viernes, 30 de agosto de 2013

Profesionalismo y «social media» (I)

Escribíamos en dos de las primeras entradas publicadas en este blog, (hace ya más de dos años), sobre ética y profesionalidad:


Hablábamos entonces del denominado Medical Professionalism Project (Proyecto de Principios y Responsabilidades de la profesión médica en el nuevo milenio), presentado en 2002 por la Federación Europea de Medicina Interna, la Fundación ACP-ASIM (American College of Physicians-American Society of Internal Medicine) y la Fundación ABIM (American Board of Internal Medicine).

A partir de la idea compartida de que el compromiso (y la responsabilidad) de la práctica médica con los pacientes se enfrentaba a importantes desafíos, derivados de los cambios que se están produciendo en la sociedad actual, estas organizaciones constataron que la concepción básica y las ideas fundamentales sobre la profesión que tienen los facultativos de sistemas sanitarios muy diversos guardan gran similitud. La iniciativa se publicó de manera simultánea en varias revistas médicas como Lancet, (Lancet 2002;359(9305):520-2), Annals ofInternal Medicine (Ann Intern Med 2002;136(3):243-6) y Medicina Clínica (Med Clin (Barc) 2002;118(18):704-6) en un artículo especial titulado: La profesión médica en el nuevo milenio: Estatutos para la regulación de la práctica médica.

El preámbulo de aquel documento establecía que «la profesión constituye la base del contrato de la medicina con la sociedad»El ejercicio de la profesión exige situar los intereses de los pacientes por encima de los del propio médico, fijar y cumplir los estándares de competencia e integridad y prestar a la sociedad un asesoramiento experto en materia de salud. Los principios y responsabilidades de la profesión médica deben ser perfectamente entendidos tanto por los profesionales como por la sociedad en su conjunto. Es esencial para este contrato que la población confíe en los médicos; para que exista esta confianza es necesario que tanto cada facultativo en particular, como la profesión en general, demuestren su integridad.

Para ello se establecían un compendio de (diez) compromisos profesionales:

Compromisos y responsabilidades profesionales

      Compromiso con la competencia profesional
      Ídem de honestidad con los pacientes
      Ídem con la confidencialidad
      Ídem con el establecimiento de relaciones apropiadas con los pacientes
      Ídem con la mejora de la calidad de la atención sanitaria
      Ídem con la mejora en el acceso a la asistencia sanitaria
      Ídem con la distribución justa de los recursos finitos (equidad)
      Ídem con el conocimiento científico
      Ídem con el mantenimiento de la confianza gestionando los conflictos de interés
      Ídem con las responsabilidades profesionales.

Tal vez algunos puedan considerar que se trata de ‘mera palabrería’ o una simple enumeración retórica de buenas intenciones, pero desde luego constituye el núcleo esencial de esa empresa ética y humana que es el cuidado y la atención sanitaria. Un decálogo aplicable y asumible sin duda por cualquiera de (todas) las profesiones sanitarias, no sólo por los médicos. Transcurridos más de diez años de su elaboración, la conclusión de aquel documento sigue estando plenamente vigente (las negrillas son nuestras):

«La práctica de la medicina en la actualidad se enfrenta a desafíos sin precedentes en casi todas las culturas y sociedades. Estos desafíos se centran en las crecientes disparidades existentes entre las necesidades legítimas de los pacientes, los recursos disponibles para satisfacer dichas necesidades, la creciente dependencia de las fuerzas del mercado para transformar los sistemas sanitarios y la tentación de los médicos de abandonar su compromiso de velar por el bienestar de los pacientes. Con vistas a mantener la fidelidad del contrato de la medicina con la sociedad en estos tiempos difíciles, creemos que el cuerpo médico debe reafirmar su acatamiento activo de los principios de la profesión, en los que no sólo se engloba el compromiso personal de velar por el bienestar de los pacientes, sino también los esfuerzos colectivos por mejorar los sistemas de asistencia sanitaria en pro del bienestar de toda la sociedad. Los presentes Estatutos de la profesión médica tienen por objeto alentar dicho cumplimiento y presentar un programa de acción de alcance universal.»

En fechas más cercanas, advirtiendo que las tecnologías on line presentan tanto ventajas y oportunidades como desafíos para el profesionalismo médico (sanitario), el American College of Physicians y la Federation of State Medical Boards han presentado un documento de (toma de) posición que pretende orientar a los médicos para (intentar) conseguir el equilibrio adecuado entre el aprovechamiento de las oportunidades y los cambiantes retos inherentes a la propia tecnología y a sus usos.

Entre mayo de 2011 y octubre de 2012 tras una revisión de la literatura existente y la discusión de varios borradores, dos comités especiales sobre ética y profesionalismo de ambas organizaciones elaboraron una declaración final que establece la posición oficial y pretende servir de guía y orientación a los profesionales en el abordaje de estas cuestiones. El documento definitivo se ha publicado en abril de 2013 (Ann Intern Med. 2013;158:620-627): Online Medical Professionalism: Patient and Public Relationships: Policy Statement From the American College of Physicians and the Federation of State Medical Boards.

La declaración incluye cinco enunciados o proposiciones:

1. Las normas o estándares para las interacciones profesionales deben ser coherentes a través de cualquier forma de comunicación entre médicos y pacientes, procurando especialmente preservar la relación y mantener la confidencialidad, la privacidad y el respeto. El uso de social media por los pacientes puede llevarles, en algunos casos,  a asumir riesgos o comportamientos contrarios al mantenimiento de la salud y pueden comprometer la confianza entre las dos partes. El documento insta a los médicos para evitar el uso de los foros on line para divulgar o airear las frustraciones. El correo electrónico y otros medios sociales de comunicación pueden complementar, pero nunca remplazar o sustituir al encuentro personal cara a cara.

2. Los médicos deben esforzarse en mantener separadas las esferas profesional y social y comportarse profesionalmente y con cautela en ambas. Deben ser conscientes de que la información publicada on line puede difundirse ampliamente de forma muy rápida o sacarse fuera de contexto.

3. Las comunicaciones electrónicas sólo deben utilizarse por los médicos en una relación médico-paciente ya establecida y con el consentimiento del paciente. La documentación de estas comunicaciones debe incluirse en la historia clínica del paciente, y los médicos deben conocer y ser conscientes de los requisitos legales establecidos para estas comunicaciones en cada caso.

4. Los médicos deben valorar la conveniencia de revisar periódicamente su presencia en ranking de sitios o páginas Web y otras fuentes on line y corregir la información errónea o inexacta.

5. Internet tiene un alcance muy lejano y a menudo permanente. Los médicos, los profesionales en formación y los estudiantes de medicina deben ser conscientes de que tiene implicaciones para su futura vida profesional. Usar la configuración de privacidad, limitar el acceso a la información personal y mantener separadas las esferas social y profesional redundan en el mejor interés personal de los médicos.

