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viernes, 31 de octubre de 2014

«¿Quién teme a la participación?» (I) [Foro FundSIS-ESADE... Una crónica (II)]


Pieter Brueghel, el Viejo. La torre de Babel (1563)

La tercera ponencia del Foro FundSIS-ESADE, que me correspondió desarrollar, planteaba una pregunta con la evidente intencionalidad de llamar la atención sobre la deseable y siempre preterida y postergada participación ciudadana en el sector sanitario: «¿Quién teme a la participación?». La presentación puede encontrarse aquí.

El propio término y el discurso en torno a la participación ciudadana tiene un evidente carácter polisémico. En el ámbito de las ciencias sociales es un concepto relativamente reciente y englobaría cualquier “intervención de los particulares en actividades públicas mediante el ejercicio de sus derechos civiles”. Abarcaría un conjunto de procedimientos destinados a consultar, implicar e informar al público para permitir que los afectados por una decisión puedan intervenir en la misma. Obviamente se trata de una definición muy poco específica, que limita la utilidad del término, aunque no se cuestione la conveniencia y oportunidad de que los ciudadanos participen activamente en las decisiones que les afectan. En este sentido, en un contexto social y político cada vez más interrelacionado y complejo, la acción ciudadana, individual o colectiva, enriquece la acción pública, democratiza las decisiones, legitima la definición de prioridades y mejora la asignación de recursos. Las motivaciones pueden ser, además, diversas: bien por convencimiento ideológico, como expresión de legitimidad, por transparencia o rendición de cuentas, o simplemente desde una visión más pragmática de lograr una mejor aceptación de las decisiones que pudieran resultar impopulares.

Como han puesto de manifiesto los expertos y teóricos de la ciencia política, no se trata de consultar a la gente qué opina sobre algo que ya se ha decidido, sino de incorporar la opinión y las razones de los actores sociales implicados en la propia determinación de los problemas a resolver…

El poder de decidir ha de ir acompañado de la capacidad de explicar y, lógicamente, de la voluntad de escuchar o recibir señales del entorno.

Cuanto mayor es el ámbito de intervención de los gobiernos y las administraciones públicas y más complejos los temas a resolver, más difícil resulta articular los intereses implicados usando los mecanismos convencionales de la democracia representativa.

Se trata por ello de  buscar mecanismos o ejemplos de innovación en la participación democrática que intenten combinar información, deliberación y capacidad de intervención de los ciudadanos en los procesos decisionales, sabiendo que no existe una solución ideal al conflicto entre racionalidades técnicas y económicas, participación popular y rol de las instituciones democráticas responsables últimas ante la sociedad de las decisiones a tomar.

Desde un punto de vista teórico se han desarrollado varios modelos que intentan acotar los posibles niveles o grados de la participación, desde el ya clásico  y conocido artículo de Sherry Arnstein, A Ladder of Citizen Participation (1969), en el que establecía una escala de ocho peldaños, desde la manipulación hasta la delegación de poder y el control ciudadano pasando por la consulta o la participación meramente simbólica. Ha sido muy utilizado el modelo propuesto por la IAP2 (International Association for Public Participation).

En 2001 la OCDE publicó el Informe Citizens as Partners. Information, consultation an public participation in policy-making, con la idea de promover el fortalecimiento y la mejora de las relaciones de los gobiernos con los ciudadanos a través de la información, consulta y su participación activa en la elaboración de las políticas públicas.

Desde entonces son numerosas las experiencias que se han ido sucediendo y desarrollando (sobre todo en el ámbito local) que han intentado avanzar desde la (simple) gestión de políticas públicas a una participación deliberativa y corresponsable de los ciudadanos, más allá de su mera implicación o participación formal. (Véase por ej.: Participación ciudadana para una Administración deliberativa.  O también: La descentralización y la participación ciudadana a debate: un escenario de futuro complejo).

En cuanto a la participación ciudadana/comunitaria en salud (y en el sector sanitario) es un concepto y un método que procede de las propuestas salubristas imperantes en la década de 1970, estrechamente relacionada con la promoción y la educación para la salud. El término participación es muy amplio y ha dado lugar a múltiples versiones e interpretaciones del mismo. Para la OPS-OMS la participación de los ciudadanos en salud es el refuerzo del poder de los ciudadanos para cambiar sus propios modos de vida y ser parte activa del proceso dirigido al desarrollo de comportamientos y ambientes saludables de manera que influyan en las decisiones que afecten su salud y el acceso a unos servicios adecuados de salud pública.

