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miércoles, 27 de agosto de 2014

«La salud de los enfermos»... A propósito del centenario de un cronopio

 «La casualidad no existe. Le llamamos casualidad a algo que yo siento que es como una especie de leyes paralelas, de constelaciones, de figuras que se van formando y que en mi vida yo las he sentido muchas veces…»
Julio Cortázar (de una entrevista publicada en 1983)

Se cumplíó ayer, 26 de agosto, el centenario del nacimiento de Julio Cortázar, grandísimo cronopio, autor emblemático e imprescindible, uno de los escritores hispanohablantes más influyentes del siglo XX.

En este artículo, Juan Cruz dibuja su perfil vital y literario.

En la siguiente semblanza: Cortázar forastero, publicada en el suplemento literario Babelia, el pasado 22 de agosto, Andrés Neumann repasa las claves de la obra del autor de 'Rayuela' y una hoja de ruta para para revisar su universo.

Se suceden los homenajes y los recordatorios con motivo de la efeméride, pero indudablemente, el mejor homenaje que se le puede hacer es leer su obra. Proponemos por ello la lectura de uno de sus cuentos, incluido en la colección “Todos los fuegos el fuego”, publicado en 1966: La salud de los enfermos que comienza como sigue:

“Cuando inesperadamente Tía Clelia se sintió mal, en la familia hubo un momento de pánico y por varias horas nadie fue capaz de reaccionar y discutir un plan de acción, ni siquiera tío Roque que encontraba siempre la salida más atinada. A Carlos lo llamaron por teléfono a la oficina, Rosa y Pepa despidieron a los alumnos de piano y solfeo, y hasta tía Clelia se preocupó más por mamá que por ella misma. Estaba segura de que lo que sentía no era grave, pero a mamá no se le podían dar noticias inquietantes con su presión y su azúcar, de sobra sabían todos que el doctor Bonifaz había sido el primero en comprender y aprobar que le ocultaran a mamá lo de Alejandro. Si tía Clelia tenía que guardar cama era necesario encontrar alguna manera de que mamá no sospechara que estaba enferma, pero ya lo de Alejandro se había vuelto tan difícil y ahora se agregaba esto; la menor equivocación, y acabaría por saber la verdad.” (…)

Para seguir leyendo, la continuación puede encontrase aquí http://www.literatura.us/cortazar/enfermos.html
En 2009 el realizador Toni Barragán dirigió el siguiente cortometraje, a partir de una adaptación del cuento:


Nunca es mal momento para (volver a) leer a Cortázar... aunque sea a Deshoras, (título de su último volumen de cuentos, aparecido en 1982).

viernes, 15 de agosto de 2014

Cartas sobre una Sanidad Pública herida


Viñeta de Forges. EL PAÍS, 20 de marzo de 2014

«Visitáronle, en fin, y halláronle sentado en la cama, vestida una almilla de bayeta verde, con un bonete colorado toledano; y estaba tan seco y amojamado, que no parecía sino hecho de carne momia. Fueron dél muy bien recebidos, preguntáronle por su salud, y él dio cuenta de sí y de ella con mucho juicio y con muy elegantes palabras; y en el discurso de su plática vinieron a tratar en esto que llaman razón de estado y modos de gobierno, enmendando este abuso y condenando aquél, reformando una costumbre y desterrando otra, haciéndose cada uno de los tres un nuevo legislador, un Licurgo moderno o un Solón flamante; y de tal manera renovaron la república, que no pareció sino que la habían puesto en una fragua, y sacado otra de la que pusieron; y habló don Quijote con tanta discreción en todas las materias que se tocaron, que los dos examinadores creyeron indubitadamente que estaba del todo bueno y en su entero juicio.»
Don Quijote de la Mancha
II parte. Capítulo I
(De lo que el cura y el Barbero pasaron con don Quijote cerca de su enfermedad)

Las hemerotecas (ahora archivos digitales) son un gran invento. En el caso de la sanidad, echar un vistazo y repasar algunas páginas de los periódicos atrasados suele ser (casi siempre) un ejercicio interesante y saludable para no perder la memoria. Mirar hacia atrás permite hacer balances y recuento, saber dónde estábamos y de dónde venimos, rehacer la historia del deterioro producido en la sanidad pública española como consecuencia de recortes indiscriminados, medidas de ajuste presupuestario y fórmulas privatizadoras impuestas por (desde) el(los) gobierno(s). Es útil releer algunas noticias, recordar algunos artículos editoriales, (Sanidad en caída libre. El País 21 febrero, 2012), volver sobre las páginas de opinión o revisar las cartas al director de los lectores, que son como un eco lejano que llega hasta hoy y reflejan bien la percepción ciudadana sobre esta especie de voladura (des)controlada del sistema sanitario…