Las instituciones deben tener políticas propias sobre el uso de los medios digitales, concluye el documento; la educación sobre un uso ético y profesional de estas herramientas es fundamental para mantener un ambiente respetuoso y seguro para los pacientes, el público y los propios médicos. Dado que los pacientes seguirán acudiendo a la Web en busca de información o asesoramiento sanitario, los médicos deben mantener una presencia activa y profesional, dirigiendo a los pacientes hacia fuentes de información fiables y rigurosas.

Estas orientaciones constituyen un punto de partida y tendrán que ser modificadas y adaptadas a medida que vayan surgiendo (nuevos) avances tecnológicos y mejores prácticas. Se anima a los médicos a que adopten un enfoque proactivo en la gestión de la identidad digital realizando una vigilancia rutinaria y periódica del material disponible para el público y mantener la configuración de estricta privacidad sobre su información. Resulta imprescindible que los médicos se familiaricen con estas tecnologías para poder guiarse a sí mismos y a sus pacientes, mientras navegan por el terreno (valga el oxímoron) de Internet.
(Continuará...)

martes, 27 de agosto de 2013

Health Web Science ¿Nueva(s) ciencia(s)?

Foto: Jacob Earl (vía flickr)

«No hay sabios que gustosamente no colocaran la ciencia de la que se ocupan en el centro de todas las ciencias, casi en la misma forma que los hombres primitivos se colocaban en el centro del mundo, persuadidos de que el universo había sido creado por ellos. Las profesiones de muchos de estos sabios, examinándose filosóficamente, encontrarían, posiblemente, incluso, además del amor propio, causas de peso suficiente para su justificación.»

D’Alembert. Discours préliminaire de l'Encyclopedie
Ciencia e interdisciplinariedad

En el campo de la filosofía de la ciencia, los criterios de demarcación se refieren al problema de definir los límites que deben configurar el concepto “ciencia”, definiendo y estableciendo las fronteras entre lo que es conocimiento científico y no científico, es decir entre ciencias y pseudociencia, metafísica, religión u otras creencias.

La ciencia es un conjunto de conocimientos estructurados sistemáticamente. Es sobre todo a partir del siglo XIX, con el importante crecimiento y desarrollo del conocimiento científico-técnico, cuando surgen numerosas ramas o disciplinas científicas, algunas a partir de la fragmentación de ciencias anteriores o bien mediante la yuxtaposición de parcelas establecidas previamente por otras, es decir mediante la interdisciplinariedad.

Cualquier clasificación o intento de sistematización de las ciencias (ciencias naturales, formales, ciencias sociales, etc.) es necesariamente cambiante y provisional. La situación actual es la de una gran división entre las ciencias y sus conexiones metodológicas y de contenidos, con una creciente especialización tanto en la investigación como en el ámbito académico, que obliga a una búsqueda continua de integración de las teorías, métodos, instrumentos, y, en general, de la práctica científica de diferentes disciplinas, a partir de una concepción multidimensional de los fenómenos, y del reconocimiento de la insuficiencia y del carácter limitado de los enfoques científicos por separado. En definitiva es una “apuesta por la pluralidad de perspectivas”, el diálogo y el intercambio productivo de saberes frente al aislamiento y ‘ensilamiento’ de las diversas disciplinas, y sin caer en un simple y vulgar eclecticismo.

Ya en 1966, el epistemólogo Carl G. Hempel dibujaba una sugerente imagen, compatible con este enfoque interdisciplinar, que resulta enormemente atractiva y actual:

«La sistematización científica requiere el conocimiento de diversas conexiones, mediante leyes o principios teóricos, entre diferentes aspectos del mundo empírico que se caracterizan mediante conceptos científicos. Así los conceptos de la ciencia son nudos en una red de interrelaciones sistemáticas en la que las leyes y los principios teoréticos constituyen los hilos... Cuantos más hilos converjan o partan de un nudo conceptual, tanto más importante será su papel sistematizado o su alcance sistemático.»

La “Health Web Science”

Hace unos días ha llamado nuestra atención un artículo publicado en el siempre interesante Journal of Medical Internet Research: The Emergent Discipline of Health Web Science (J Med Internet Res 2013;15(8):e166) en el que sus autores desarrollan algunas ideas presentadas en la Conferencia Medicine 2.0 de Boston, en 2012.

Sostienen que los debates y discusiones sobre las implicaciones para la clínica y la investigación sanitaria de la adopción generalizada de las tecnologías de la información, incluida la Internet, han sido subsumidos bajo la etiqueta, no exenta de tensiones y controversias, de Medicina 2.0. En este artículo, sin embargo, exploran y se interrogan acerca de la contribución y el papel del floreciente campo de la [denominada algo ampulosamente, a mi juicio] Web Science (entre otros por sir Tim Berners-Leeen relación con el mantenimiento de la salud, la atención sanitaria y la política sanitaria. A partir de aquí, presentan lo que denominan Health Web Science (“Ciencia de la Sanidad en la Web”) como una subdisciplina de la Web Science, que sería distinta pero superpuesta a la Medicina 2.0.

La Health Web Science (HWS) pretende comprender la interacción entre la salud, las ciencias de la salud y la Web, a través de la óptica académica de la Web Science. Surge como respuesta a la yuxtaposición de la crisis global de la atención sanitaria y la emergente ciencia de la Web, considerando que ésta ha afectado y está siendo afectada por todos los aspectos de la investigación y de la provisión de asistencia sanitaria. Desde este planteamiento existe una clara necesidad de unir los intereses pertinentes sobre los usos de la Web relacionados con la salud bajo la rúbrica HWS. Se define por tanto como un subgrupo específico de dominio dentro de la Web Science que busca comprender y describir cómo la Web conforma y es conformada a su vez por la medicina y los (eco)sistemas de atención sanitaria. A través de esta información, la HWS puede ayudar a (re)diseñar la Web y las tecnologías Web para facilitar los esfuerzos relacionados con la salud y capacitar a los profesionales sanitarios, pacientes, investigadores, y establecer comunidades. Las actividades relevantes de la HWS incluirían la síntesis, 'curación' y el descubrimiento de las páginas Web que contienen información de (sobre) salud; la estructura y utilización de redes sociales para el apoyo a grupos de pacientes; la anotación semántica y la vinculación de datos para facilitar el análisis y la exploración mecanizada de registros e historias clínicas. En términos generales el enfoque de la HWS estaría por tanto más alineado con grupos externos a la comunidad médica y aliado con disciplinas de otros agentes o partes interesadas no médicas, en contraposición con los intereses de la Salud 2.0/Medicina 2.0, cuyo alcance y perspectiva refleja más las agendas y el punto de vista de los profesionales, en particular de médicos y pacientes.