En nuestro ámbito, la idea de incorporar la participación ciudadana al (en el) sector sanitario, como ocurre en muchos otros países, ha sido, es y seguirá siendo un tema muy debatido, enormemente controvertido, poco desarrollado y escasamente puesto en práctica.

Pero lo cierto es que, desde la perspectiva y el enfoque de los determinantes sociales de la salud, es decir, desde una concepción biopsicosocial y ecológica del proceso salud/enfermedad, la participación comunitaria/ciudadana es tanto un medio como un instrumento necesario para abordar los problemas de salud. Sin embargo, la realidad es que desde hace varias décadas se viene produciendo una escasa congruencia entre los discursos participativos y las prácticas a que ha dado lugar, y hasta ahora parece más fácil hablar de participación comunitaria en salud e incluso estar de acuerdo en lo teórico, que incorporarla a la práctica cotidiana del sistema sanitario. De aquí que las experiencias de participación en salud sean también muy variadas y de distinta naturaleza.

La Recomendación del Consejo de Europa, Rec (2000) 5, de 24 de febrero de 2000, sobre el desarrollo de estructuras para la participación de los ciudadanos y de los pacientes en el proceso de toma de decisiones que afecten a su atención sanitaria, establecía una serie de Principios generales: 

• Los sistemas sanitarios deben estar orientados al paciente.
• Los ciudadanos deben participar necesariamente en las decisiones que se toman con respecto a su atención sanitaria.
• En una sociedad democrática y libre, determinar la misión y los objetivos del sector sanitario es un derecho fundamental de los ciudadanos.
• Hay que reconocer el importante papel que desarrollan las organizaciones cívicas y de ayuda mutua de pacientes, consumidores, personas aseguradas y ciudadanos, que representan los intereses de los “usuarios” en los sistemas de salud, y su doble función de apoyar y prestar servicios a sus miembros y defender sus intereses frente a terceros.

Llegados hasta aquí, una cuestión no menor -tal vez crucial- es si la participación se plantea desde una perspectiva de ciudadanía, es decir de las personas que tienen derechos civiles, o más bien desde la condición de cliente o eventual comprador de los servicios, sea como contribuyente o como particular. Por ello, en aras del rigor y la precisión, quizás convenga aclarar una serie de definiciones y conceptos: en su utilización de servicios asistenciales públicos los individuos ejercen derechos como ciudadanos, a los que han de responder los gobiernos; también actúan como consumidores, cuyas decisiones afectan a la industria sanitaria y al mercado de servicios; su comportamiento como usuarios es objeto de especial atención por gestores e investigadores, mientras que a los profesionales sanitarios les corresponde la búsqueda de la mejor asistencia disponible para cada uno de ellos, individualmente considerados, en su papel de pacientes. (Véase también a este respecto un interesante artículo de J. Q. Tritter, publicado en Health Expectations en 2009: Revolution or evolution: the challenges of conceptualizing patient and public involvement in a consumerist world).

Sobre esta cuestión, el historiador, académico y expolítico Michael Ignatieff recordaba que, en gran medida, «un síntoma de la crisis de la ciudadanía es que la retórica política, de derechas o de izquierdas, se dirige al electorado como contribuyente o como consumidor, más que como ciudadano. Como si el mercado marcara el lenguaje de la comunidad política…» Y, como también denunciaba el profesor Marshall Marinker: «La ciudadanía está confundida con el consumismo y la democracia con el marketing. El individualismo y la capacidad de elegir se han aupado a la categoría de imperativos morales. El consumidor no solo se caracteriza porque puede elegir sino también porque tiene derecho a devolución.»

Desde hace bastantes años en el contexto del NHS británico se viene afirmando la idea de la centralidad del paciente y en la necesidad de implicar a los pacientes y ciudadanos en la organización y provisión de los servicios sanitarios. Ya en 1999, Richard Smith, por entonces director del BMJ, sostenía en un artículo editorial: «Una revolución está en marcha en la atención sanitaria. Tras décadas de provisión patriarcal de los servicios, las autoridades están comenzando a aceptar que los pacientes deberían tener algo que decir sobre la atención que reciben. (... ) Escuchar a los pacientes y responder a sus necesidades contribuye a romper la barrera entre pacientes y profesionales (…) Se necesita reajustar la mentalidad de la organización médicoasistencial para aceptar que los ciudadanos (pacientes) son auténticos “partners” y que su contribución en la atención sanitaria, la provisión de servicios, la investigación y las decisiones políticas es esencial.»

