que este autor lo dijo primero, o al menos se asocia con él de una manera especial. 
  9. Los clásicos son libros que cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad. 
  10. Se llama clásico a un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes.
  11. Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él.
  12. Un clásico es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero los otros y después lee aquél, reconoce enseguida su lugar en la genealogía. Este punto, trata de un problema importante relacionado con preguntas tales como: ¿Por qué leer los clásicos en lugar de concentrarse en los libros que nos permiten comprender nuestras propias mentes más profundamente? o, ¿dónde vamos a encontrar el tiempo y tranquilidad para leer a los clásicos, abrumados como estamos por la avalancha de los acontecimientos actuales? Sin embargo, a estas preguntas, Calvino responde con las últimas dos razones: 
  13. Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo.
  14. Es clásico lo que persiste como ruido de fondo incluso allí donde la actualidad más incompatible se impone.
Con todo, hay que añadir que, en ese mismo ensayo, Calvino también insiste en que no habría que sentirse obligado a leer una lista de libros «imprescindibles»: «Si no salta la chispa, no hay nada que hacer: no se leen los clásicos por deber o por respeto, sino sólo por amor»

Sobre las revistas científicas cabe decir que, en general, se trata de publicaciones periódicas que intentan recoger el progreso de la ciencia, incluyendo, entre otras cosas, informes sobre las nuevas investigaciones.

Como es sabido, las revistas científicas de prestigio y/o reconocidas son revisadas por pares dentro de la comunidad científica, en un intento de asegurar un máximo de estándares de calidad, así como validez científica; con ello, la revista científica alcanza un alto nivel de fiabilidad (y credibilidad). Los artículos publicados en cada edición representan lo más actual en la investigación en el campo que cubre la revista. La primera revista científica de la que se tiene constancia es la francesa Le Journal des sçavans de 1665, seguida poco después, el mismo año, por la británica Philosophical Transactions of the Royal Society, que todavía continúa publicándose.

 En general las revistas médicas se clasifican en función de su factor de impacto (número de veces que sus artículos han sido citados en un año) y su proceso de revisión por pares. Lógicamente, las revistas con un factor de impacto elevado son más influyentes en un área general o específica de la medicina.

De acuerdo con ello, las revistas médicas generalistas más importantes y prestigiosas (se les ha llamado “las cinco grandes”) serían las siguientes:

·     New England Journal of Medicine (NEJM)

Es la revista médica más antigua. Fundada en 1812 por John Collins Warren MD. Tiene un factor de impacto (2020) de 74,699 y unos 600.000 lectores por semana. Tasa de aceptación de originales: 5% 

·     The Lancet 

Fundada en 1823 por el cirujano inglés Tomas Wakley. Tiene un factor de impacto (2020) de 60,392. Más de 84 millones de visitas anuales en TheLancet.com y 141 millones de artículos descargados en The Lancet.com y ScienceDirectTasa de aceptación de originales: 5%.

·    Journal of the American Medical Association (JAMA)

Fundada en 1883, es la revista médica con mayor difusión del mundo. Tiene un factor de impacto (2020) de 51,273 y unos 277.000 lectores por semana. Tasa de aceptación de originales: 10%

·     The BMJ (British Medical Journal)

Fundada en 1840, tiene un factor de impacto de 30,223 y una tasa de aceptación de originales del 7%

·     Annals Of Internal Medicine

Fundada en 1927, se publica con una periodicidad quincenal. Tiene un factor de impacto (2020) de 25,391. Cuenta con más de 59.000 lectores semanales y una tasa de aceptación de originales de 6-8%                                                                                                                                                                                                                                                              
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Aunque nunca es fácil hacer una selección, recomendaré tres artículos de este tipo que hemos denominado clásicos (más aun, yo diría que de lectura imprescindible), aparecidos en tres de estas revistas:

El primero de ellos, un artículo del Dr. Francis W. Peabody The care of the patient, (“El cuidado del paciente”), escrito a partir de una charla impartida a los estudiantes de la Harvard Medical School en octubre de 1926, fue publicado en la revista JAMA en marzo de 1927. Se ha dicho que es el artículo médico más citado y reproducido de toda la literatura médica. Casi 100 años después de su publicación, la descripción de la despersonalización de los pacientes en el entorno hospitalario, sigue estando plenamente vigente:

«Los hospitales, al igual que otras instituciones fundadas con los ideales humanos más elevados, tienden a deteriorarse hasta convertirse en máquinas deshumanizadas, e incluso el médico que más se preocupa por el bienestar del paciente descubre que la presión del trabajo lo obliga a prestar la mayor parte de su atención a los enfermos y enfermos críticos, a aquellos cuyas enfermedades son una amenaza para la salud pública. En tales casos, primero debe tratar la enfermedad específica, y luego queda poco tiempo para cultivar más que un contacto personal superficial con los pacientes. Además, las circunstancias en que el médico atiende al paciente no son del todo favorables al establecimiento de la íntima relación personal (…), porque una de las características sobresalientes de la hospitalización es que saca completamente al paciente de su entorno habitual.» (…)

«Cuando un paciente ingresa en un hospital, una de las primeras cosas que comúnmente le sucede es que pierde su identidad personal. Generalmente se le conoce, no como Henry Jones, sino como "ese caso de estenosis mitral en la segunda cama de la izquierda". Hay muchas razones por las que esto es así, y el punto es, en sí mismo, relativamente poco importante; pero el problema es que conduce, más o menos directamente, a que el paciente sea tratado como un caso de estenosis mitral, y no como un enfermo. La enfermedad se trata, pero Henry Jones, que pasa noches en vela mientras se preocupa por su esposa e hijos, representa un problema mucho más complejo que la fisiopatología de la estenosis mitral. y es probable que mejore muy lentamente a menos que un residente perspicaz descubra por qué incluso grandes dosis de digitálicos no logran disminuir su ritmo cardíaco. Henry tiene una enfermedad cardíaca, pero no está tan preocupado por la disnea como por la ansiedad por el futuro, y una conversación con un médico comprensivo que trata de aclararle la situación y luego hace que el trabajador social lo atienda para encontrarle una ocupación adecuada, hace más para recuperarlo que un libro lleno de drogas y dietas.»