Los autores consideran que las motivaciones para establecer y dar carta de naturaleza a la HWS como disciplina son múltiples. Los avances científicos son impulsados cada vez más mediante herramientas y aplicaciones informáticas avanzadas utilizando la Web como vehículo; es importante por tanto entender y describir la manera específica en la que se utiliza y diseña la Web para la investigación sanitaria, la investigación clínica y la práctica clínica. Además, es deseable también como una forma de apoyar a los ciudadanos y usuarios que utilizan la Web para recopilar información sobre salud y bienestar y encontrar posibles fórmulas para prestar apoyo social a los pacientes y cuidadores. Finalmente, se encuentra la motivación de mejorar la eficacia y la eficiencia de la atención sanitaria. Esta es una razón que resulta particularmente pertinente y oportuna desde que la mejora de la calidad y la contención de costes se han convertido en prioridades internacionales, a medida que los gobiernos, los empresarios y los consumidores se enfrentan con los costes crecientes de la atención sanitaria. La HWS considera que estas motivaciones pueden superarse mediante un estudio exhaustivo para comprender los límites actuales y las propiedades de la Web en relación con la salud, así como para informar el diseño de nuevas formas de utilizar y diseñar la Web para maximizar su función como recurso de salud.

En 2010, un estudio aparecido también en el Journal of Medical Internet Research: Definition of Health 2.0 and Medicine 2.0: A Systematic Review (J Med Internet Res 2010;12(2):e18) daba cuenta de una revisión bibliográfica sistemática (de más de 1.900 artículos) de los conceptos de Salud 2.0 y Medicina 2.0, y llegaba a las siguientes conclusiones:

Salud 2.0/Medicina 2.0 son todavía conceptos en evolución y desarrollo. El estudio identificó hasta 46 definiciones únicas de Salud 2.0 y Medicina 2.0; se encontraron siete temas recurrentes: Web 2.0 y tecnología; pacientes y usuarios; profesionales; redes sociales; contenidos/información de salud; colaboración; y cambio en la atención sanitaria. No existe (aún) un consenso general en la definición de Salud 2.0/Medicina 2.0. Los autores esperaban que el estudio pudiera contribuir a la construcción del concepto de Salud 2.0/Medicina 2.0 y facilitar la futura discusión e investigación para lograr un marco conceptual claro.

No está claro que hayamos avanzado mucho en este sentido. Sí es evidente y parece bastante claro que la prestación de asistencia sanitaria está experimentando un cambio revolucionario a medida que el conocimiento está más descentralizado. La relación médico-paciente es un buen ejemplo de ello: el paso desde un modelo vertical en el que el médico posee el conocimiento experto, hacia un modelo de toma de decisiones compartida. Esta transformación se está consiguiendo gracias a la Web de documentos enlazados y a la utilización de la Web Social por los pacientes. Los resultados pueden comprobarse fácilmente por el aumento del "poder de los pacientes" y la creciente influencia de los grupos de pacientes en la interacción con los profesionales sanitarios. Tales avances facilitan el intercambio de experiencias (positivas y negativas) de los pacientes y sirven para difundir información de manera mucho más eficaz. La velocidad del cambio en los avances tecnológicos es exponencial, dando lugar a la "singularidad de la atención sanitaria", en la que el flujo de información de la investigación a la práctica es instantáneo.

En conclusión, los autores que postulan la configuración como disciplina autónoma de la HWS sí consideran que ésta tiene un papel que desempeñar para explicar los aspectos de la Web que contribuyen a una medicina personalizada, predictiva, preventiva y participativa. Estas aportaciones se producen en el contexto de la intersección tecnológica entre expertos médicos, ‘pacientes expertos’ y una difusión del conocimiento cada vez más rápida. Tiene el potencial para ‘descubrir’ los secretos de los big data en un marco de gobernanza cuidadosamente regulado y ayudar en la separación entre la Web real y la Web de ficción. Puede transformar la naturaleza genérica de la información de Internet, haciéndola relevante y aplicable para un paciente individual y concreto. La HWS consiste así en la búsqueda de nuevas vías para proporcionar información médica pertinente, precisa, personalizada, experta y orientación basada en la evidencia a los pacientes para manejar su propia atención sanitaria. Tras el impulso inicial de esta disciplina emergente, el diálogo debe continuar para que las distintas comunidades de agentes y partes interesadas puedan educarse mutuamente unos a otros para mayor beneficio de la sociedad…

Así las cosas, no sé si es realmente necesario establecer como tal una “nueva” área de conocimiento académico o darle el estatuto de “ciencia”. En cualquier caso si parece muy conveniente seguir manteniendo un espíritu crítico, constructivo y abierto… sin necesidad de inventarse nuevas categorías o clasificaciones (reduccionistas) que en el fondo tal vez no escondan sino particularismos o intereses muy concretos, “además del amor propio”, como ya decía D’Alembert hace más de dos siglos.
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viernes, 23 de agosto de 2013

La catástrofe de la I+D+i

Foto: Andrew Moore

Un escándalo y una vergüenza. No se me ocurren otras palabras para calificar lo que está ocurriendo con la ciencia y la investigación en este país. Parece que regresamos al espíritu del tristemente célebre ¡Que inventen ellos!, proferido al parecer por don  Miguel de Unamuno hace ya más de cien años, en uno de sus arrebatos místicos, reaccionarios y tecnofóbicos.
Trascribo sin más -incorporando algunos enlaces de interés que pueden ayudar a entender mejor la magnitud del problema-, la tribuna de opinión en forma de carta al Presidente del Gobierno, que la investigadora Amaya Moro-Martín publicaba hace unos días en el diario El País (20-8-2012). Desprende sobre todo frustración, tristeza y amargura a partes iguales, reflejando el estado de ánimo de muchos cientos de investigadores que luchan contra lo que supone un auténtico desmantelamiento de la ciencia en España y que solo puede considerarse como una auténtica catástrofe. Este es el texto:

«Estimado Sr. Presidente,

Aprovechando el periodo estival, y para minimizar los costes de mi próximo traslado trasatlántico, estoy haciendo limpieza de mi oficina en el CSIC y me gustaría devolverle algunos documentos que ya no voy a necesitar.

Adjunto le devuelvo el certificado oficial de haber superado positivamente la evaluación del Programa I3, el Programa de Incentivación de la Incorporación e Intensificación de la Actividad InvestigadoraAgradezco el detalle del Ministerio de Economía y Competitividad pero, en el contexto actual de la investigación en España, no entiendo los conceptos “incentivación”, “incorporación” e “intensificación” (tampoco el de “actividad investigadora”, más allá de la basal). Gracias de todos modos por comunicarme que soy “apta” para investigar; del feedback de la comunidad científica uno no se puede fiar.

Así mismo le devuelvo la homologación española del título de doctor que obtuve en EEUU y la docena de documentos necesarios para su trámite. Todos los documentos vienen con la apostilla de la Haya y las consiguientes firmas del Gobernador del Estado, traducciones oficiales y copias compulsadas con las firmas del Cónsul español en Nueva York. Se incluyen las descripciones detalladas de todas las asignaturas cursadas, que resultaron de mucho interés tanto para el Gobernador como para el Cónsul. Afortunadamente España lidera la cruzada de las homologaciones. Fuera de nuestras fronteras cualquier título original vale, un verdadero escándalo.

El documento que guardo con más cariño, y que también le devuelvo en este envío, es el BOE que describe mi contrato bajo el programa Ramón y Cajal. Subrayado en amarillo encontrará el párrafo donde se detalla el compromiso explícito de, superadas las evaluaciones pertinentes, convocar una plaza con el perfil del investigador contratado. Fue ese párrafo el que me hizo poner fin a más de una década en EEUU. También le devuelvo otro BOE, el de la Ley de la Ciencia, que reafirma ese compromiso de estabilización laboral, introducido precisamente por su grupo parlamentario en el Senado. Le envío esos documentos en una bolsa hermética, son puro papel mojado.