Un artículo publicado en mayo de 2013 (Let the patient revolution begin. Patients can improve healthcare: It’s time to take partnership seriously) insiste en esta idea: «…la salud no mejorará hasta que los pacientes jueguen un papel importante en su determinación. Hay que impulsar “la revolución del paciente”, con un conjunto de medidas dirigidas a intensificar la relación del paciente con el sistema sanitario. Esta revolución supone un cambio fundamental en la estructura de poder en la asistencia sanitaria y un renovado enfoque en la misión central de los sistemas de salud. Este cambio supone aceptar que el trabajo colaborativo con los pacientes, cuidadores y familiares es esencial para una mejora en la salud. Asimismo, este cambio requiere una participación conjunta en el diseño e implementación de nuevas políticas, sistemas y servicios, así como en la toma de decisiones clínicas

El gobierno del Reino Unido ha venido cultivando y manteniendo una tradición retórica de buenas intenciones acerca de la centralidad del paciente en el NHS. En cada documento oficial publicado abundan atractivos tópicos como: “dar prioridad a los pacientes” o “los pacientes ante todo”. Sin embargo, ‘poner a los pacientes en primer lugar’, se ha convertido en una especie de menú self service del cual los decisores pueden seleccionar a su gusto. La noción de ‘paciente y compromiso público’ proporciona la cobertura para una serie de comportamientos y actitudes que, en términos de participación pueden ir desde lo meramente simbólico a lo genuinamente liberador. Véase: Equity and excellence: Liberating the NHS(2010).

Uno de los últimos documentos publicados, (septiembre de 2013), es la Guía Transforming participation in health andcare, que pretende ser un “plan revolucionario” para conseguir más involucración de la ciudadanía en la atención sanitaria, enfatizando la participación individual, para que cada paciente sea gestor de su propia salud; participación pública en la toma de decisiones para facilitar que los ciudadanos tengan un espacio en el que puedan comunicar su percepción de cómo se desarrollan los servicios a nivel local y nacional, y asegurar así que sus comunidades tienen los servicios que necesitan; y recopilando información de los pacientes, que son los agentes que dentro del sistema sanitario, aportan la verdadera visión sobre los resultados del NHS y lo que ayuda a dar forma a los servicios del futuro. La guía incluye información, buenas prácticas, estudios de caso, evidencias y herramientas que pretenden dar respuesta y apoyar las necesidades de los pacientes y la ciudadanía por igual.

En resumen, en contra del paternalismo médico tradicional, poner al paciente en el centro del NHS significa situar al paciente como gestor de su propia enfermedad, al frente de la toma de decisiones sobre su salud, como “consumidor” de servicios sanitarios, es decir, un paciente que cuenta con mayor posibilidad de elección, mejor información, y con derecho de evaluar la calidad del servicio recibido. En este sentido, los sistemas sanitarios han de hacer un esfuerzo de adaptación a este nuevo perfil de paciente, y aprovechar los cambios que ello supone. El paradigma de la era industrial, en el cual los profesionales eran vistos como la fuente exclusiva de conocimiento sanitario, ha dado paso gradualmente al de la era de la información, en la que los pacientes, los familiares y los sistemas y redes que éstos generan son considerados cada vez más como recursos fundamentales de la atención sanitaria.

En todo el mundo los “nuevos” usuarios, pacientes, consumidores o ciudadanos en general, deben desempeñar un papel cada vez más importante en el sistema sanitario público. La demanda de una mayor transparencia en la gestión de recursos públicos, su participación e implicación en la toma de decisiones, no sólo a nivel clínico -individual-, sino en el establecimiento conjunto de prioridades con los gestores y responsables públicos, exige un cambio en las fórmulas de gestión tradicionales, que obligará a incorporarlos como socios -partners- y agentes colaboradores.
  
(Continuará…mañana)

lunes, 27 de octubre de 2014

Foro FundSIS-ESADE... Una crónica (I)

Hace unos días (17 de octubre de 2014), tuve ocasión de participar en el Foro SNS: Participación, nuevas tecnologías y legitimación del gasto y gestión pública organizado desde la Fundación Salud Innovación y Sociedad de la compañía Novartis, en la sede de la ESADE Business School de Madrid. Intervine como ponente, en mi condición de Presidente de la Sociedad Española de Atención al Usuario de la Sanidad (SEAUS), gracias a la amable invitación de mi amigo Joan Josep Artells, incansable animador y promotor de este tipo de encuentros, y cuya proverbial actividad en este campo resulta a todas luces encomiable y digna de elogio y reconocimiento.