Lamentablemente, como ocurre en muchos otros ámbitos de la Administración Pública, el SNS sigue siendo bastante opaco y poco transparente. En realidad, muy poco de cuanto sucede dentro del sistema sanitario llega al conocimiento del ciudadano, salvo cuando le afecta de manera personal o muy directamente. Quienes pueden (o se atreven) suelen explicar “su” caso, que obviamente tiene un sesgo personal, pero que al mismo tiempo suele ser emblemático (es como la “punta del iceberg”) y tiene una gran importancia cualitativa. Estos son algunos ejemplos bastante significativos tomados del diario El País en los últimos meses: 

Desde Cornellá de Llobregat, (Barcelona), Lina Jódar Fernández reflexiona sobre la calidad de la atención sanitaria y escribe una carta en el diario El País (20 de febrero, 2014) en la que cuenta una triste y amarga experiencia con su madre en una “sala de observación” de las urgencias de un hospital público de Cataluña:

«El pasado día 15 de febrero mi madre sufrió una caída casual y sufrió una fractura de fémur. Se le derivó a urgencias donde, tras ser valorada, le dijeron que había que operarla cuando hubiera un hueco. Fue trasladada a una “sala de observación”. Una sala mixta de 20 camas, es decir, hombres y mujeres en una estancia donde no existían divisiones entre camas, ni unas tristes cortinas. Pacientes aislados por gripe A con pacientes de traumatología. Tras 48 horas en urgencias mi madre seguía esperando cama, y finalmente la operaron, eso sí la llevaron al quirófano desde “la plaza de toros” nombre que los usuarios han puesto a esta sala.»

«Es denigrante como familiar y como profesional de la salud que soy (enfermera con 19 años de experiencia), que derechos tan básicos del paciente como el de la “intimidad” se menosprecien de esta manera. Es una vergüenza y un despropósito cuando además hay un montón de camas cerradas. ¡Para que luego nos vengan a decir que los recortes no afectan a la calidad!»

Marco Sebastián Noferini habla también de “degradación de la calidad” en otra carta al director de El País (26 julio, 2014). Escribe desde Vic (Barcelona) unas reflexiones de un zombie somnoliento:

«En estos tiempos de recortes son muchas las veces que hemos oído decir que los recortes en sanidad no habían repercutido en la calidad del servicio, pero queda claro que esto no es así, ya que los recortes en la financiación y en los recursos humanos se han dejado sentir de manera notable. Se cierran quirófanos, se cierran consultas, existe un menor número de camas disponibles en los hospitales públicos, se sobrecarga de trabajo a los profesionales del sector y se eternizan las listas de espera. Hay veces que incluso para poder ser atendido por el propio médico de cabecera has de esperar una semana.»

«Está claro que en un servicio de la importancia de la sanidad es una mera cuestión de tiempo que de una manera u otra nos veamos afectados por la degradación de su calidad, como recientemente me ha sucedido a mí. Hace unas semanas que, notando las terribles consecuencias de no descansar bien, me decidí a visitar a mi médico de cabecera, el cual ante los síntomas que presentaba me diagnosticó un posible problema de apneas del sueño. Para poder confirmarlo me indicó que debía solicitar hora para el neumólogo, cosa que hice al salir de su consulta. Y el resultado fue que se me dio hora para el 15 de enero del próximo año, dentro de algo más de seis meses. Hasta la fecha en cuestión deberé continuar con mis problemas de sueño, cansancio, cefaleas, y las consecuencias que ello me ocasiona en mi carácter y en mi rendimiento laboral porque en mi ciudad, Vic, el médico especialista está sobresaturado de trabajo. Gracias a todos aquellos que con el pretexto de la crisis han puesto su granito de arena para cargarse la sanidad pública, privatizarla y ponerla en manos de poderosos consorcios privados, gestionados en algunos casos por sus amigos o familiares.»

Algunas de las noticias de prensa más llamativas y que suelen generar mayor alarma social se refieren al (elevado) número de camas cerradas en los hospitales durante el periodo estival: Alerta por el número de camas hospitalarias cerradas en verano (El País, 22 de julio de 2014).