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Hace ahora cuarenta años, en marzo de 1982, el doctor Eric Cassel, publicó también en The New England Journal of Medicine otro de estos artículos emblemáticos con el título The nature of suffering and the goals of medicine (“La naturaleza del sufrimiento y los objetivos de la medicina”). Transmite (ver aquí traducido) un mensaje capital: los que sufren no son los cuerpos, son las personas, al tiempo que denuncia la escasa atención prestada al problema del sufrimiento en la formación, la investigación o la práctica médica, y establece una distinción -basada en observaciones clínicas- entre sufrimiento y dolor físico. Durante mucho tiempo, en la literatura médica el dolor y el sufrimiento han aparecido estrechamente vinculados, pero son fenomenológicamente diferentes. A mayor dolor se presupone que debe haber mayor sufrimiento, pero no siempre es así. El sufrimiento puede abarcar el dolor físico, pero en modo alguno se limita a él. Se puede tener dolor sin sufrimiento (como en un parto normal de un hijo deseado y sufrir intensamente sin dolor, al perder un ser querido.

Dolor y sufrimiento no son, por tanto, sinónimos, aunque con frecuencia suelen identificarse como tales en una sociedad como la nuestra, excesivamente medicalizada. El dolor se refiere a una aflicción del cuerpo, (somática), que puede manifestarse de muchas formas; en cambio, el sufrimiento constituye un estado psicológico, (de la mente), que se caracteriza por sensaciones de miedo o ansiedad.

Aliviar el dolor y paliar el sufrimiento constituyen, pues, obligaciones ‘gemelas’ de las profesiones sanitarias. Podemos, idealmente, imaginar un hospital sin dolor, pero es impensable un hospital sin sufrimiento.

Eric Cassell nos recuerda que «los métodos reduccionistas de la ciencia, tan exitosos en biología humana, no nos ayudan a comprender a la persona en su totalidad. Teniendo en cuenta la complejidad de las personas y la potencialidad de enfermar y de sufrir que existe en todos, podemos olvidarnos de cualquier definición de sufrimiento que sea excesivamente simple. Todos los aspectos de una persona –el pasado, el pasado familiar, la cultura y la sociedad, los roles, la dimensión material, las asociaciones y relaciones, el cuerpo, lo inconsciente, lo político, lo secreto, el futuro percibido y la dimensión trascendente– son susceptibles de dañarse y de perderse.»

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El tercer artículo cuya lectura ‘recomendamos’ fue publicado por el neurocirujano Bryan Jennett en BMJ en diciembre de 1984 "Inappropriate use of intensive care" (“Uso inapropiado de los cuidados intensivos”). Aunque inicialmente se refiera a los cuidados intensivos, sus conclusiones pueden aplicarse a cualquier procedimiento, medio diagnóstico, tratamiento o tecnología sanitaria.

En realidad, definir lo que es apropiado en la práctica clínica no es tarea sencilla. Las aproximaciones desde la economía de la salud sugieren que sólo es apropiado lo que es técnicamente posible, socialmente aceptable y económicamente viable. Sin embargo, como se pone de manifiesto en este excelente artículo, las aproximaciones desde la práctica clínica y desde la ética médica sugieren que un procedimiento es inapropiado si es innecesario, inútil, inseguro, inclemente, o insensato.

Un procedimiento puede considerarse innecesario si el objetivo deseado se puede obtener con medios más sencillos; inútil si el paciente está en una situación demasiado avanzada como para responder al tratamiento; inseguro, si sus riesgos o posibles complicaciones sobrepasan el probable beneficio; inclemente, si la calidad de vida ofrecida no es lo suficientemente buena como para justificar la intervención; y será imprudente o insensato (unwise), si consume recursos de otras actividades que podrían ser más beneficiosas.

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Ya saben: tres artículos de lectura imprescindible y periódica (cada tres o cuatro años, al menos)…

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sábado, 26 de junio de 2021

Vulnerant Omnes Ultima Necat

       Cuadrante de sol en Lucca (Italia). Foto: Lucio Maria Morra.

«En estos ámbitos, todo orden no es sino un estado de inestabilidad sobre el abismo.»

Walter Benjamin

«La ética no es estática; avanza mientras la vida avanza… La verdadera prueba de nuestra moralidad no está en la rigidez con la que cumplimos lo correcto, sino en la lealtad hacia la vida que crea y construye lo correcto.»

Mary Parker Follet

«Cada época tiene sus retos, a los que hace frente como puede. Según parece la nuestra tiene el singular destino, sin embargo, de encontrarse ante retos de magnitud y gravedad insólitas, como corresponde, tal vez, a su gigantismo y al proceso mismo de mundialización de horizontes, perspectivas y conflictos con el que como tal época se confunde.»

 Jacobo Muñoz

«El médico debe recordar que él mismo no está exento de la suerte común, sino que está sujeto a las mismas leyes de mortalidad y de enfermedad que los demás, y se ocupará de los enfermos con más diligencia y cariño si recuerda que él mismo es su sufriente compañero.»

Thomas Sydenham

«Solo yo entiendo lo lejos que está el cielo de nosotros; pero conozco cómo acortar las veredas. Todo consiste en morir, Dios mediante, cuando uno quiera y no cuando Él lo disponga. O si tú quieres, forzarlo a disponer antes de tiempo.»

Juan Rulfo

Paradójicamente, en esta época de incertidumbre, la fragilidad y el deterioro de cuanto nos rodea y nuestra propia vulnerabilidad son las únicas certezas de las que podemos estar realmente seguros: vulnerant omnes ultima necat, todas hieren, la última mata, decía el adagio latino que se colocaba en los cuadrantes solares y en los relojes de algunas iglesias. La vulnerabilidad supone que somos seres afectables, heribles y sensibles.

Mientras escribo estas líneas, España se convierte en el séptimo país del mundo en el que entra en vigor una ley que regula la eutanasia, el cuarto en Europa. El resto son Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Canadá, Colombia y Nueva Zelanda, cuya ley está previsto que entre en vigor en noviembre. Otro grupo de países –Suiza, varios estados en Estados Unidos y dos estados de Australia– permiten el suicidio asistido, es decir, que una persona termine con su vida con la asistencia de un médico, que le proporciona los medios necesarios. En la eutanasia es el médico el que realiza la acción, poniendo fin a la vida de una persona a petición de esta. La ley española contempla ambos supuestos.

Como era de prever, a pesar del amplio respaldo popular a la ley según todas las encuestas y estudios de opinión existentes, y siendo aprobada en el Congreso por una amplia mayoría de 202 votos a favor frente a 141 en contra, (solo PP y Vox han sido las dos fuerzas políticas que se han opuesto a la norma, anunciando hasta un recurso de inconstitucionalidad), se han dejado oír algunas voces de los sectores más conservadores y retardatarios de la sociedad. Pero contra hechos no valen razones, y a pesar del ruido mediático de la jauría (dicho sea sin acritud, por aquello del apócrifo «ladran Sancho, señal de que cabalgamos») desde algunos foros y púlpitos diversos, el barómetro del CIS de enero de 2021 señalaba que un total del 72,3% de las personas encuestadas manifestaban estar totalmente de acuerdo o de acuerdo con la eutanasia.