Transcribo literalmente del tríptico de la Jornada la presentación, propósito y objetivos de la misma:

¿Palancas de impulso o de regresión?
La crisis global tiene características de shock para el sector público, en general, y para el sistema sanitario en particular. Por un lado restringe la capacidad de obtener recursos y por otro aumenta la demanda en prestaciones, servicios de salud y calidad institucional.
Compartimos además, una lógica por la cual, casi siempre, toda demanda social acababa convirtiéndose en “necesidad pública” a fin de garantizar el mantenimiento de la legitimidad de unas administraciones que persisten en presentarse como proveedoras hegemónicas de servicios.
Por otra parte, es evidente que la restricción presupuestaria y la tensión para reducir prestaciones coinciden con una creciente demanda de buen gobierno, limpieza participativa, innovación y calidad organizativa y gestión.
El Fórum invita a una reflexión colectiva acerca de la relevancia, viabilidad y posibilidades reales de activar tres instrumentos clave para la implantación de reformas estructurales solventes de la sanidad:
      La liberación del potencial transformador de las tecnologías de la información y comunicación.
      La contribución de la fiscalización innovadora del gasto y la gestión públicos.
      La participación corresponsable, influyente y efectiva de los ciudadanos y pacientes.

La discusión propuesta es relevante ante la necesidad de activar todas las capacidades latentes del control de legalidad y eficiencia del gasto sanitario público, de la sociedad en red y de la legitimación social participativa de la política sanitaria.
El dudoso incrementalismo sin horizonte explícito, el inmovilismo solapado, el cambio subrepticio de modelo del SNS no pueden contemplarse al margen de las tendencias observables en las dimensiones macroeconómicas y los cambios acelerados en la emergencia de nuevos escenarios político-sociales.
La improvisación no parece respuesta aceptable al deterioro y los desafíos a que  se enfrenta nuestro sistema sanitario – público y privado- en su conjunto.
La fragmentación de niveles asistenciales y la compartimentación multisectorial se mantiene a pesar de la abundante retórica “integracionista” sin consecuencias observables.
El modelo imperante se muestra tan refractario a la incorporación sin reservas de la “explosión digital” de la información como al reconocimiento de la contribución innovadora de nuevos proveedores y la impregnación del SNS de la buena práctica empresarial.
Y [finalmente] la concepción hegemónica de la asistencia sanitaria y la salud pública del SNS gravita aún entre la tutela burocrático–jerárquica y el paternalismo profesional inmovilista, ajenos ambos a la corresponsabilización efectiva de los ciudadanos, tanto en el mantenimiento de su salud como en la participación legitimadora de las políticas sanitarias, su implementación y su evaluación y revisión.

El formato elegido consistió en una introducción inicial para contextualizar el Foro, seguida de la confrontación de posiciones argumentadas entre tres ponentes y tres replicantes, lo que proporcionó elementos suficientes para el desarrollo posterior de un coloquio general con los asistentes.

En la introducción general, que tituló: «Crisis, globalización, erosión de las bases fiscales y reformulación de la Política Social.», el profesor Joan Subirats, @subirats9 Catedrático de Ciencia Política del Instituto de Gobierno y Políticas Públicas de la UAB, explicó su perspectiva del momento actual. La idea central puede resumirse en que nos encontramos en un auténtico cambio de época y no en una mera crisis de carácter coyuntural. Las herramientas de que disponíamos hasta ahora ya no sirven para su análisis. Dos apuntes:

«Para mí uno de los temas clave es la idea de intermediación. Las grandes instancias de intermediación que habíamos construido durante el fordismo, en ámbitos como el productivo, el educativo, el de los servicios o el político, se transformaron con la aparición de Internet, y ya no son espacios de intermediación estrictamente necesarios.»

«Ser hoy realista puede y debe querer decir exigir a la democracia que incorpore a la ciudadanía en la resolución colectiva de los problemas comunes, y ello implica no confundir política con instituciones, ni participación con elecciones.»

Es interesante destacar las referencias y documentación adicional de contexto sugerida:




La primera de las tres ponencias posteriores: «Información y TIC: del confinamiento administrativo a la propulsión reformadora.» fue presentada por Francisco Lupiáñez-Villanueva @flupianez profesor en la Universitat Oberta de Catalunya. Open Evidence. Internet Interdisciplinary Institute.