Por el mismo conducto le envío las 700 páginas de certificados y documentos que tenía preparados para el día en que se convocara una plaza con mi perfil, algo que nunca ocurrió. Es la documentación requerida para acreditar la veracidad de mi currículum. Recopilar esa documentación fue una labor de investigación tremendamente gratificante. Sepa usted que en los muchos trabajos que he solicitado fuera de España la documentación requerida es algo más escueta, aproximadamente de 10 páginas: un plan de trabajo y un breve currículum, que no hay que justificar porque la comunidad científica opera con un código de honor. Si quiere un día se lo explico. Sepa usted también que nunca he podido presentarme a una oposición en una universidad española por no tener la acreditación de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación, acreditación que, por otro lado, sólo se consigue si uno tiene una vinculación previa con una universidad española. Es curioso que ni la Universidad de Princeton ni la Universidad de California en Berkeley, donde hice hace unos años sendas entrevistas de trabajo para plazas de profesor, echaran en falta dicha certificación de aptitud. Quizá la permeabilidad tenga algo que ver con la excelencia, ahora que estamos tan preocupados por los rankings internacionales.

También le devuelvo la carta que la Fundación española para la Ciencia y la Tecnología tuvo el detalle de enviarme hace unas semanas a mi antigua dirección en la Universidad de Princeton. El objetivo de dicha misiva es realzar la “marca Españacon un programa denominado “Ciencia Española en el Exterior”. Sepa usted que me trasladé a España hace cinco años y cuando emigre próximamente la ciencia que haga ya no será española, ni será gracias a España; seguiré haciendo ciencia a pesar de España. No se molesten en enviarme esa misma misiva a mi nuevo centro de trabajo en NASA. Ese esfuerzo ímprobo que han realizado ustedes para localizar a investigadores españoles en el extranjeroque ha llegado incluso a recopilar los viejos correos electrónicos de los que habíamos regresado hacía años, podrían canalizarlo en contactar con los investigadores que todavía están en España y cuya permanencia en el país pende de un hilo. Quizá sea interesante evaluar el alcance del problema, analizar las causas y diseñar una estrategia para buscar soluciones. ¿Cómo, que no sabe a qué problema me refiero? Al de la fuga de cerebrosesa realidad sangrante que su equipo describe como un “topicazo”. Les sugiero un nuevo eufemismo para su colección: inquietud laboral.

Ya sé que tiene usted copia porque la dejamos en el Registro de Entrada, pero permítame enviarle de nuevo el CD con las 50.000 firmas de la primera Carta abierta por la Ciencia y otro con las 80.000 firmas de la segunda. Y una sugerencia: en la verja del Ministerio de Economía y Competitividad, cuyas puertas cerraron a cal y canto el pasado 14 de junio ante la llegada de la mayor manifestación de investigadores en la historia de España, tenga usted disponible, por favor, un rollo de celo. Lo digo para que podamos pegar en la verja la siguiente carta abierta por la ciencia, como pasó con nuestra última carta. O ponga usted un corcho. Entiendo que ambas cosas, el celo y el corcho, excedan el presupuesto de la I+D(*) en España; nos apañamos con uno u otro.
También le devuelvo todas las afirmaciones que su equipo ha hecho de cómo España sigue apostando por la I+D(*).

Deduzco que esa apuesta fue hecha en Eurovegas y perdimos. Le devuelvo esas afirmaciones con el mismo afecto con que las recibimos. En realidad usted personalmente no miente, porque no ha dicho nada, absolutamente nada al respecto. Pero aquí le envío los contactos de los 156 periodistas nacionales e internacionales con los que hasta ahora he tenido el placer de hablar sobre su política científica, por si algún día se decide a decirles algo sobre este asunto. Somos todo oídos.

En este abultado envío también le adjunto mi certificado de empadronamiento y dudo si devolverle o no el pasaporte de mi hija de nueve meses; tiene doble nacionalidad pero nuestro futuro en España es tan incierto que me pregunto si volverá a necesitar el pasaporte español. Ahí le van. Se los envío con un nudo en la garganta, el nudo doble de los que se enfrentan a la emigración por segunda vez.

Por último, y a cambio de todos estos documentos que le devuelvo, le pido tan sólo una cosa: devuélvame usted mi dignidad como investigadora, y en el mismo envío, si no le es mucha molestia, devuélvasela a toda la comunidad de investigadores en España, y no se olvide de los de humanidades.

Mariano, durante su legislatura la investigación en este país se está hundiendo irremediablemente hacia el abismo de la fosa de las Marianas. Y si bien es cierto que nuestros colegas científicos han descubierto que hay vida allá abajo, sepa usted que es bacteriana.

Un cordial saludo,
Una investigadora.»
(*) P.S. I+D significaba Investigación y Desarrollo.

[Amaya Moro-Martín es investigadora Ramón y Cajal del CSIC y promotora de la Plataforma Investigación Digna]

Pues eso: un auténtico escándalo y una vergüenza. Mientras tanto, por estas tierras, los responsables del ramo anuncian ahora la próxima aprobación de un Plan Estratégico de Desarrollo y Gestión de la Investigación e Innovación en el SESCAM que incluirá la mejora del soporte metodológico, la centralización de la gestión de la investigación y la resolución definitiva de los aspectos financieros, entre otras cosas. Además, propiciará una mayor sinergia con la Universidad de Castilla-La Mancha para el desarrollo de la actividad investigadora y realizará nuevos convenios.” (sic).

La verdad es que es todo tan triste que se queda uno sin palabras…

lunes, 19 de agosto de 2013

El deterioro sanitario

                                                                                                                                                                                               Foto: Luca Rossato (flickr)





«El sistema sanitario público español empieza a acusar los efectos de los recortes y de unas reformas (copagos, privatizaciones) que se han emprendido sin las suficientes explicaciones y en contra de gran parte de los usuarios y los profesionales.»

Sanidad herida. Éste es el elocuente título del artículo editorial del diario El País (17-8-2013) en el que comenta el Barómetro Sanitario hecho público -casi de tapadillo- en la misma semana por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. (Por cierto que, dicho sea de paso, tampoco parece casual la fecha elegida, justo el día antes de un largo puente en pleno mes de agosto vacacional).
Los resultados globales del Barómetro no consiguen ocultar el hecho de que se ha producido un significativo y paulatino descenso en la confianza de los ciudadanos en la sanidad pública. En 2010 un 73.9% de la población consideraba buena o muy buena la sanidad pública; en 2011 este porcentaje bajó al 73.1%, situándose en 2012 en un 70.6%, un descenso de dos puntos y medio. 