Como explicaba también un reciente artículo editorial del mismo diario (Agravar la espera. El País, 1 de agosto 2014), la estrategia (?) de ahorro basada en el cierre de camas, seguida desde hace meses por algunos gestores sanitarios en numerosos hospitales de toda España, ha provocado episodios de inquietud entre enfermos y aglomeraciones en los servicios de urgencia. El cierre de camas permite reducir personal y evitar la contratación de sustitutos. Pero no es cierto, por desgracia, que como dice con ironía otro lector, las enfermedades se van de vacaciones (27 de julio de 2014, El País): reducir el número de camas en servicio supone recortar la actividad asistencial programada, lo que aumenta el número de pacientes en lista de espera y, en consecuencia, el tiempo de demora para recibir atención. Cuanto mayor es la demora, más posibilidades existen de que el estado de los pacientes se agrave y acaben en urgencias, cerrándose así el círculo vicioso. 

Otro tanto puede decirse del recorte de plantillas en el conjunto del sistema sanitario público, que ha supuesto una reducción (Sanidad mermada. El País, 5 de julio 2014) de 28.496 empleados en apenas dos años –entre enero de 2012 y enero de 2014- según datos del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas, sobre una plantilla actual de 476.689 empleados. Una reducción semejante (casi un 6%) en un sector cuya actividad depende en buena medida de los efectivos profesionales tiene, ineludiblemente, consecuencias para la calidad asistencial. La más clara y evidente, sin duda, el aumento de los tiempos de espera, con el consiguiente malestar de los pacientes y usuarios del sistema. La pérdida de satisfacción con el sistema público, que se viene produciendo en los últimos barómetros sanitarios es la huella más visible del efecto de los recortes (Sanidad herida. El País, 17 de agosto 2013). 

No parece ya que ni los ciudadanos ni los profesionales vayan a resignarse y a permanecer impasibles ante algunas de estas medidas (Decidir la sanidad que queremos. El País, 12 de julio 2014). Trabajadores y pacientes de numerosos hospitales públicos de Cataluña (encabezados por Vall d’Hebron y Bellvitge, los dos grandes centros de la comarca de Barcelona) se han manifestado y movilizado contra el cierre de camas. Uno de los episodios más singulares y de mayor repercusión mediática tuvo lugar hace unas semanas en el hospital de Bellvitge, en el una decena de pacientes se “atrincheraron” para evitar la clausura de plantas, negándose a ser trasladados de habitación. El caso resulta más dramático y relevante si se tiene en cuenta que en ese centro se venían produciendo repetidas situaciones de colapso en el servicio de urgencias 

Para añadir más leña al incendio existente, el Consejero de Sanidad, Boi Ruiz, haciendo gala de una gran dosis de cinismo político, se permitió negar la evidencia afirmando en unas declaraciones a Catalunya Radio que “les llistes de espera s’on un altre mite polític, igual que el dels llits”. Sus palabras fueron calificadas de frívolas e irresponsables desde diversas instancias. Una lectora del diario comentaba que debería pedir perdón (El País, 8 de julio 2014). 

Poco después, en el Parlament de Cataluña el grupo ICV-EUiA presentó una moción en la que se censuraba la actuación del Consejero por haber provocado una “reducción de la calidad asistencial, la degradación de los servicios sanitarios de titularidad pública, el aumento de los tiempos de espera y la precarización” de las condiciones laborales de los sanitarios. 

Con estos antecedentes y esta trayectoria, resulta casi grotesco e insólito que la Sociedad Española de Directivos de la Salud (SEDISA-ANDE) haya distinguido precisamente en estos días a Boi Ruiz con el IV Premio SEDISA-ANDE a la “personalidad sanitaria de 2013” destacando su gestión “como conseller de Salut, modificando el modelo sanitario ante la necesaria eficiencia del sistema para hacer posible la sostenibilidad y reorientándolo hacia la prevención y la cronicidad, es ejemplo de la labor profesionalizada que debe realizar un directivo de la salud, más allá de las decisiones y tendencias políticas” (sic). 