Su intervención puede calificarse como ejemplo de un moderado y saludable ciberescepticismo, con un llamamiento a la prudencia y a limitar las desmesuradas expectativas sobre el papel (y sobre todo el alcance) que pueden/deben tener las TIC en la mejora global de la atención sanitaria.

Y éstas son las referencias y documentación de contexto sugeridas por el ponente:


La segunda ponencia corrió a cargo del Dr. Rai Belenes, con una dilatada trayectoria en puestos de responsabilidad en la administración sanitaria pública y en la actualidad Director Adjunto de Innovación de IDC Salud:
  
«Control del Gasto y la Gestión Públicos: integración de la fiscalización financiera y de legalidad y evaluación de resultados e impacto social.»

Vivimos una crisis de confianza generalizada, para la que tal vez no sirvan los modelos hasta ahora existentes de control del gasto público que, por otra parte, no han podido evitar las (enormes) desviaciones presupuestarias que sistemáticamente se venían produciendo en los presupuestos sanitarios.

Referencias y documentación de contexto:


  
Queda para el siguiente post el desarrollo de la tercera ponencia del Foro: ¿Quién teme a la participación?, que me correspondió desarrollar, y en la que intenté explorar si es posible avanzar en el sistema sanitario desde una participación (meramente) simbólica hasta una (auténtica) corresponsabilidad efectiva de los ciudadanos…
(Continuará...)

miércoles, 22 de octubre de 2014

Una silla con tres patas


Chair and balance: 1917. Foto by Shorpy

We don’t need heroes in positions of influence anymore than technocrats. We need balanced, dedicated people who practice a style of managing that can be called «engaging».
                                                                            Henry Mintzberg (Managers not MBAs, 2003)

El suplemento Negocios del diario EL PAÍS del domingo 19 de octubre publica una interesante entrevista con el profesor Henry Mintzberg, de quien ya hemos hablado antes en este blog.

Reputado conferenciante y autor prolífico, a sus 75 años Mintzberg sigue siendo considerado una de las principales voces del management en el mundo, sin duda uno de los más brillantes académicos vivos en su área. Muy crítico con las escuelas de negocios, provocador y polemista, su obra siempre resulta sugerente, lúcida, estimulante y útil. De hecho, un Canon del Management publicado hace pocos años,  que contiene los supuestos 54 libros clave de la literatura empresarial y de la gestión de las organizaciones de todos los tiempos, incluye dos importantes libros de Mintberg: The Nature of Managerial Work (1973) y The Rise and Fall of Strategic Planning (1994).

En su último ensayo, publicado on line en su website el pasado mes de febrero: Rebalancing Society: Radical Renewal Beyond Left, Right, and Centre, sostiene que hay que reequilibrar la sociedad y emprender un cambio radical. Ir más allá del centro, la derecha o la izquierda… «Debes mirar la sociedad como una silla con tres patas. Una es el sector público (que tiene que ser respetado), otra el privado (que tiene que ser responsable) y luego está el sector civil (ONG, sociedad) que ha de ser robusto.»

El preámbulo del texto explica las razones del mismo:

“Transcurría el año 1989 y el capitalismo había triunfado. O al menos eso dijeron los expertos de Occidente, a medida en que los regímenes comunistas de Europa Oriental comenzaron a derrumbarse. Estos expertos estaban equivocados, -muy equivocados- y las consecuencias de su error ahora están resultando fatales. Este "panfleto electrónico” describe estas consecuencias y sugiere qué podemos hacer al respecto.
Ofrezco este trabajo como miembro de mi comunidad y del mundo, concernido por las tendencias que veo a mi alrededor: la degradación de nuestro medio ambiente, la desaparición de nuestras democracias y la denigración de nosotros mismos, con la codicia que ha ido aumentando hasta convertirse en una especie de llamada suprema. Tenemos que reemplazar este dogma distorsionado con una visión global que sea liberadora y nos lleve a implicarnos en actuaciones radicales para producir un cambio constructivo.
Mucha gente está preocupada y se siente concernida por todo esto, mucho más tras haber salido a la calle. Existe voluntad, pero no una apreciación sobre lo que está pasando y cómo abordarlo. Estamos empantanados en explicaciones muy dispares y en soluciones inconexas. [En estas páginas] he seleccionado unas cuantas en un marco sencillo para sugerir un camino detallado por el que avanzar.”
“We have it in our power to begin the world over again.”
(Tom Paine, en su panfleto de 1776 Common Sense)