Hace algo más de un año, antes de la aprobación de la ley, cuatro presidentes de otros tantos Colegios de Médicos firmaban una tribuna de opinión en el diario El País, en la que explicaban los resultados de la Encuesta sobre la eutanasia auspiciada por el Colegio de Médicos de Bizkaia (ver aquí) y secundada por los de Las Palmas (ver aquí), Madrid (ver aquí) y Tarragona (ver aquí), mostrando que la mayoría de los médicos está a favor de la regulación de la eutanasia si se respeta su objeción de conciencia, siendo minoría los que piensan ejercerla. Hay que recordar que, aunque el Código Deontológico de los médicos españoles les prohíbe participar en prácticas eutanásicas, se encuentra en plena revisión (la última versión es de 2011) y ha despertado sensibilidades encontradas.

Iniciativas tales como Médicos por la Eutanasia (marzo, 2021) o el Manifiesto de Juristas por la Eutanasia (noviembre, 2020) promovidas e impulsadas desde la asociación Derecho a Morir Dignamente (dmd) han encontrado un amplio eco, demostrando que hay abundante evidencia de que el respaldo social y profesional a la despenalización de la eutanasia es mayoritario, de que los mejores cuidados paliativos no pueden evitar el sufrimiento constante e intolerable (sea este físico o psíquico) en todos los casos y de que la ayuda médica a morir se puede regular con suficientes garantías.

En general, el carácter y tipo de argumentos de quienes se oponen a la ley, pueden resumirse en cinco puntos:

1. Argumentos religiosos o confesionales. Teóricamente son los de mayor peso específico, pero no los que se manifiestan habitualmente. Sólo los líderes espirituales o religiosos exponen este argumento sin ambages. Sin embargo, en un Estado no confesional las creencias pertenecen al ámbito personal y no se pueden generalizar. Su oposición deriva de una idea: la vida tiene un valor absoluto porque la otorga un ser superior y sólo él la puede quitar...

2. Existencia previa de cuidados paliativos de excelencia. Este es uno de los (falsos) argumentos más frecuentes. Sus defensores proponen no regular la eutanasia hasta que toda la ciudadanía tenga acceso a unos cuidados paliativos de excelencia (como si los cuidados paliativos y la eutanasia fueran acciones competitivas). Con respecto a la ley han llegado a afirmar que es “empezar la casa por el tejado” (sic).

3. El respeto al juramento hipocrático. Hace unos 2.500 años, Hipócrates de Cos, considerado padre de la Medicina occidental, estableció (supuestamente) los principios de la ética médica. Sin embargo, en su adaptación al desarrollo social y científico, sus reglas han ido evolucionando y han sufrido modificaciones que se plasman a partir de la Declaración de Ginebra de 1948 de Asociación Médica Mundial, revisada después en otras fórmulas más actuales. La declaración inicial de Hipócrates establecía: “No accederé a pretensiones que busquen la administración de venenos…” Esta afirmación tan tajante se ha actualizado en versiones posteriores, que obligan tanto al respeto a la vida humana como a las decisiones personales. [Una de las más reconocidas y utilizada actualmente, sobre todo en países anglosajones, es la versión redactada en 1964 por el Dr. Louis Lasagna, Decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Tufts que, entre otras sentencias dice textualmente:

«Aplicaré todas las medidas necesarias para el beneficio del enfermo, buscando el equilibrio entre las trampas del sobretratamiento y del nihilismo terapéutico.»

«Recordaré que la medicina no sólo es ciencia, sino también arte, y que la calidez humana, la compasión y la comprensión pueden ser más valiosas que el bisturí del cirujano o el medicamento del químico.»]

4. Pacientes con fragilidad emocional. Otra de las discrepancias que se argumentan es que las personas que solicitan la prestación de la ayuda para morir son muy frágiles y pueden estar o sentirse coaccionados en su decisión. Pero no explican que las leyes al respecto (también la ley española) son muy garantistas. Las personas que lo requieran han de solicitar la eutanasia en más de una ocasión y tras un minucioso proceso deliberativo con su médico responsable; el proceso es revisado por otro médico ajeno (médico consultor) y una comisión institucional en cada comunidad autónoma (Comisión de Garantía y Evaluación). Con tales controles cabe pensar que la solicitud de eutanasia por coacción sería más que anecdótica.

5. La teoría de la pendiente resbaladiza. Con este razonamiento se quiere dar a entender que existe un peligro de banalización de la eutanasia. Es una ficción que, en lo alto de una pendiente de superficie engrasada, sitúa una acción bondadosa que, poco a poco, deriva en situaciones sutilmente diferentes hasta desembocar, al final de la pendiente, en una decisión execrable. Obviamente, esta teoría no deja de ser una falacia para incautos, que manipula dos teorías básicas de la argumentación: la argumentación por analogía y la argumentación metafórica, recogidas y establecidas en 2004 por Van Eemeren y Grootendorst en su obra A Systematic Theory of Argumentation. Como muestra de esta posible banalización, son típicos y recurrentes los ejemplos de casos de un hombre que solicitó la eutanasia porque no podía soportar su fealdad (!!) y el de una viuda que no superaba la pérdida de su esposo (más !!). Pretender comparar o poner en pie de igualdad estos casos frente a pacientes con enfermedades devastadoras son falsas analogías. Por tanto, se argumenta que, de forma preventiva, sería mejor no regular la eutanasia. Este lamentable paternalismo bienintencionado conlleva y demuestra una insoportable condescendencia y supone la evidente infantilización de una ciudadanía libre, adulta y responsable que, desde este perspectiva, parece que ha de estar permanentemente tutelada y sometida a los oportunos controles y a la fiscalización previa que impidan que la gente se desmande, no vaya a ser que…  

Por otro lado, los últimos datos publicados en otros países revelan algunas cuestiones interesantes: en 2019 se produjeron en Holanda 6.361 muertes por suicidio asistido (el 4,1% del total), mientras que en Canadá, donde la ley es más reciente, se practicaron 5.631 eutanasias (un 2%). En ambos países y Bélgica, la mayor parte de pacientes que lo solicitan son enfermos de cáncer incurable: del 64% de Bélgica y Holanda al 67% de Canadá. En este último le siguen las enfermedades respiratorias (10,8%), neurológicas (10,4%) y cardiovasculares (10,1%). A partir de las cifras de otros países, en los que suponen del 1% al 4% de todos los fallecimientos, la asociación dmd calcula que las solicitudes de eutanasia en España estarán alrededor de 4.200 casos al año.