En el transcurso de uno de esos frecuentes saraos político-sanitarios celebrado en 2013, el ínclito Conseller de Salut de Cataluña se mostraba partidario de trabajar con “rigor, transparencia y participación”. El Consejero apuntaba entonces que “la diferencia entre los médicos y los economistas es que los primeros trabajan con informaciones incompletas y los segundos con informaciones completas” (sic), por lo que se debe intentar que “las decisiones sean medibles y comparables”. Ruiz hizo hincapié en que “hay que explicar, medir y comparar para poder opinar desde la evidencia y no desde un punto de vista cortoplacista” y reconoció que “la eficiencia ganada ha permitido alcanzar situaciones de equilibrio presupuestario”

En fin… en una interesante columna de opinión, (Curiosa defensa de lo público. El País, 19 de julio 2014) Milagros Pérez Oliva explicaba muy bien el más que evidente conflicto de intereses de esta insigne “personalidad sanitaria”, que en su día fuera presidente de la patronal Unió Catalana d'Hospitals (UCH), y que con su actuación está contribuyendo al más que evidente deterioro y descrédito de la sanidad pública.

PS, Una vez publicada la entrada, el diario El País publica hoy mismo (15 de agosto) dos interesantes artículos, que enlazo a continuación:


lunes, 11 de agosto de 2014

Ver y ser visto: las huellas de la vida

                                                                                                                                                                                                                                                                                                                    Rembrandt. Autorretrato (1669). National Gallery

"La vida es sencilla para el corazón: late mientras puede. Luego se para. Antes o después, algún día ese movimiento martilleante se para por sí mismo y la sangre empieza a correr hacia el punto más bajo del cuerpo, donde se concentra en una pequeña hoya, visible desde fuera como una zona oscura y blanda en la piel cada vez más blanca, a la vez que la temperatura baja, los miembros se endurecen y el intestino se vacía."
Karl Ove Knausgård (La muerte del padre)

Comienzo la lectura en estos días estivales del primer tomo de una de esas obras mayores, escritas “con lucidez existencial y honestidad sanguinaria” que, a juicio de algunos críticos, supone una gesta literaria comparable a las obras de Marcel Proust, Robert Musil o Thomas Mann, en cuyas coordenadas se sitúa. Se trata de La muerte del padre, del escritor noruego Karl Ove Knausgård, la primera de las seis novelas autobiográficas, escritas entre 2009 y 2011, que conforman el ciclo Mi lucha, un ambicioso proyecto en el que a lo largo de más de 3.600 páginas el escritor se confiesa e indaga dolorosamente sobre su pasado, desmenuzando su propia historia y su peripecia vital. Una prosa exacta, minuciosa, adictiva e hipnótica, que consigue convertir la rutina en gran literatura, en acertada expresión de Alberto Manguel.

Casi al comienzo del libro (págs. 35-36) me encuentro con este rotundo y fascinante pasaje, que no me resisto a transcribir íntegramente en el blog:

«Lo único que no envejece de la cara son los ojos. Son igual de claros el día que nacemos que el día que morimos. Es cierto que sus venas pueden reventar y las retinas se vuelven más mates, pero su luz no cambia nunca. Hay un cuadro que me acerco a ver cada vez que voy a Londres y que me conmueve con la misma fuerza cada vez. Es el autorretrato de Rembrandt tardío. Los cuadros del Rembrandt tardío suelen caracterizarse por una rudeza casi inaudita, en la que todo está subordinado a la expresión de ese determinado momento, como resplandeciente y sagrado, hasta ahora algo inigualado en el arte, con la posible excepción de lo que Hölderlin logra en sus poemas tardíos, por muy incomparable que suene, porque donde la luz de Hölderlin conjurada en el lenguaje es etérea y celestial, la luz de Rembrandt es conjurada en el color: el de la tierra, el del metal y el de la materia; pero este cuadro, que se encuentra en la National Gallery, está pintado de un modo algo más cercano al clasicismo realista, más cerca de la expresión del joven Rembrandt. Pero lo que representa es al viejo Rembrandt. A la vejez. Todos los detalles del rostro son visibles, todas las huellas de la vida están estampadas en él, se dejan seguir. La cara tiene surcos, arrugas, bolsas, está ajada por el tiempo. Pero los ojos son claros, y aunque no son jóvenes, al menos parecen fuera de ese tiempo que por lo demás caracteriza su cara. Es como si otra persona nos mirase desde algún lugar más al fondo de la cara, donde todo es diferente.. Más cerca que esto será difícil llegar al alma de otra persona. Porque todo lo que tiene que ver con la persona de Rembrandt, sus costumbres y vicios, los olores y sonidos de su cuerpo, su voz y su vocabulario, sus pensamientos y opiniones, su manera de comportarse, sus defectos y sus achaques, todo lo que constituye una persona a los ojos de los demás, se ha borrado, el cuadro tiene más de cuatrocientos años, y Rembrandt murió el mismo año en que lo pintó, de modo que lo que está retratado, lo que Rembrandt ha pintado, es la mismísima existencia de este ser humano, esa existencia a la que despertaba cada mañana, y que enseguida se le metía dentro de los pensamientos, pero que no eran pensamientos en sí, aquello que enseguida se le metía en los sentimientos, pero que no eran sentimientos en sí, y aquello que todas las noches lo abandonaba al quedarse dormido, al final para siempre. Es esa parte del ser humano que el tiempo no toca, y aquello de lo que la luz de los ojos procede. La diferencia entre este cuadro y los demás cuadros tardíos pintados por Rembrandt es la diferencia entre ver y ser visto. Es decir, en este cuadro se ve a sí mismo, a la vez que él mismo es visto, y supongo que esto sólo era posible en el barroco, con su gusto por el espejo dentro del espejo, el juego dentro del juego, la puesta en escena y la fe en la conexión de todas las cosas, una época en la que la perfección artesanal alcanzó un nivel nunca logrado por nadie ni antes ni después. Pero existe en nuestro tiempo y observa por nosotros.»