El mensaje más importante del ensayo es la denuncia de la excesiva concentración de poder en manos de las grandes corporaciones y del sector privado en todo el mundo. Debido a la globalización muchas empresas han alcanzado posiciones de privilegio que han sido justificadas por el dogma vigente en la economía de nuestro tiempo: que la codicia es buena, los mercados son suficientes (y deben ser autónomos) y que los gobiernos (la intervención pública) están bajo sospecha. Esta visión unilateral, combinada con los derechos reconocidos a las compañías, se ha apoderado de la sociedad estadounidense, secuestrando al país mediante un proceso que impide su renovación democrática. Es necesario –añade- repensar la democracia para rescatarla del individualismo personal a expensas de la ciudadanía colectiva y de la participación comunitaria.

En la entrevista del periódico, Mintzberg llama la atención y advierte de las posibles consecuencias del Tratado de Libre Comercio entre la UE y USA que se encuentra actualmente en negociación: 

«Quieren poner en marcha una corte especial donde una corporación pueda demandar a un Gobierno por quitarle sus beneficios. Así que si la Administración canadiense aprueba una ley sobre el control climático puede ser demandada por una compañía que piense que le está arrebatando sus ganancias. ¡Es una locura!»

Y, como en otras ocasiones, Mintzberg desnuda la supuesta mística del management, criticando con severidad a los ‘superdirectivos’ y cargos ejecutivos de determinadas compañías, que forman parte de las élites económicas y se embolsan salarios astronómicos (impidiendo que sus trabajadores y empleados se identifiquen con el proyecto de la empresa):

«Cualquiera que acepte ser pagado cientos de veces por encima que sus trabajadores no es un verdadero líder (…). ¿Cómo puedes dirigir una empresa y decir que eres cientos de veces más importante que tus empleados?»

Hace ya diez años, Mintzberg publicaba uno de sus libros más controvertidos, celebrados y polémicos, un trabajo muy interesante para reflexionar acerca de la utilidad y de la validez de los programas de formación y desarrollo directivo: Managers Not MBAs: A Hard Look at the Soft Practice of Managing and Management Development (2004).

«Un MBA es bueno para la parte analítica de la gestión. Investigación de marketing, análisis financiero, contabilidad… En 1990 hicimos un análisis con los mejores graduados de Harvard; las superestrellas. En 2003 analizamos sus logros desde entonces. Todos con el cargo de presidente ejecutivo. Pues bien, trece de ellos fueron un absoluto fracaso, cuatro “puede” y otros cuatro resultaron buenos. No es un gran éxito.»

Pensaba en las líneas anteriores mientras leía ayer mismo una de las últimas entradas de Salud con cosas. Se lamentaba @manyez de que no se hablase sobre gestión sanitaria en los congresos de directivos (generalistas), preguntándose si es que era un tema aburrido, o es que los directivos sanitarios son malos, o es que son invisibles. O tal vez, -concluía- las tres cosas... Supongo que otra razón importante que no se debe obviar es que posiblemente hay demasiados congresos sectoriales o específicos de (para) directivos sanitarios.

A la manera de Mintzberg con sus MBAs podría resultar interesante seleccionar a los 25 ó 50 más relevantes y conspicuos directores gerentes de –pongamos por caso- los hospitales más importantes (de referencia, de mayor tamaño o complejidad) en el conjunto del SNS, hacer un seguimiento durante un tiempo y analizar sus logros (definiendo previamente lo que entendemos por logro –resultados asistenciales, clima laboral, etc.- así como la forma de medirlo) en relación con su perfil y su formación. Algunos de los aspectos y de las cuestiones que reflejan los trabajos realizados por la Sociedad Española de Directivos de la Salud (SEDISA) en los últimos años, referidos al análisis del perfil profesional de los directivos sanitarios (2005) o a su (necesaria) profesionalización, (2013) van en esa línea. ¿En qué medida los resultados alcanzados por un centro sanitario pueden atribuirse o dependen de la actuación de sus gestores?