Es sabido (y resulta bastante lamentable) que, con demasiada frecuencia, la lectura e interpretación de este tipo de estudios suele hacerse desde posiciones interesadas, que incorporan notables sesgos y valoraciones a menudo poco objetivas, dependiendo del punto de vista de quién opina. En este caso, (llevados sin duda por un irrefrenable deseo de transmitir mensajes positivos) la misma Nota de Prensa del Ministerio destaca como titular:

"Ocho de cada diez ciudadanos que usaron la sanidad pública en 2012 afirman que la atención fue buena o muy buena" (sic).

No está mal una 'ligera' desviación del 10% para convertir de manera casi taumatúrgica un porcentaje del 70.6% en un redondo ocho de cada diez (!!)



Ilustrados y esclarecidos portavoces del partido gubernamental se han apresurado también a realizar su particular lectura triunfalista, llevando el agua a su molino e insistiendo (mira por donde), en esa misma idea-fuerza: “…8 de cada 10 encuestados que han utilizado la sanidad pública aseguran que la atención clínica en los diferentes niveles asistenciales fue buena o muy buena.”
La pregunta sobre el grado de satisfacción con el modo en que el sistema sanitario público funciona en España, en una escala de 1 a 10 (de muy insatisfecho a muy satisfecho), es respondida con una “nota media” global de 6.57 (con un rango entre las distintas CC.AA. que va desde el 7.38 en Aragón al 5.85 en Canarias). 

Es decir, casi a modo de resumen cabría decir que los ciudadanos españoles siguen valorando de forma positiva al sistema sanitario público, y le dan una buena nota general, aunque el nivel de satisfacción global cae por primera vez desde 2004.

Entre las preguntas que figuran en la encuesta, uno de los descensos más llamativos se registra en las que inquieren sobre si una serie de servicios (atención primaria, atención especializada, atención hospitalaria...), han mejorado, han empeorado o siguen igual respecto a los últimos cinco años. Las series temporales muestran que en un solo año, entre 2011 y 2012, la percepción de que han empeorado se incrementa notablemente:
  • En 2011 solo un 10.71% de los encuestados creían que la atención primaria había empeorado. En 2012 ya son el 19.76%. Al mismo tiempo, los que opinan que ha mejorado bajan del 41.14% al 30.62 %.
  • Sobre atención especializada, en 2011 el 11.83% consideraban que había empeorado. En 2012 suponen casi el doble, un 22.05%. Mientras, los que opinan que ha mejorado disminuyen desde un 34.72% hasta el 25.58%.
  • Los datos sobre atención hospitalaria muestran que en 2011 un 10.52% creía que había empeorado. Este porcentaje se duplica en 2012, al subir hasta un 21.09%. Los que consideraban que ha mejorado, un 37.72%, bajan ahora hasta el 27.34%.
El Barómetro, con interesantes datos desagregados para todas las CC.AA., recoge también una subida del 64% en el número de ciudadanos que considera que (el problema de) las listas de espera han empeorado en el último año. En 2011 suponían el 18.17%, es decir, menos de uno de cada cinco; en 2012 el porcentaje sube hasta el 29.97%, con lo que casi uno de cada tres ciudadanos percibe un empeoramiento de este problema. (Hay que tener en cuenta que la pregunta del barómetro sobre las listas de espera es general, incluyendo tanto las de pruebas diagnósticas como las de consultas de especialidades o las quirúrgicas). 

La encuesta del Barómetro se realizó en tres oleadas entre marzo y noviembre de 2012 y, como vemos, a pesar de la propaganda oficial se constata un creciente deterioro de la confianza ciudadana en la sanidad pública.

Estos resultados coinciden sustancialmente con los de otro importante y reciente estudio publicado el pasado mes de junio que, a pesar de su evidente interés, ha pasado bastante más inadvertido: "La calidad de los servicios públicos y la actitud de los ciudadanos hacia las medidas modernizadoras de la Administración Pública", elaborado por el Observatorio de la Calidad de los Servicios Públicos de la AEVAL (Agencia Estatal de Evaluación de Políticas Públicas y la calidad de los Servicios).

A partir de una encuesta específica realizada en el verano de 2012 por el CIS, el documento analiza la evolución hasta ese año 2012 de la satisfacción de los españoles respecto a distintas políticas y servicios públicos y su opinión sobre el gasto público en dichos servicios.

Los resultados reflejan que solo uno de cada dos ciudadanos está satisfecho con el funcionamiento de la Administración después de tres años anteriores de tendencia al alza en la valoración hacia los servicios públicos. Así, tras el pico de valoración positiva de 2011, con un 63% de usuarios satisfechos, en 2012 la proporción desciende por debajo del 50%. Además, casi el 40% de los encuestados considera que el funcionamiento de los servicios públicos en general es peor o mucho peor que en 2007, a las puertas de la crisis. Una cifra superior a los que creen que han mejorado o que permanecen igual, cercanas al 30% en cada una de las opciones.

Aunque con un lenguaje lleno de las correspondientes reservas y matizaciones –lógicas en una publicación oficial- las conclusiones del propio informe son bastante claras (y desalentadoras):

«...los datos sobre la satisfacción con los servicios públicos en general (sin especificar ningún sector de política concreto) no reflejan resultados positivos en 2012 ya que, por un lado, el porcentaje de insatisfechos es algo más elevado que en años anteriores y, por otro, el porcentaje de los mismos es mayor que el de satisfechos en algunos casos. Al mismo tiempo, a pesar de que una mayoría de ciudadanos cree que los servicios funcionan mejor o igual que hace cinco años, se ha incrementado en veinte puntos el porcentaje de quienes creen que estos servicios funcionan peor o mucho peor.»

«…la valoración de algunos de los servicios sectoriales analizados también han empeorado. Tanto en el caso de la sanidad pública (centros de salud y hospitales), como de la educación pública y los servicios sociales, los transportes públicos y los servicios de la administración de justicia, el año 2012 ha traído un descenso del número de satisfechos.»

«...la evolución negativa de la satisfacción ciudadana con los servicios públicos puede estar relacionada quizá con un empeoramiento real de los servicios, pero también con una extendida preocupación por los efectos sobre la calidad de los servicios de los ajustes presupuestarios o incluso por el futuro de tales servicios en el contexto de crisis y austeridad actual.»

En cualquiera de los casos, tanto el Barómetro Sanitario, como el Informe de la AEVAL reflejan que nos encontramos ante signos definitorios y evidentes del deterioro real y objetivo que se viene produciendo en los servicios públicos, como resultado de unas decisiones políticas determinadas. Pese a frívolas interpretaciones gubernamentales que intentan disfrazar o maquillar la realidad, la percepción generalizada es la de una enorme pérdida y un considerable retroceso en derechos ciudadanos y en los anteriores niveles de protección social.

En sanidad, como explica muy bien Fernando Lamata en su blog, son “señales de alerta” que indican que “los recortes sanitarios se van notando: 3.162 millones [de euros] menos de gasto sanitario entre 2009 y 2011 y un recorte mayor en 2012 y 2013 según lo previsto en los presupuestos aprobados. Esta disminución de gasto público está siendo, en parte, a costa de un aumento del gasto directo de las familias, de tal manera que baja la proporción de gasto sanitario financiado públicamente en relación con el gasto sanitario total. Es una financiación menos justa.”