Conviene citar aquí a algunos sedicentes responsables que, pese a todo, gozan en algunos ámbitos de cierto predicamento sobre estos temas. Cabe destacan sobre todo al Comité de Bioética de España, “órgano colegiado, independiente y de carácter consultivo, que desarrollará sus funciones, con plena transparencia, sobre materias relacionadas con las implicaciones éticas y sociales de la Biomedicina y Ciencias de la Salud", cuya labor de zapa y oposición a la ley a través de sus dictámenes e informes ha sido digna de encomio. (Algo tanto más reseñable cuanto que la mayor parte de sus miembros tienen finalizado su mandato en ese órgano).

Escudándose en una supuesta “mirada compasiva” hacia las personas que pudieran solicitar la prestación de la ayuda para morir, en octubre de 2020, motu proprio y sin solicitud previa, en pleno proceso de discusión y tramitación parlamentaria de la ley de regulación de la eutanasia, emitió un voluminoso informe de 74 páginas (!) con unas conclusiones que solo cabe calificar de claramente ideologizadas, tendenciosas, sectarias e interesadas. Baste aquí la transcripción de un par de párrafos de ese informe:

«…la eutanasia y/o auxilio al suicidio no son signos de progreso sino un retroceso de la civilización, ya que en un contexto en que el valor de la vida humana con frecuencia se condiciona a criterios de utilidad social, interés económico, responsabilidades familiares y cargas o gasto público, la legalización de la muerte temprana agregaría un nuevo conjunto de problemas.»

(…)

«Lo dicho, además, cobra aún más sentido tras los terribles acontecimientos que hemos vivido pocos meses atrás, cuando miles de nuestros mayores han fallecido en circunstancias muy alejadas de lo que no solo es una vida digna, sino también de una muerte mínimamente digna. Responder con la eutanasia a la “deuda” que nuestra sociedad ha contraído con nuestros mayores tras tales acontecimientos no parece el auténtico camino al que nos llama una ética del cuidado, de la responsabilidad y la reciprocidad y solidaridad intergeneracional.»

En fin, ¿a qué viene esa alusión a las personas mayores? ¿De dónde surge esa burda suposición y por qué se vincula la ley a este determinado grupo de edad?

Coinciden sin duda en este extremismo radical con las inicuas y odiosas declaraciones del actual Presidente del ICOMEM quien ha llegado a afirmar: «La pandemia hubiera sido “más grave” si la ley de eutanasia estuviera en vigor.» O más aún: «La nueva ley de eutanasia obliga a los médicos a matar a los pacientes Unas manifestaciones deleznables cuyo único reproche por parte del anterior Presidente de la Organización Médica Colegial fue decir que había sido solo un comentario desafortunado”. 

Afortunadamente, tal vez no todo esté perdido. Sobre el mismo asunto dejaremos constancia aquí de otras opiniones muy relevantes, igualmente autorizadas, aunque en las antípodas de las posiciones tan extremosas y fundamentalistas del Comité de Bioética de España. Véanse al respecto el Informe de posicionamiento ético y valorativo acerca de la posible despenalización y regulación de la eutanasia y el suicidio médicamente asistido, de la Comisión Sociosanitaria de Comités de Ética de Euskadi, emitido el 9 de diciembre de 2020.

El otro documento recoge las Reflexiones, consideraciones y propuestas de la Asociación de Bioética Fundamental y Clínica (ABFyC) en torno a la regulación de la ayuda médica para morir, elaborado en marzo de 2021, poco antes de la publicación de la ley 3/2021 de 24 de marzo, de regulación de la eutanasia.

En estos días se terminan de constituir las Comisiones de Garantía y Evaluación previstas en el artículo 17 de la Ley (ver aquí la composición de la de Castilla-La Mancha, así como sus integrantes). 

Como bien señalaba hace dos días el comentario editorial del diario El País: «Para que  la ley inicie su recorrido sin sobresaltos es crucial desplegar una intensa labor de explicación y divulgación. (…) No hay que olvidar el previsible boicoteo de sectores vinculados a la Iglesia católica, cuya Conferencia Episcopal ya ha anunciado su intención de que los hospitales y residencias de ancianos bajo su autoridad puedan declararse “zonas libres de eutanasia(sic). Al respecto, muchas voces destacan la evidente contradicción y la hipocresía de estos conspicuos representantes de la jerarquía eclesiástica: hace ya muchos años que hubiera sido deseable la misma urgencia y celeridad para declarar y establecer también como “zonas libres de pederastia” muchos de sus centros.

viernes, 14 de mayo de 2021

La derrota de la inteligencia

                       La Stultifera Navis de viaje al País de los Tontos. Grabado en madera de 1549

Para los fines que nos ocupan, este post también podría haberse llamado “La nave de los necios”, “Elogio de la necedad” o “Apología de la ignorancia”, que para el caso viene a ser lo mismo... y aunque en democracia la razón solo la da o la quita el electorado, bien puede ser este un buen resumen del resultado de las elecciones autonómicas celebradas hace unos días en Madrid. También el libro póstumo de Umberto Eco “De la estupidez a la locura”, subtitulado como “Crónicas para el futuro que nos espera” o “Cómo vivir en un mundo sin rumbo” constituye, sin duda, una excelente referencia.

Es indudable que la tontería es una de las cosas más democráticas y mejor distribuidas que existen en el mundo: nadie se queja de tener poca. Hace ya más de quinientos años que Erasmo de Rotterdam en su “Elogio de la locura” (1511) hacía una detallada relación de las "ventajas" de la Estulticia sobre la Razón, indicando lo felices que son los hombres cuando viven arropados por la necedad, situación de la que no escapan ni siquiera los filósofos, los teólogos, los Obispos y los Papas, los Reyes ni los Príncipes. 

En el libro, la Locura (Necedad o Estulticia) enumera sus cualidades, da cuenta de sus orígenes y del cortejo que la acompaña para hacer más fácil y agradable la vida del género humano (entre otras la adulación, el narcisismo, la demencia, la pereza, la molicie, la indolencia, el olvido y la voluptuosidad). Se lamenta de quienes reniegan de su nombre, pese a ser grandes beneficiarios de sus dones y efectúa una sátira de los leguleyos, de los médicos y del clero, vanagloriándose impúdica y orgullosamente de su ignorancia y despreciando a los estudiosos y sus saberes.