En fin, aunque los barómetros del CIS informen de que un 25,8% de los ciudadanos creen que los/as políticos/as en general, los partidos y la política son el principal problema que existe actualmente en España, parece oportuno recordar que en lo que respecta a los resultados de la asistencia sanitaria no toda la responsabilidad (o la culpa) es suya… Para bien o para mal, seguramente a los directivos sanitarios les corresponde también una buena parte de la misma.
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martes, 7 de octubre de 2014

Sobre las "Crisis en Salud Pública"


  Imagen vía Twitter

"…la ciudadanía espera que adoptemos todas las medidas que, de acuerdo con los conocimientos científicos y la experiencia acumulada, son razonables. Es imposible evitar todos los riesgos. Pero sí es exigible que hayamos evitado los evitables".

Fernando Lamata

 

A partir de un debate virtual previo convocado por su Equipo Editorial, la Revista de Administración Sanitaria siglo XXI publicó, en julio y octubre de 2006, dos números extraordinarios que recogían una serie de colaboraciones de expertos y profesionales en torno a las denominadas crisis sanitarias. Como explicaba Manuel Oñorbe, Director General de Salud Pública del Ministerio de Sanidad en aquel momento:

 

“Cada cierto tiempo la población se conmueve ante unos acontecimientos que pueden dañar su salud o piensa que pueden dañarla. Dependiendo del grado de importancia y de alarma de estos acontecimientos estamos ante lo que se ha denominado una crisis sanitaria, que generalmente suele ser una crisis de salud pública y que en ocasiones sólo es crisis pero no es sanitaria.”

 

A la luz de las noticias y de los acontecimientos que se vienen sucediendo en estos días, parece muy oportuno y pertinente revisar algunas de aquellas interesantes aportaciones, cuya vigencia parece también fuera de toda duda:

 



En un excelente artículo aparecido en el primero de estos números de la revista, (Crisis sanitarias y respuesta política), cuya lectura sigue siendo hoy altamente recomendable, Fernando Lamata explicaba algunas de las claves para entender la actuación de los responsables públicos y de las autoridades sanitarias en la gestión de una situación de crisis en salud pública, es decir “cuando ha aparecido un problema de salud, o con probabilidad de riesgo para la salud, con una incidencia o letalidad mayor de lo normal para una determinada época y lugar, donde no se puede garantizar la dimensión final del problema, y donde además se produce un enorme interés informativo.”

De acuerdo con ello, ante el caso de contagio por el virus del Ébola en una trabajadora sanitaria de Madrid -el primero ocurrido fuera de África- resulta indudable que nos hallamos en plena crisis sanitaria. Basta con asomarse a los medios de comunicación y a las redes sociales. Crisis sanitarias han existido y van a existir siempre”, advierte Lamata, recordando que “la vida es riesgo, y, por lo tanto, van a aparecer situaciones nuevas, más o menos graves, accidentes, catástrofes y problemas de salud derivados de los mismos.” Conviene estar alerta porque, además, “el aumento de la población mundial, de las comunicaciones y los intercambios, el cambio climático, las nuevas tecnologías, las migraciones masivas, los cambios en los sistemas de producción y distribución de alimentos, etc., etc., van a hacer que aparezcan cada vez más situaciones de crisis.”

Uno de los aspectos más relevantes y que reviste más interés es la respuesta a la crisis desde el(los) Gobierno(s), cuya gestión debiera estar informada por un elemental principio de precaución, es decir, administrando los recursos públicos puestos a su disposición de una manera racional y proporcionada, en función del riesgo y de los daños previsibles, pero siempre teniendo en cuenta que más vale pecar por exceso que por defecto…

De los técnicos y expertos cabe esperar prudencia, profesionalidad, rigor y una escrupulosa meticulosidad, revisando una y otra vez los protocolos de actuación.

En una situación semejante, la actitud de las autoridades sanitarias y de los responsables políticos debe manifestarse a través de una presencia pública y un liderazgo activo que transmita confianza, genere credibilidad, preste apoyo y respaldo a los profesionales, recabe los medios precisos y, en su caso, coordine la adopción de decisiones (sin duda algo muy diferente a las explicaciones (?) ofrecidas en una decepcionante rueda de prensa en la que comparecieron las autoridades sanitarias del Ministerio y de la Comunidad de Madrid). En un Estado descentralizado como el nuestro, la colaboración, la lealtad y la corresponsabilidad entre diferentes administraciones, a menudo de diferente signo político, son también cruciales a la hora de enfrentar este tipo de crisis.