El párrafo no deja de ser una descripción bastante precisa de lo que encierra la propia obra: “Todos los detalles del rostro son visibles, todas las huellas de la vida están estampadas en él, se dejan seguir.” Un implacable, riguroso y arriesgado ejercicio de introspección extrema a través del cual el autor se desnuda a sí mismo y se expone ante todos, en coherencia con su afirmación, según la cual: “Escribir es sacar de las sombras lo que sabemos. No de lo que ocurre allí, no de qué clase de actos se realizan allí, sino del allí en sí. Ese es el lugar y la meta de la acción de escribir. ¿Pero cómo llegar hasta ese punto?”.

Vida y literatura, realidad al fin, la novela constituye una dolorosa y controvertida autoficción que intenta conjurar la muerte y al mismo tiempo dar cuenta del proceso de escritura… Una lectura nada convencional y poco recomendable para quienes leen como mero pasatiempo o sólo para confirmar el estado de las cosas. Adentrarse en este libro es una experiencia dura pero absorbente; radical e intensa, incómoda y hostil incluso, pero tal vez imprescindible… que nadie espere, pues, rastro de piedad o concesión alguna en estas páginas. 

sábado, 2 de agosto de 2014

Un «Regimen Sanitatis» Gaélico

En agosto de 2011 este blog al que decidimos bautizar como Regimen Sanitatis 2.0  inició su andadura en la procelosa blogosfera sanitaria, cada vez más activa y poblada. Con un total de 215 entradas publicadas desde entonces, hemos intentado mantenernos fieles a la idea que inicialmente lo animaba y que aparece en su frontispicio a modo de declaración de intenciones: «…recoger también una serie de reflexiones, comentarios y observaciones sobre salud y enfermedad, gestión sanitaria, medicina e historia, sociología, economía de la salud, literatura y otros aspectos relacionados con un ámbito cada vez más incierto y complejo...»

Todos y cada uno de nosotros somos producto y resultado de nuestra propia historia vital, de nuestras decisiones, de nuestras ideas y creencias, de nuestros aciertos pero también –y sobre todo- de nuestros errores, de lo que sentimos, deseamos y alguna vez quisimos, de nuestras esperanzas y de nuestras frustraciones, de nuestras alegrías y de nuestras desdichas, en suma, de nuestra experiencia, del trayecto único y personal que, a pesar de ser intransferible e individual, compartimos y recorremos junto a otros. No estamos solos; tampoco en esta (pequeña) aventura que emprendimos hace ahora tres años. En este camino surcando la blogosfera sanitaria hemos procurado seguir algunos de los consejos y recomendaciones que nos han hecho llegar algunos buenos amigos, (con más conocimiento y experiencia), de manera personal, mediante el correo, con sus comentarios en el propio blog o a través de otras redes sociales. De acuerdo con lo establecido hace ya quince años en una de sus famosas tesis o conclusiones por el Manifiesto Cluetrainhemos intentado siempre mantener una actitud de “…humildad, franqueza y un punto de vista genuino.” En cualquier caso, a todos los que están por ahí, al otro lado de la pantalla, muchas gracias por el apoyo, la comprensión y la paciencia. En buena medida sois (también) responsables de la continuidad de esta iniciativa. Si alguno de los post que hemos ido colgando semana tras semana ha resultado de interés, ha sido motivador o sugerente o tal vez ha servido para volver la vista hacia otros lugares, o descubrir nuevos puntos de vista, eso ya es razón más que suficiente para justificar el tiempo empleado y todo el trabajo desarrollado.