Que la estupidez y la tontería son un problema transversal e independiente de cualquier otra circunstancia, (como señalara muy acertadamente Carlo M. Cipolla en su indispensable obrita “Las leyes fundamentales de la estupidez humana”), viene poniéndose de manifiesto (casi) a diario en este mundo de nuestras desdichas. De hecho, la formulación de la segunda ley es bastante clara: “La probabilidad de que una persona cualquiera sea estúpida es independiente de cualquier otra característica propia de dicha persona”. Para más detalles véase un post anterior: De la estupidez (y su abundancia).

Entre los antecedentes más notables del asunto que nos ocupa se encuentra una obra satírica y moralista escrita por el teólogo, jurista y humanista Sebastian Brant: “La nave de los necios” o “La nave de los locos” (en latín, Stultifera navis). Publicada originalmente en Basilea en 1494, hasta el s. XVII tuvo una amplia difusión en la Europa de la época, siendo traducida a varios idiomas.  Se trata de una sucesión de 112 cuadros críticos acompañados cada uno de un grabado, en los que el autor critica los vicios de su época a partir de la denuncia de distintos tipos de necedad o estupidez.

Michel Foucault dedicó a esta obra el primer capítulo de su “Historia de la locura en la época clásica” y lo relacionó con auténticos barcos de dementes que navegaban por los canales de una ciudad a otra. El Bosco recreó en un cuadro su propia nave de los locos.

En fin, como señalábamos al principio, todo esto recuerda mucho a algunos de los recientes acontecimientos sobrevenidos. Se ha dicho que, tras los recientes comicios, parece que en Madrid ya son libres para ir a misa y a los toros. El terracismo aparece como una gran conquista conseguida tras arduas batallas frente al totalitarismo prohibicionista del gobierno central. En este contexto, ha sido bastante bochornoso ver las manifestaciones de algunos significados intelectuales (obviamente habrá que reconsiderar este calificativo a partir de ahora), apoyando las posiciones más retrógradas y retardatarias del espectro político. Un fenómeno solo explicable en el contexto de la fatiga pandémica que nos asola debido sin duda a una repentina dolencia que haya alterado su percepción de la realidad afectando a su capacidad de juicio y razonamiento.

Acaba el toque de queda y, como dicen algunas voces interesadas, la confusión legal y la chapuza se han vuelto una costumbre entre la irresponsabilidad y la indolencia de los deplorables (según calificara en su día Hillary Clinton a la mitad de los votantes de Trump). 

La cosa no queda aquí. Hay un enorme muestrario de idioteces para elegir. Basta abrir la prensa para darse cuenta por ejemplo de que al frente de algunos ilustres colegios profesionales se encuentran personajes majaderos, gaznápiros y cenutrios que no tienen nada que envidiar a los pasajeros de la nave de los necios…

Así, por ejemplo, hace unos meses, poco antes de la aprobación de la Ley de regulación de la eutanasia, el Presidente del Colegio de Médicos de Madrid se despachaba afirmando que «La nueva ley de eutanasia obliga a los médicos a matar a los pacientes» y también: «…la pandemia hubiera sido más grave si la ley de eutanasia estuviera en vigor». La verdad es que se queda uno sin palabras ante semejante desvarío, pero estas declaraciones apenas si merecieron un leve reproche del anterior presidente de la Organización Médica Colegial, que se limitó a decir que eran «un comentario desafortunado» (sic).

 Claro que la cosa viene de lejos… cabe recordar que, pocos meses antes, en octubre de 2020, nada menos que el propio Comité de Bioética de España, órgano que cree uno que debiera caracterizarse por la ecuanimidad, solvencia, neutralidad e imparcialidad, por el respeto y el rigor en sus dictámenes, en las conclusiones de un Informe sobre el final de la vida y laatención en el proceso de morir, en el marco del debate sobre la regulación dela eutanasia, emitido de oficio (o sea, gratis et amore y sin que nadie se lo hubiera solicitado) afirmaba lo siguiente: «(…) tras los terribles acontecimientos que hemos vivido pocos meses atrás, cuando miles de nuestros mayores han fallecido en circunstancias muy alejadas de lo que no solo es una vida digna, sino también de una muerte mínimamente digna. Responder con la eutanasia (sic) a la ‘deuda’ que nuestra sociedad ha contraído con nuestros mayores tras tales acontecimientos no parece el auténtico camino al que nos llama una ética del cuidado, de la responsabilidad y la reciprocidad y solidaridad intergeneracional.»

A todas luces una desmesura, que viene a confirmar que la ética no puede estar alejada de la realidad. No está de más recordar aquí las palabras de Mary Parker Follet que hace más de cien años ya afirmaba: «La ética no es estática; avanza mientras la vida avanza… La verdadera prueba de nuestra moralidad no está en la rigidez con la que cumplimos lo correcto, sino en la lealtad hacia la vida que crea y construye lo correcto.»

La última de las tontunas a las que nos referiremos no tiene desperdicio: “Un negacionista al frente de los biólogos de Euskadi”. Otro pintoresco personaje que sostiene que los países con mayor porcentaje de vacunación contra la gripe son los que más mortalidad registran y asegura que la gripe mata más que la COVID.

El negacionismo del decano del Colegio de Biólogos de Euskadi le hace mostrar su ignorancia confundiendo correlación con causalidad: A más confinamiento, más tasa de mortalidad. Que la asociación no es causalidad es quizás la lección más importante que uno aprende en una clase de estadística, así que ¡a estudiar, señor decano!

En fin, resulta todo tan cansado…

sábado, 6 de febrero de 2021

Gerentes sin ética

       Demostración de la Cruz Roja durante la pandemia de gripe de 1918. Washington, DC. Foto: SHORPY

Nos limitamos a transcribir, junto a algunos enlaces, el artículo editorial del periódico EL PAÍS de 6/2/2021 sobre la gerente del Hospital de Alcalá de Henares, Presidenta del Foro Abierto de Sanidad del PP de Madrid y miembro de la Comisión Nacional de Sanidad del PP (!), que desde hace años ha venido desempeñando diversos puestos directivos y ha sido alto cargo sanitario en varias administraciones públicas. En pocos días se ha visto catapultada a una efímera fama mediática en virtud de unos indignantes comentarios y manifestaciones vertidas en una reunión de trabajo, que han sido objeto de numerosos análisis y páginas de opinión. Reflejan una concepción y una práctica deshumanizada de la atención sanitaria y, de algún modo, muestran bien a las claras y ponen de manifiesto su catadura (in)moral y vienen a recordarnos aquella terrorífica idea de la “banalidad del mal” de la que hablaba Hannah Arendt refiriéndose al concepto de obediencia debida o ciega ante las órdenes recibidas de los superiores, como supuesta justificación de una inaceptable conducta irreflexiva y carente de toda ética. Nos preguntamos si no convendría revisar los criterios y presupuestos morales (éticos) que guían determinadas actitudes y conductas del personal directivo, centradas con demasiada frecuencia en un utilitarismo ramplón, falto de escrúpulos y obsequioso con el poder que les nombró…