Como es obvio, un aspecto al que se le debe prestar una especial atención es la gestión de la comunicación. Las crisis sanitarias son siempre un asunto muy mediático: “Los problemas de salud pública, que pueden afectar a muchas personas, generan [una lógica] preocupación. Pero, además, en una crisis sanitaria existe, por definición, incertidumbre.” Con frecuencia se desconoce cuánta gente se verá afectada, y con qué gravedad, las tendencias y la evolución previsible en función de las medidas que se van adoptando. En una sociedad “hipercomunicada” como es la actual, la gestión de la información es fundamental, casi tanto como la gestión de la crisis misma. Hay que establecer claramente la información que se debe dar y quién debe hacerlo, decidir cómo debe tratarse y el tipo de mensajes que se deben transmitir a la ciudadanía, sin incurrir en ocultamientos, falsos triunfalismos o excesos propagandísticos. (No deja de resultar pintoresco y algo ridículo que pocos días después de que una alta responsable del Ministerio de Sanidad ofreciese su “colaboración y experiencia” para elaborar los protocolos de repatriación de afectados por el virus Ébola en una Reunión Informal de Ministros de Salud de la Unión Europea, desde Bruselas se soliciten explicaciones y aclaraciones sobre este contagio).

Las preguntas a las que hay que responder son, entre otras: “¿Qué ocurre, qué consecuencias puede tener, qué medidas se han adoptado, qué seguimiento se va a hacer, cuándo vamos a volver a informar?”

Por último, durante una crisis sanitaria en una sociedad abierta, además de la presión de la opinión pública, no hay que olvidar tampoco el papel de la oposición política y parlamentaria, cuya función de crítica legítima a la gestión gubernamental puede, en ocasiones, generar costes sociales y humanos poco deseables. Es obvio que la crítica por una mala gestión supone un coste político y que la oposición debe realizar esta tarea de desgaste, que forma parte de su labor: “Es razonable que se presione, como en otros temas, para que el Gobierno ‘no se duerma’ y para poner de manifiesto los fallos de preparación, cuando existen, antes de las crisis. Sin embargo, durante las crisis sería deseable dejar fuera de la lucha partidaria la gestión de la propia crisis, manteniendo una buena información desde el Gobierno a la oposición sobre la evolución del proceso. La crítica durante la crisis, que es precisamente una situación que no sabemos cómo va a acabar, y que genera incertidumbre y miedo, puede tener el efecto negativo de transformar una prudente alerta en alarma que genera pánico.” Es deseable, por tanto, “una actitud prudente y de colaboración con el Gobierno durante la propia crisis. La presión política se puede ejercer antes de las crisis (para garantizar la preparación adecuada) y después (en la gestión post-crisis y en la evaluación de lo realizado). Esta lealtad debe ser ofrecida desde la oposición al Gobierno y, por supuesto, desde el Gobierno a la oposición.” 

El resumen y las principales conclusiones del artículo editorial de la revista, escrito por Manuel Oñorbe, siguen siendo bien actuales: “…ante una crisis sanitaria lo primero es actuar técnicamente de la manera más irreprochable, con el apoyo y el consenso científico y la máxima coordinación, lo segundo es dedicarse a la gestión de la comunicación, comunicación transparente a todos los actores de las crisis, ciudadanos, profesionales y grupos más afectados. Por último, casi todos están de acuerdo en intentar mantener la utilización política de las crisis y los miedos que conlleva fuera del escenario. La frontera entre el ejercicio de la crítica y de la acción política legítima y la utilización partidista es el problema.”

En fin, una vez más, cabe reclamar una actitud más humilde, de prudencia y responsabilidad, virtudes sanitarias por excelencia: ni alarmismo irresponsable e injustificado ni tratamiento excesivamente frívolo o despreocupado en un tema cuyas consecuencias son casi siempre imprevisibles y desconocidas.

Documentación adicional:

Toda la información sobre el Ébola en el diario El País

Una página del Journal of American Medical Association (JAMA) con información para los pacientes: Ebola Virus Disease.

Un gran trabajo con excelentes gráficos del Washington Post en: Ebola’s catastrophic effect on the body.

A mediados de septiembre pasado los Centers for Disease Control and Prevention (CDC) y el Department of Health and Human Services’ Office of the Assistant Secretary for Preparedness and Response de los EE.UU. publicaron una lista de verificación (CDC. Hospitals CheckList) para los hospitales con el objetivo de ayudar a los profesionales a manejar a pacientes portadores del virus. El check list proporciona sugerencias prácticas y concretas para asegurar que un hospital es capaz de detectar posibles casos de Ébola, proteger a sus empleados y responder adecuadamente ante la sospecha de un paciente infectado por el virus.
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