Es como si volviéramos atrás en el tiempo, hacia una época en blanco y negro…

martes, 6 de agosto de 2013

¿Morir de éxito? Sobre el ‘Welfare State’

Portada del disco de Supertramp Crisis? What Crisis? (1975)

Cierta profesora de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED escribe en el último número de la revista Cuadernos de Pensamiento Político que edita la fundación FAES, que los países con más prestaciones sociales no son competitivos y que "no se deben identificar derechos con prestaciones". Desde planteamientos que solo cabe tildar como reduccionistas y economicistas en exceso, sostiene que la incorporación de la mujer al mercado laboral ha provocado el retraso de la nupcialidad, un descenso de la natalidad y, por lo tanto, "una reducción de contribuyentes" futuros. Además, añade, las mujeres han dejado de ocuparse de manera fundamental "de los miembros más vulnerables" de la familia, niños, enfermos y ancianos (es decir, han dejado de ser la mano de obra principal para trabajar como ‘cuidadoras informales’ de las personas en situación de dependencia). Esto ha provocado a su vez "un aumento de la inestabilidad estructural de las familias" y la exigencia al Estado de que se encargue de llevar a cabo estas funciones.

En un artículo publicado a finales de 2011 en el diario Expansión (Qué bienestar y a qué precio), la autora ya apuntaba:

“¿Cuáles de aquellas funciones que cumple el Estado son prioritarias desde la perspectiva del bienestar social? ¿Cómo garantizamos la sostenibilidad de las correspondientes prestaciones proporcionando el acceso más amplio y la mejor calidad posibles? ¿Qué nivel de impuestos y cotizaciones estamos dispuestos a aceptar para que el Estado asuma otras funciones sociales?”

En su opinión, los Estados de Bienestar surgidos en Europa tras la Segunda Guerra Mundial albergan en su seno el germen de su propia destrucción al haber conseguido "éxitos sociales de primera magnitud" pero con unos altísimos costes. El aumento de la esperanza de vida hace que los ancianos vivan más años y "presionan al alza el gasto en pensiones y también, aunque en menor medida, el gasto sanitario y el dedicado a otras prestaciones sociales". A todo ello se uniría que la "amplia oferta educativa pública y subvencionada" ha supuesto "una ganancia agregada en cualificación de mano de obra" en una economía que no se ha sabido adaptar a dicho mercado de trabajo, "lo cual ha originado con frecuencia desempleo y sobrecualificación".

Con una particular interpretación histórica, ciertamente pintoresca, explica que los Estados de Bienestar nacieron con carácter coyuntural, no permanente, como respuesta a la situación económica, política, social y demográfica posterior a la Segunda Guerra Mundial, que nada tiene que ver con la situación actual a pesar de la crisis. Además, -insiste- con los años, se ha tendido a identificar derechos sociales con prestaciones sociales” y asistenciales, con subsidios y pensiones. Así, el aumento o la mejora de una prestación se presenta como una ampliación de derechos sociales y, siguiendo esa lógica, la reducción o eliminación de una prestación se denuncia “como la vulneración de los derechos sociales, un deterioro de la ciudadanía y, a la postre, de la calidad de la democracia.”

En definitiva, aun reconociendo que los Estados de Bienestar “han procurado logros sociales (…), desafían su propia sostenibilidad”, es decir, todo ello ha redundado “en un aumento de la carga fiscal, amenazando el mantenimiento de su oferta de servicios y prestaciones”. La profesora amparada por la FAES llega más lejos al afirmar que es “una triste certeza” que las economías de los Estados del Bienestar tienen “desventajas competitivas” frente a otras “desreguladas y menos protegidas socialmente”, por lo que se hace necesario, a su juicio, introducir “ajustes” de manera tal “que se cumplan funciones sociales primordiales sin sofocar el crecimiento económico y la creación de empleo, y sin hipotecar el progreso del conjunto de la sociedad”. [Desconocemos cual es el tipo de progreso social  y a qué tipo de sociedad se refiere… ¿tal vez el enormemente competitivo modelo de Bangladesh, tan atractivo porque tiene el sueldo mínimo más bajo del mundo (29 € al mes), resultaría más adecuado y deseable?].

La permanente y supuesta crisis de ese denostado Estado de Bienestar que incluye el conjunto de políticas sociales públicas con las que el Estado moderno intenta dar respuesta a las necesidades más relevantes de la ciudadanía, -singularmente educación, sanidad, pensiones, protección por desempleo, etc.-, es un tema recurrente. De manera periódica desde hace varias décadas, y (casi) siempre desde posiciones conservadoras y conspicuos sectores neoliberales, se viene anunciando su teórica quiebra y la inevitable crisis del mismo. Con la excusa del elevado coste que supone, a la vez que se le atribuye actuar como freno o barrera para el desarrollo económico, se repite constantemente que los Estados se están gastando mucho más de lo que pueden hacerlo. Pero debajo de esas continuas apelaciones y llamadas a la austeridad lo que realmente subyace es un ataque ideológico a las políticas de bienestar.

La reiterada insistencia en lo gravoso que resulta la financiación de las políticas de bienestar o de protección social pretende instalar en la opinión pública y en la conciencia ciudadana el convencimiento de que solo hay una salida posible, la de reducir el gasto, sin considerar apenas las posibilidades de aumentar los ingresos (lo que no deja de resultar sangrante en un país como el nuestro en el que las rentas del trabajo aportan más del doble que las rentas del capital). Suelen olvidarse, además, las importantes externalidades económicas (positivas) que produce en la economía nacional la existencia de una Estado de Bienestar fuerte.

Un enfoque y una perspectiva miopes que olvidan o dejan de lado de forma interesada que el Estado de Bienestar constituye uno de los logros más significativos de las sociedades y de los Estados modernos, una ‘conquista’ y un auténtico fenómeno de civilización. En sus diferentes formas y modelos, ha conseguido hacer frente a la tiranía de las situaciones de riesgo, protegiendo a millones de ciudadanos de la miseria y la pobreza, del sufrimiento, la enfermedad, el desempleo, la vejez o la ignorancia, contribuyendo a la paz social (para muchos su aportación más importante) y a la corrección de las (injustas) desigualdades sociales.

Con todas sus dificultades y problemas, a pesar de los ataques y de las pretendidas justificaciones teóricas acerca de su imposible sostenibilidad, lo cierto es que la supervivencia y longevidad de los Estados de Bienestar (sea cual sea su formulación práctica), permite identificar propuestas, orientaciones y enseñanzas que siguen siendo útiles para la posible aplicación del modelo en otros contextos y realidades.

En resumen, el bienestar social no puede considerarse únicamente como el resultado agregado de una serie de bienes económicos, ni puede quedar solo en manos del mercado como proveedor de servicios porque se produce una inevitable fractura por la implacable lógica inherente al propio mercado. Esta no es otra que el criterio (casi exclusivo) de la rentabilidad y del beneficio, olvidando otros valores como la solidaridad, la equidad, la cohesión social o la justicia distributiva.