Para conmemorar este tercer aniversario no se me ocurre nada mejor que hacer una breve reseña de una rareza bibliográfica: un curioso Regimen Sanitatis de origen gaélico escocés que, como  todos los tratados de este género, es una recopilación sistemática de consejos higiénico-dietéticos, basados en el conocimiento empírico de antiguos autores, que constituyen todo un régimen de vida para conservar la salud. A partir de una doctrina sólidamente fundada en la tradición hipocrático-galénica, se incluyen consejos higiénicos sobre la comida, la bebida, el sueño o las emociones, en función de la edad, la constitución, el tiempo o la época del año de que se trate.

El presente Régimen Sanitatis o Regla de la Salud procede de un manuscrito médico gaélico del siglo XVI encontrado en el Museo Británico. Consta de sesenta y dos folios de papel vitela, encuadernados con una cubierta de piel adornada por dibujos lineales sencillos. La escritura, como puede verse en la reproducción fotográfica, es bastante legible.
El texto se encuentra incluido en un libro publicado en 1911 con la transcripción en lengua gaélica escocesa y la traducción al inglés. Su autor, el Dr. H. Cameron Gillis publicó la obra en Glasgow. En el Prefacio, fechado en diciembre de 1910, explica que se trata del primer esfuerzo definitivo llevado a cabo para recuperar los viejos manuscritos médicos gaélicos que habían permanecido desconocidos durante siglos. Un trabajo al que se vio impulsado por un cierto sentido del patriotismo, por amor a su lengua y por la obligación moral de dar a conocer la historia de la medicina de su país.

Según explica en la Introducción, el tratado perteneció a John MacBeath, de la notable familia con ese nombre, que fueron médicos hereditarios de los señores de las islas y de los reyes de Escocia durante varios siglos. No menos de setenta y seis médicos llamados Macbeth o Beaton, ejercieron la medicina en Escocia entre 1300 y 1700.

“Al parecer, el volumen se mantuvo en la familia MacBeath durante muchas generaciones, pero cómo encontró su camino a Inglaterra, me temo que ahora no puede ser conocido con seguridad”, afirma H.Cameron Gillies.

El texto se compone de los siguientes siete breves capítulos:

·     Capítulo I. Regimen Sanitatis. En el que se explica que hay tres aspectos de la regulación de la salud: Conservatium, es decir, la necesidad de proteger o mantener el estado de buena salud; Preservatium, es decir, prevenir o prever la enfermedad, y Reductium, es decir reorientar y restaurar el estado de salud. Conservatium es lo que debe hacerse en los hombres sanos. Preservatium es lo correcto en aquellos que están débiles o están perdiendo la salud. Reductium es necesaria en quienes ya están enfermos.
·         Cap. II. Sobre la cantidad de alimentos (y bebidas) que deben tomarse.
·         Cap. III. Del orden de la dieta y la ingesta de los alimentos.
·   Cap. IV. Sobre el tiempo (y de cómo las comidas deben ser más o menos abundantes. según la época del año).
·        Cap. V. En relación con el tiempo de las comidas.
·       Cap. VI. Del hábito y de la costumbre. Decía Aristóteles que la excelencia moral es el resultado del hábito: Nos volvemos justos realizando actos de justicia; templados, realizando actos de templanza; valientes, realizando actos de valentía...
·        Cap. VII. Sobre la edad y el temperamento.

Merece la pena echar un vistazo por encima para comprobar el enorme sentido común y práctico que impregna toda la obra, que finaliza como sigue:

And this is sufficient though a great deal more might be said here. (Es decir: ...Y aunque podría decirse mucho más, esto es suficiente).

Hoy terminamos esta entrada especial con una preciosa canción coral que es la banda sonora del lanzamiento de un canal de la BBC con ese nombre: Alba, el nombre en gaélico de Escocia,  interpretada por un grupo de hombres y mujeres de esa hermosa tierra.
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