La gerente del hospital de Alcalá de Henares que quiso quitar el móvil a los pacientes de COVID debería dimitir. (EL PAÍS 6/02/2021)

«Las palabras de la gerente del hospital de Alcalá de Henares en las que apela a quitar el móvil a los pacientes de COVID y evitar el contacto con sus familias para facilitar su traslado al hospital Zendal constituyen un atropello humano, sanitario y, sobre todo y lo más grave, político. En una reunión grabada por alguno de los asistentes y divulgada por la cadena SER, Dolores Rubio defiende prohibirles el teléfono, cortar los contactos con las familias y emprender su traslado sin escuchar su opinión. Como médica que es y, sobre todo, como gestora de un complejo sanitario como el Hospital Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares, Rubio debe saber que la Ley de Autonomía del Paciente de 2002 reconoce que transmitirle la información clínica es obligatorio en el marco del respeto a su autonomía, a su voluntad, a su dignidad y a su intimidad. El previo consentimiento del enfermo tras recibir la información adecuada es requisito legal para cualquier actuación, así como el derecho del enfermo a decidir libremente entre las opciones clínicas disponibles, también recogido en la ley. La información, además, debe hacerse llegar a los familiares que el paciente haya dispuesto. Cualquiera de estos preceptos legales choca con el espíritu de las palabras de la gerente del hospital, que ha puesto por delante la consigna política de enviar pacientes al Zendal frente a la voluntad de los enfermos o de sus familiares.»

«Si el Gobierno de Madrid ha llegado a obligar al traslado de sanitarios al hospital levantado para hacer frente a la pandemia, e incluso ha amenazado con no renovar contrato a los que se nieguen, las declaraciones de Rubio refuerzan la idea de una gestión en la que los intereses políticos inmediatos están por encima de las recomendaciones médicas. El hospital en cuestión, con un coste muy superior a los 50 millones presupuestados, ha sido la apuesta estratégica de un Gobierno de Madrid que ha hecho bandera de la oposición al Gobierno de Pedro Sánchez mientras descuidaba tareas necesarias para combatir la emergencia sanitaria, como la contratación de rastreadores, el refuerzo de las plantillas, la optimización de recursos en los hospitales existentes o las restricciones.»

«La gerente del hospital, vinculada al PP y con una larga experiencia en gestión sanitaria, demuestra haber tomado a los pacientes como rehenes de esa política capaz de sacrificar sus derechos en aras de la propaganda. La clase sanitaria se ha distinguido, entre otras cosas, por su capacidad de facilitar la relación de enfermos y familiares en una pandemia que les condenaba a una dolorosa separación. Las palabras de Rubio, por tanto, no solo degradan los derechos de los pacientes, sino que no tienen ninguna cabida en esa andadura que ha humanizado la realidad de esta enfermedad. Rubio debe dimitir. Y la Comunidad de Madrid tiene que repensar su papel.»

No hay mucho más que añadir…

viernes, 14 de junio de 2019

Puentes para la humanización®


             New York,1908. Manhattan Bridge in progress. Fuente: Shorpy









Con el lema «EL PUENTE DE LO AFECTIVO A LO EFECTIVO» en una emotiva y brillante ceremonia se celebró el pasado 11 de junio el acto de entrega de los premios de la Quinta Edición del Foro Premios Albert J. Jovell.
Transcribo a continuación las palabras de mi intervención enla Mesa inaugural de la gala (minutos 19:20 a 27:20):

«Muy buenos días señoras y señores, amigas y amigos.

Quiero ante todo agradecer al Foro Premios Albert Jovell, al grupo de compañías farmacéuticas Janssen y a Cátedras en Red, su amable invitación para intervenir en esta Mesa inaugural en un lugar tan emblemático como este edificio Jean Nouvel, ampliación del hoy Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía  que en su día fuera sede del Hospital General y Hospital Provincial de Madrid, también denominado antes como Hospital General y de la Pasión, que estuvo en uso desde principios del S.XVII hasta el año 1965, en diseños y obras sucesivas en las que intervinieron arquitectos tan prestigiosos como José de HermosillaFrancisco Sabatini o el propio Juan de Villanueva, arquitecto del Museo del Prado y máximo exponente de la arquitectura neoclásica en España. [Y permítanme también trasladarles un cordial y afectuoso saludo en nombre de la Ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, Mª Luisa Carcedo Roces y del Secretario General de Sanidad y Consumo, Faustino Blanco González].»

«He tenido la gran suerte y el inmenso privilegio de haber participado desde sus inicios (ver aquí y también aquí) en las sucesivas ediciones de estos galardones, así como de haber podido colaborar y contribuir humildemente, en la medida de mis posibilidades, en la construcción y desarrollo del denominado modelo “afectivo-efectivo” en la atención sanitaria, como ejemplo singular y paradigmático de lo que en los últimos años ha venido en llamarse humanización de la asistencia sanitaria
«Recordaba Albert Jovell en uno de sus libros una serie de virtudes que, de acuerdo con la ética aristotélica, regularían la conversión de las emociones en afectos, lo que permitiría mejorar la convivencia y las relaciones interpersonales.»

«Señalaba singularmente la CONFIANZA como una virtud esencial a la hora de establecer y consolidar un círculo de confiabilidad a partir del reconocimiento en otras personas y en instituciones concretas de una serie de virtudes específicas que, a su vez, formarían parte de ella:
  • Competencia
  • Compromiso
  • Responsabilidad
  • Justicia
  • Humildad
  • Resiliencia
  • Honestidad
  • Integridad… y
  • RESPETO
«En conjunto, constituirían una serie de atributos que modelan, conforman y refuerzan las relaciones de confianza en que se fundamenta la convivencia.» 

«Como recuerda el sociólogo Richard Sennett en un excelente ensayo, el significado del respeto incorpora y lleva implícito todo un “vocabulario social” que la sociología ha nombrado con muchos sinónimos para denominar diferentes aspectos del respeto. Entre ellos encontramos los de “estatus”, “prestigio”, “honor” y “dignidad”.»

«El respeto implica y significa también, en gran medida, “el hecho de aceptar en los otros lo que uno no entiende”, es decir, aceptar a los demás sin cuestionarse cómo son. Esta aceptación es muy importante puesto que esta forma de respeto hacia la otra persona es precisamente lo que permite establecer un vínculo de confianza y dotar de confiabilidad a la relación.»