Con mucha frecuencia, detrás de algunos de los discursos supuestamente técnicos, académicos o profesionales, revestidos de un aparente rigor y neutralidad, se esconde en ocasiones una ideología profundamente reaccionaria, insolidaria y retrógrada...

viernes, 2 de agosto de 2013

El ‘Top Ten’ de Regimen Sanitatis 2.0

En los muros. Lisboa, 2013

Se cumplen dos años desde que Regimen Sanitatis 2.0 iniciara su andadura. Siguen siendo válidas las consideraciones iniciales que aparecen en el frontispicio: “Este blog pretende recoger también una serie de reflexiones, comentarios y observaciones sobre salud y enfermedad, gestión sanitaria, medicina e historia, sociología, economía de la salud, literatura y otros aspectos relacionados con un ámbito cada vez más incierto y complejo...”

Con la perspectiva del tiempo resulta curioso comprobar cuáles son los temas y asuntos abordados y que supuestamente han despertado más interés para quienes han accedido al blog. Lo cierto es que tienen mucho que ver y reflejan bastante fielmente la variedad de intereses y asuntos que me llaman la atención o me preocupan, (si acaso añadiría algún que otro post sobre literatura, arte o historia de la Medicina…).

Estas son, ordenadas de mayor a menor número de visitas, las diez entradas más vistas o leídas en los dos años de su existencia, con las fechas de su publicación y algunos párrafos escogidos:


“Siempre resulta paradójico hablar de humanización en el contexto de una relación, como la sanitaria, que fundamentalmente es (debe ser) interhumana, personal y de ayuda: un encuentro entre personas con la finalidad de establecer una relación diagnóstico-terapéutica que lleve a la curación o a la resolución (al menos) temporal de la dolencia de la persona enferma. Los componentes afectivos, personales, éticos y profesionales de esa relación a lo largo de miles de años fueron principal objeto de estudio y atención destacada de un maestro como Laín Entralgo, (hace ya mucho tiempo tuve la enorme suerte y el privilegio de asistir a sus clases de Historia de la Medicina).”

Hoy más que nunca siguen estando vigentes las recomendaciones del HastingCenter sobre la práctica de la Medicina y de la atención sanitaria en general, que siempre debería aspirar a:

• Ser honorable y dirigir la propia vida profesional.
• Ser moderada y prudente.
• Ser asequible y económicamente sostenible.
• Ser justa y equitativa.
• Respetar las opciones y la dignidad de las personas.


Publicada en diciembre de 2011, la entrada intentaba dar unas nociones e ideas generales sobre la tan traída y llevada “colaboración público-privada” (PPP-PFI) en la gestión sanitaria, tras el anuncio por el Gobierno de Castilla-La Mancha de que se llevaría a cabo la “participación del sector privado en la gestión de los hospitales de Almansa, Villarrobledo, Manzanares y Tomelloso,  para salvaguardar y garantizar la continuidad y la supervivencia de estos hospitales”. Año y medio después, en esta región seguimos donde estábamos, (al parecer por falta de interés de posibles empresas privadas, que no ven claro la rentabilidad y el volumen de negocio), pero en otros lugares las iniciativas de privatización han despertado una gran oleada de protestas y contestación profesional y ciudadana.

Finalizaba el post con las siguientes palabras extraídas de un informe del CES:

“La transparencia e independencia en los mecanismos de regulación y control deberían presidir la introducción de experiencias de innovación en la prestación de cualquier servicio público de interés general, máxime cuando el objeto último es la salud de las personas, un objetivo superior al de la rentabilidad y el beneficio tanto económico como político.”

        Cómo impedir que nos maten en los hospitales (21/02/2013)

Abríamos esta entrada de título tan llamativo con una cita clásica de Arthur Bloomfield, Profesor de Medicina Interna en la Universidad de Stanford entre 1926 y 1954: “Hay algunos pacientes a los que no podemos ayudar, pero no hay ninguno al que no podamos dañar”.

Comentábamos un libro de Marty Makary sobre la falta de transparencia, la actitud de ocultamiento y la frecuente ausencia de explicaciones cuando se producen errores en la actividad sanitaria. Para intentar evitarlo recordábamos que:

“Las propuestas para construir esa (nueva) cultura de seguridad y transparencia son claras y bien conocidas desde hace bastante tiempo. Lo primero y fundamental es considerar la seguridad del paciente como un componente esencial y piedra angular de la calidad asistencial y entre las características que debe desarrollar toda organización sanitaria se encontrarían las siguientes:

- Existencia de un sistema de gestión de riesgos asistenciales.
- Actitud y conducta proactiva para detectar los problemas antes de que se manifiesten.
- Establecer un clima de lealtad, comunicación abierta y confianza recíproca entre gestores,  profesionales sanitarios y pacientes. Trabajo en equipo.
- Estandarizar procedimientos basándose en el mejor conocimiento disponible, para reducir la variabilidad de la práctica clínica.
- Atención centrada en el paciente, lo que significa sobre todo:
             – Comunicación transparente
             – Respeto
             – Participación en la toma de decisiones

        Dar explicaciones. A años luz  (07/02/2013)

El título de la entrada, que dio lugar a varios comentarios, hace referencia a la distancia (sideral) a la que se encuentra el sistema parlamentario británico del español, (como acabamos de comprobar estos días en que el Presidente del Gobierno ha tenido que ser casi arrastrado al Congreso de los Diputados para dar ciertas explicaciones). Está claro que se necesita mayor transparencia y accountability

David Cameron, Primer Ministro del Reino Unido, daba cuenta de los resultados de una investigación llevada a cabo en hospitales del NHS (el llamado Francis Report) y pidió perdón por el escándalo sanitario que suponían las conclusiones finales del informe:

“Esta es una historia del atroz e innecesario sufrimiento de cientos de personas. Se falló por un sistema que ignora las señales de advertencia y antepone los intereses corporativos y el control de costes al cuidado de los pacientes y a su seguridad. Las  recomendaciones del Informe están destinadas a cambiar esa cultura y a asegurarse de que los pacientes son lo primero.”

“Necesitamos una cultura centrada en paciente, ninguna tolerancia al incumplimiento de normas fundamentales, apertura y transparencia, franqueza con los pacientes, un fuerte liderazgo cultural, el cuidado compasivo de la enfermería y una útil y precisa información sobre los servicios.”

        DESDE SALERNO (02/08/2011)

La primera entrada del blog está entre las más vistas, (suponemos que la curiosidad de los visitantes por ver “cómo empezó todo”)...
Explicábamos el origen y justificábamos el nombre del Regimen Sanitatis Salernitanum con algunos de los sabios consejos de la Escuela Médica de Salerno

(...) si tibi deficiant medici, medici tibi fiant haec tria, mens laeta, requies, moderata diaeta. Lumina mane manus surgens gelida lavet aqua, hac illac modicum pergat, modicum sua membra extendat, crines pectat, dentes fricet.
 
Si te fallan los médicos, sigue usando estos tres: Mente alegrereposo y dieta moderada. Levántate temprano y procura no olvidar lavar con agua fría tus manos y tus ojos, estirar suavemente los miembros todos, refrescar el cerebro haga frío o calor, sea diciembre o julio, peinarte la cabeza y lavarte los dientes.

        Urgencias sanitarias rurales (19/01/2013)

Escribíamos esta entrada al hilo de la actualidad, tras el anuncio de la Consejería de Sanidad y Asuntos Sociales de Castilla-La Mancha de cerrar una serie de Puntos de Atención Continuada (PAC) repartidos en las cinco provincias de la región, por la escasa frecuentación de pacientes a estos servicios de urgencia nocturnos. La decisión fue finalmente suspendida por el Tribunal Superior de Justicia de la región.

Aprovechando esta noticia realizábamos una serie de consideraciones acerca de los criterios para asignación de recursos en planificación sanitaria, recordando que

“Determinar el valor de una intervención sanitaria requiere tener en cuenta los conceptos de efectividad, es decir, los resultados esperables o previsibles (en salud); de equidad, en función de las necesidades sanitarias; y de eficiencia, incorporando los aspectos económicos.”
[Sin embargo] la mayoría de los economistas (tanto ‘neoclásicos’ como ‘del bienestar’) consideran que la economía es una disciplina de carácter esencialmente “técnico”, que carece de naturaleza moral, y la cuestión del uso de los recursos y su distribución es precisamente “moral”. Con más razón si nos referimos además a bienes o servicios ‘preferentes’, cuya asignación debería guiarse por criterios de necesidad y no exclusivamente de eficiencia o de capacidad de compra.”

“La justificación de las decisiones relativas a la cobertura o no de determinados servicios o prestaciones debe aportar una construcción razonable acerca de cómo la sociedad debe satisfacer las necesidades sanitarias bajo determinadas restricciones presupuestarias. Es decir, el diseño de la estructura del sistema sanitario público es razonable cuando se basa en razones y principios aceptados como relevantes por personas dispuestas a encontrar términos de la cooperación que sean mutuamente justificables.”

De cualquier forma, y para no llamarse a engaño con respecto a las decisiones que a veces se adoptan, citábamos unas terribles palabras de Rafael Sánchez Ferlosio en su obra “Vendrán más años malos y nos harán más ciegos”:

“Es un error pensar que hacen falta muy malos sentimientos para aceptar o perpetrar los hechos más sañudos; basta el convencimiento de tener razón. Aún más, acaso nunca el sentimiento haya sabido ser tan inhumano como puede llegar a serlo la convicción”.

        Who Will Care? «Con L de enfermera»… (19/07/2013)

Apenas hace un mes que publicábamos este post, sumándonos a una iniciativa lanzada en las redes sociales por las enfermeras Miguel Garvi García @miguel_garvi y Ruth López Donat @_Ruthlopez, que reivindican la necesidad de cuidar a los profesionales, apoyar su formación continuada y el necesario e imprescindible reciclaje y adiestramiento cuando se producen transiciones o cambios de trabajo. Un apoyo que no debe estar basado exclusivamente en el voluntarismo o en la buena fe de los compañeros de trabajo, sino en el establecimiento y desarrollo de políticas de personal adecuadas que aseguren esa correcta inserción laboral de los profesionales que se incorporan (o cambian de puesto) en cualquier organización sanitaria.

Está claro que sigue habiendo mucho por hacer, (y más si se siguen equivocando las prioridades), pues cada vez es más necesario cuidar que curar. Y como recordaban los responsables de una campaña de captación de enfermeras en Maryland: “Everyone will need a nurse at some point in their lives”, es decir, todos necesitaremos una enfermera en algún momento de nuestra svidas.

Etiqueta en Twitter #conLdeenfermera

        Elogio de la duda (12/02/2012)

Hablábamos aquí de liderazgo, dirección de personas y gestión. Liderazgo es una palabra que considerábamos (y seguimos considerando) prestigiosa pero excesiva, incluso con ciertos rasgos o tintes autoritarios, por más que se trate de uno de los términos más utilizado en el campo del management. Incorporábamos una cita de Fritjof Capra sobre la (supuesta) y tan citada ‘resistencia al cambio’:

 “Se oye a menudo que el personal de las organizaciones se resiste al cambio. En realidad a lo que se resiste la gente no es al cambio, sino a que se le impongan determinados cambios”.

Finalmente, el título de la entrada respondía a unas palabras de la doctora Iona Heath, quien fuera Presidenta del Royal College of General Practitioner, cuando afirmaba que “para lidiar con la incertidumbre que nos rodea, debemos pertrecharnos de cinco valores esenciales: coraje, alegría, curiosidad, imaginación y de forma fundamental, duda, puesto que es la duda la fuente de toda sabiduría y libertad. La duda aislada, sólo genera cinismo; la duda acompañada de esperanza produce en cambio un sano escepticismo".

En resumen, se trata de preguntarnos continuamente “¿qué pasaría si…?”.

        Comportamientos (poco) ejemplares (12/01/2013)

Un post que sigue de plena actualidad, a juzgar por las noticias que leemos estos días con la publicación de la encuesta periódica o barómetrodel CIS correspondiente al mes de julio. Los datos muestran el malestar de los ciudadanos a propósito de la corrupción, que sigue siendo el segundo problema para los españoles (el primero es, lógicamente, el paro), según declara el 37,4% de los encuestados.

Comentábamos las conexiones entre el sector público y el privado en el ámbito sanitario (De la pública a la privada y al revés) con algunos nombres emblemáticos cuyo comportamiento parecía más propio de los “agentes dobles”, y cómo se produce el fenómeno de la puerta giratoria o “revolving door” auténticas pasarelas incrustadas entre el poder político y el poder económico en el caso de las privatizaciones en diferentes sectores. Casi un fenómeno de “corrupción institucionalizada” que se adentra en el entramado económico.

Reclamábamos una mayor ejemplaridad pública con las palabras del filósofo Javier Gomá Lanzón«Nadie es sólo ejemplar en lo público si no lo es en lo privado, y al revés. El concepto abarca todas las dimensiones de la personalidad. Además, va más allá del mero respeto a las leyes. En los últimos dos o tres siglos hemos generado un estado de derecho, que se basa en la idea de constituir una sociedad justa obedeciendo a la Ley. Últimamente nos hemos dado cuenta de que el respeto a la Ley no basta. Es necesario, pero no es suficiente».

"Existen múltiples ejemplos de la vida pública que tienen su explicación en lo privado. A lo mejor un ciudadano o un cargo cumplen la letra de la ley pero no su espíritu hasta un punto que sus acciones puedan resultar repugnantes para la sociedad".

“El ejemplo de las personas que ocupan posiciones de poder puede ser extremadamente vertebradora o desvertebradora de la sociedad, y cuando los políticos son ejemplos de un estilo de vida vulgar y no ejemplar, se produce un efecto desmoralizador sobre la sociedad.”

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Poco más que añadir, creo que la ‘selección’ de las entradas resulta bastante elocuente y habla por sí sola: al fin y al cabo un ejemplo de esa sabiduría agregada de los colectivos y las multitudes (the wisdom of crowds)...