«El filósofo Josep María Esquirol explica también que la palabra respeto tiene que ver con el comportamiento moral y, en este sentido, es posible referirse al respeto como un tipo de actitud: “una actitud respetuosa” o también un “lenguaje respetuoso”: hablar respetuosamente de alguien significa tener cuidado con las palabras que respecto a él o a ella se usan; palabras que, en definitiva, son capaces de guardar siempre una distancia respetuosa.»

«‘Las palabras son nuestra gafas. Equivocar la palabra es equivocar la cosa’, decía hace ya unos años el politólogo Giovanni Santori.‘Muchos creen que la palabra no tiene importancia y, por tanto, que cada uno puede denominar lo que ocurre como quiera. Sin embargo -afirmaba- la elección de la palabra es importante’.»

«Pues bien, en el lenguaje de las actitudes, (en el lenguaje moral), tratar a alguien con respeto equivale a tratarlo con atención y aquí encontramos toda una constelación de significados equivalentes: consideración, deferencia, atención, miramiento: tratar a alguien con miramiento es tener hacia él una atención, un respeto. En alemán, la palabra Achtung significa tanto respeto como atención.»

«Con frecuencia la etimología orienta y nos pone sobre la pista del sentido último de las palabras: el latín respectus deriva del verbo respicere, que significa “mirar atrás”, “mirar atentamente” o “volver a mirar”. Respicere tiene la misma raíz que spectare, ver, mirar, contemplar. Nos encontramos pues, en pleno universo de la mirada: spectaculum es lo que se mira; respicio es lo que miro atentamente; y “respectus” es entonces el resultado de esa mirada atenta».

«No hace falta decir que la mirada se emplea aquí en sentido amplio y que se refiere no solo a los ojos del rostro sino también a los ojos y a la “mirada de la mente”. Conviene citar aquí a Baltasar Gracián y su célebre “Oráculo manual y arte de la prudencia”, cuando afirma que “no todos los que ven han abierto los ojos, ni todos lo que miran ven”, lo que de paso nos informa de que, en última instancia, la más lúcida de las miradas no es la de los ojos. Ver es lo difícil. Vemos a veces, raramente, con frecuencia miramos sin ver...»

«Hasta aquí alguna de las claves para una atención sanitaria más humana, es decir más digna. Y, si me permiten, si tuviera que sintetizar o condensar en una única expresión, o destacar algún aspecto concreto acerca de en qué consiste precisamente la humanización de la atención sanitaria, lo resumiría básicamente en una atención respetuosa y compasiva con la persona enferma.»

«Por ello, frente al vértigo deshumanizador de una práctica clínico-asistencial apresurada, desprovista en ocasiones de esa mirada atenta, no está de más recordar al profesor Jerome Groopman cuando afirma que: «Aunque la medicina moderna cuente con la ayuda de un deslumbrante despliegue de tecnologías, como resonancias magnéticas de alta resolución y análisis de ADN de gran precisión, el lenguaje, [es decir, la comunicación], sigue siendo la piedra angular de la práctica clínica.»

«Finalmente, el modelo afectivo-efectivo pretende ser un modelo de referencia a imitar para contribuir a la humanización de la asistencia sanitaria en el conjunto del SNS, basado en la evidencia científica pero que, al mismo tiempo debe tener en cuenta la dimensión y los valores de dignidad y humanidad de los pacientes para conseguir su bienestar y los mejores resultados en salud. En esa hermosa tarea, conjunta y compartida, y cada uno desde su propia responsabilidad personal, profesional o institucional, indudablemente todos tenemos algo que aportar.»

«En este sentido, hoy tenemos que felicitar a quienes han sido reconocidos en esta V edición de los premios, que muy merecidamente valoran y destacan su trabajo, su esfuerzo y dedicación a ese objetivo.»

Muchas gracias por contribuir hacerlo posible.»

sábado, 18 de agosto de 2018

Respeto, compasión, empatía…

        Un médico venda el pie de un niño, mientras su hermano menor observa. [II Guerra Mundial, 1944]

Seguimos intentando desentrañar algunos de las ideas, elementos y componentes que incluye ese elusivo concepto que hemos dado en llamar humanización® de (en) la asistencia sanitaria…


Hablar de humanización supone, de hecho, toda una declaración de intenciones, y en cierta medida es comprometedor, pues nos interpela y reclama la dignidad intrínseca de todo ser humano, los derechos que de ella se derivan y la coherencia con los valores que se sienten como peculiares e inalienables de (en) toda persona. La humanización de la asistencia sanitaria tiene que ver tanto con la relación entre profesionales y pacientes que se establece en la práctica clínico-asistencial, como con diversas actuaciones y factores relacionados con el trato personal (cortesía), el respeto por los valores y la autonomía de las personas atendidas, el contexto en que esa relación se produce y las interacciones entre pacientes y profesionales en otros aspectos no solo cognitivos, sino también emocionales o afectivos.

Sostiene la filósofa Victoria Camps (vid. El gobierno de las emociones. Herder Editorial, 2011) que no hay razón práctica sin sentimientos o emociones. Nadie que no sea ajeno a la psicología o a las neurociencias discute ya esta tesis. Todas las ciencias sociales parten hoy del supuesto (…) de que somos seres emotivos –emocionales- y no solo racionales. Es en este sentido –afirma- en el que el gobierno de las emociones constituye (también) el contenido de la ética en tanto en cuanto consiste en la formación del (un) carácter (ethos) de las personas, de su forma de ser, de su actitud y su disposición para ser justas, prudentes, magnánimas, generosas, valientes o solidarias, sintiendo por tanto todos esos valores como algo propio que deben incorporar a su manera de ser y estar en el mundo.

Humanizar es, ya se ha dicho, una cuestión ética relacionada con los valores y –de acuerdo con el principio de beneficencia– supone la obligación moral de buscar el bien de las personas a las que se atiende. Humanizar las relaciones clínico-asistenciales consiste, por tanto, en impregnarlas de los valores y actitudes propiamente humanos, es decir, acordes con la dignidad humana, tratando a las personas con justicia (equidad), compasión y respeto.

El citado principio de beneficencia obliga a actuar en beneficio de la persona enferma (proporcionando un trato digno y respetuoso con sus decisiones autónomas) y a promover su bien. [Sería inseparable del principio de no-maleficencia en la medida en que algunos la consideran como la primera de sus obligaciones].

Todo ser humano tiene un valor y una dignidad intrínseca, por encima de cualquier circunstancia externa o personal. Esta dignidad nunca se pierde ni se deteriora; es un valor inherente a todo ser humano por el hecho de ser persona. La dignidad humana no puede quedar a merced de la opinión o consideración de los demás; es un valor en sí mismo que no puede ser cuestionado. Otro tema será dirimir aquellas situaciones en que la vida pueda resultar más indigna que digna, pero incluso esta posible delimitación habrá de venir avalada por una asunción previa de respeto, benevolencia y de justicia hacia los demás.

Las personas son un valor absoluto (no relativo) y un fin en sí mismas (no un medio): Decir esto equivale a decir que toda persona merece un respeto absoluto e incondicional, que tiene valor y no precioque no debe tratarse nunca como un mero medio sino siempre como un fin en sí misma, y que es alguien y no algo que se pueda manipular o instrumentalizar al antojo de nadie. [Esta no es sino una de las formulaciones del imperativo categórico kantiano: «Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca simplemente como medio.»]

Toda persona es pues, origen y centro de valores morales: libertad (puede decidir por sí misma con autonomía), responsabilidad (puede responder de forma solidaria a los demás), singularidad (cada una es única, irrepetible, insustituible y necesaria en esta vida), etc. pero también de un sinfín de categorías que la definen como tal: racionalidad, actividad, unicidad, autonomía, sensibilidad, misterio, trascendencia, etc.

De hecho, puede decirse que la dignidad es lo más humano que tenemos y que somos; no respetarla es ir contra lo uno y lo otro, es decir, contra nosotros/as mismos/as. En este sentido, la persona enferma tiene una dignidad inviolable. Es más, por motivos de su especial vulnerabilidad su dignidad debe ser igualmente protegida, si cabe con más fuerza. No hacerlo supondría negar la condición y la valía de ser humano digno de existir y de ser a la persona enferma por motivos arbitrarios o, en todo caso, maleficentes e injustos. En el transcurso de la enfermedad poder vivir con dignidad y seguridad, significa que las personas enfermas se vean libres de abuso, explotación y/o malos tratos físicos o mentales; que reciban una atención acorde a su dignidad, que nunca variará, independientemente de la edad, género, patología, etc. u otras condiciones vitales; así como ser valoradas por sí mismas.

Si hubiera que destacar especialmente tres ideas básicas o principales que subyacen a la idea de dignidad y humanización de la asistencia sanitaria serían las de respeto, compasión y empatía. Veamos:

Respeto Del latín respectus (re-specere):
re: hacia atrás, de nuevo, intensamente 
specere: mirar, contemplar, observar.
«Volver a mirar», no quedarse con la primera mirada que hacemos sobre algo o alguien, revisar la primera idea que nos hacemos de algo y volver a mirarlo de manera atenta. Respetar es, pues, ‘tener miramiento’ y consideración por algo o alguien…

Compasión Del latín compassio, del vocablo griego συμπάθεια, compadecer, ‘acompañar en el dolor y en el sufrimiento’ (vid. Maben J et al. In praise of compassion. Journal of Research in nursing. 2009 Vol 15, Issue 1, pp. 9-13).
No es sinónimo de condescendencia ni significa (solo) sentir pena o lástima. En realidad consiste en un sentimiento de tristeza que se siente al ver padecer a otra persona y que impulsa a aliviar su dolor o sufrimiento, a remediarlo o a evitarlo en la medida de lo posible…

Empatía Del griego ἐμπαθής, «emocionado», participación afectiva de una persona en una realidad ajena a ella, generalmente en los sentimientos de otra persona.
Capacidad de percibir, compartir y comprender (en un contexto común) lo que otra persona puede sentir (vid. Davis CM. What is empathy and can it be taught? PHYS THER. 1990; 70:707-711).

Hace unos meses, mi amigo Joan Josep Artells tuvo la gentileza de regalarnos la última obra de Salvador Giner, uno de los sociólogos más reputados de nuestro país, como es bien sabido: Ideas cabales, un conjunto de breves artículos, a modo de glosario, sobre conceptos, ideas o principios relevantes en nuestra cultura. Un volumen muy recomendable para los inciertos tiempos que corren ya que, como señala la contraportada del libro, su contenido elude todo dogmatismo; los artículos son más bien exploraciones documentadas y objetivas [con aparato bibliográfico incluido] que buscan profundizar en las ideas en distintos contextos y, sobre todo, mover a la reflexión. A modo de ejemplo, he aquí lo que explica y recoge S. Giner sobre los tres conceptos a los que nos hemos referido:

«Respeto: Derecho humano universal. Inviolable. Lo merecen en diferente medida hasta los delincuentes. Los más atroces entre ellos, como los nazis que juzgó el Tribunal de Núremberg, fueron tratados en él según ciertas normas mínimas de buena conducta jurídica. En ocasiones frecuentes, como en la de la ‘falta de respeto de un alumno a su maestro’, no suele ser grave. La distribución de mensajes insultantes en internet, anónimos o no, entraña falta de respeto y raya en la injuria, la calumnia y el infundio. El envío y distribución (anónimo o no) de calumnias es un delito. La transmisión de verdades dañinas para el receptor, o de datos fuera de contexto, también es perniciosa. R: Richard Sennett, ‘El respeto’.» [Otra referencia: Josep Maria Esquirol, El respeto o la mirada atenta].

«Compasión: Virtud cardinal. Tan esencial como la caridad. Sentimiento de piedad y fraternidad ante nuestros prójimos, así como ante los animales que padecen. La compasión se siente dentro del alma: es una emoción primaria, radical. Va más allá de la pena y la piedad por el sufrimiento ajeno. Aunque apiadarse por los demás, por un ser querido, de la compasión mana. Alguna religión, como el budismo, ha hecho de ella suprema virtud. Otra religión, la cristiana, ha uncido a su virtud cardinal de la caridad. De hecho, ningún análisis filosófico es capaz de trazar una línea nítida, divisoria, entre compasión y caridad. La gran virtud republicana, la fraternidad (o solidaridad), no deja de estar vinculada a la compasión, si bien es de raíz laica. Ser compasivo es inherente a ser humano.»

«Empatía: Acto de ponerse uno en el lugar del otro. Goza de enorme prestigio, y con razón. Es ardua y emocionalmente costosa. No obstante, su exceso es pernicioso y lleva a la pasividad, mientras que la compasión y la caridad genuinas (que incluyen empatía para serlo) no son nunca malas.»
________________________

Este post es la entrada número 300 del blog. Para ‘celebrarlo’, nada mejor que finalizar con una canción de la reina del soul Aretha Franklin, fallecida el pasado 16 de agosto víctima de un cáncer de páncreas.

La canción “Respeto” es, precisamente, ‘una de las más grandes canciones sobre los sentimientos femeninos que hemos conocido’… In Memoriam:



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