lunes, 31 de marzo de 2014

Códigos éticos y moralina rancia (I)

Foto: Luca Rossato, vía flickr

“La ética no es estática; avanza mientras la vida avanza… La verdadera prueba de nuestra moralidad no está en la rigidez con la que cumplimos lo correcto, sino en la lealtad hacia la vida que crea y construye lo correcto.”

La historia es la siguiente: El viernes 28 de marzo nos enteramos de que, al parecer, el Servicio de Salud de Castilla-La Mancha (SESCAM) había publicado en la intranet de la Gerencia de Atención Integrada de Albacete un engendro de tres folios al que denominaba "Código Ético de buenas relaciones profesionales y personales para trabajadores del SESCAM"cuyo contenido no puede ser calificado sino de grotesco. Hasta un medio conservador como el diario ABC, al dar cuenta de la noticia, empleó la denominación de "Catecismo sanitario" para los profesionales de Castilla-La Mancha.

La velocidad de las redes sociales que, en acertada descripción de David Trueba, "funcionan como una máquina de agujerear la realidad hasta dejarla como un queso de gruyère", nos fue informando de la iniciativa. "Es bastante increíble, así que podría ser verdad...". El tono de este comentario recibido a través de Twitter indicaba bien a las claras el estado de ánimo de quienes habíamos leído el supuesto "Código ético..."

Resultaba sorprendente y uno no podía evitar una extraña sensación de incredulidad y escepticismo, aunque dejando al mismo tiempo una puerta abierta a la posibilidad de que fuera cierto: es bien sabido que la estupidez humana no tiene límites y que la realidad supera (casi siempre) con creces a la ficción.

Insólito, ridículo, peregrino, impropio de una sociedad moderna y avanzada, eran algunos de los calificativos más suaves que fue recibiendo el documento a medida que se conocían sus detalles y la mayoría de los trabajadores, empleados y profesionales pasaban de la incredulidad al asombro y la indignación. Mientras algunos diarios y medios digitales publicaban el Código, (Los 15 'mandamientos morales' impuestos a los profesionales sanitarios de Castilla-La Manchamuchos aseguraban que su contenido, que incluye una serie de “valores” y preceptos que se presentan como una contribución para “construir una sociedad más justa y apta para la realización integral de nuestras relaciones en el trabajo” (sic) era, cuando menos, anacrónico, esperpéntico y totalmente risible, si no fuera por su carácter de obligado cumplimiento.

Códigos éticos

En términos generales el código ético de una empresa u organización, es decir su código de conducta, puede definirse como un documento corporativo en el que se presentan valores, criterios y normas para una correcta actuación ante dilemas, aspectos o situaciones concretas en los que se considera especialmente relevante  que los directivos y empleados sigan unas pautas de actuación aprobadas por la dirección. Puede afirmarse en gran medida que un código de ética es la máxima expresión de la cultura de una organización; representa una descripción de los valores que son aceptados por ésta; un compromiso con sus miembros, con la sociedad civil y con el Estado.

Como es lógico, un código ético, profesional o de un determinado ámbito laboral o empresarial, debe elaborarse a través de un profundo debate y discusión sobre los problemas y asuntos más relevantes o de interés para todos sus agentes y grupos de interés, (empleados, directivos, usuarios y receptores de sus servicios, etc.); solo así puede garantizarse que refleja en cada momento los valores sociales vigentes, sometidos siempre a un continuo y constante proceso de cambio.

No parece que esta haya sido la forma de proceder en este caso, cuya autoría no acaba de estar clara y de la que nadie parece responsabilizarse ahora, a la vista de la acogida obtenida.

El pretendido Código, intelectualmente pobre y con un evidente trasfondo reaccionario, consiste en realidad en una serie de reglas mal escritas, que parecen ser producto de una mezcla de pobres lecturas y de una mala digestión de las mismas, redactadas sin duda por algún aficionado a elucubraciones pseudofilosóficas con veleidades retóricas y pretensiones de solemnizar lo obvio.

Es poco serio afirmar de manera grandilocuente que se considerará inapropiada “la exposición deshonesta de cualquier parte íntima del cuerpo con el fin de ofender o molestar, o el hacer gestos o ademanes insultantes, ofensivos al pudor público (sic) aunque no estén dirigidos a alguien en particular”. Resulta absurdo y bochornoso leer que también son conductas inapropiadas “usar malas artes” (?), “el empleo de fuerza o violencia contra una persona con la intención de molestar u ocasionar daño corporal”, o “todas aquellas que puedan surgir de la mala fe profesional y personal”. Es casi de chiste leer cosas como: “Aceptar las disposiciones de los supervisores o en quien se delegue sabiendo, que igual que yo, ellos tienen derecho a equivocarse, pero hacen lo posible para no hacerlo.”

En realidad, una ética bien entendida pretende dar respuesta a cuestiones prácticas como '¿de qué forma debo vivir?', más que establecer dogmas sobre 'qué debemos aceptar como verdadero'. En este sentido, declarar rotundamente que “Creemos en la existencia de una verdad también en el orden moral”, como hace este documento, es una formulación que, como poco, solo puede ser considerada como producto de una ética rancia, dogmática y fundamentalista, propia del catecismo de Ripalda o del Padre Astete.

Un auténtico código ético es un compromiso institucional que tiene por finalidad afirmar, dentro y fuera de una organización, determinadas intenciones éticas fundamentales que afectan al comportamiento y al proceso de toma de decisiones. Es esencial por ello que el código se base en principios filosóficos sólidos y que el proceso de elaboración sea coherente con esos principios. De hecho, ese proceso es tanto o más importante que el resultado final. También es esencial que en él se involucre a los directivos y que haya una amplia participación de los trabajadores. Además, los directivos han de estar firmemente comprometidos con los contenidos del código y ser ejemplares en su cumplimiento. Un código debe incluir no solo preceptos y normas sustanciales sino también, y sobre todo, procedimentales.

Las creencias y los valores preceden a las actitudes y éstas a las conductas. La congruencia entre los valores de la institución y los del trabajador es lo que (de verdad) genera compromiso, sentido de pertenencia y auténtica cohesión y cultura de empresa. Es fundamental por ello que los profesionales se encuentren comprometidos con la visión de la organización. Los valores se transmiten a través del ejercicio y del liderazgo directivo.

La ética en (de) las organizaciones sanitarias es desde luego algo bastante más serio que el irrisorio adefesio vacío de contenido presentado por el SESCAM, que ahora encima quieren atribuir a los anteriores responsables y directivos (!) del Servicio de Salud de Castilla-La Mancha. Resulta pintoresco que además mientan y pretendan engañar a la gente, (incumpliendo por cierto las propias normas que aparecen en ese esperpento). Pero como dijo alguien, “si les gustan las palabras que se las coman, y si les gustan los gatos, también, pero que no nos hablen después de liebres.”

(Por cierto, estos redactores, ¿habrán leído la Guía Ética -Código Deontológico- vigente para la profesión médica, aprobado por la OMC en 2011? ¿Conocerán el Código Deontológico de la Enfermería Española aprobado en 1989 y revisado en 2003? ¿Han leído otros códigos de ética pública?
(Continuará…)

2 comentarios:

  1. Es sorprendente.
    Desde que he empezado a leer tu argumentación -interrumpida por la lectura del citado documento, hasta ahora desconocido- una y otra vez se venía a mi cabeza, que nuestro Código Deontológico ya se ocupa de las relaciones entre profesionales. Ya he visto que concluías en el mismo punto.
    Por cierto, yo que tengo la manía de distinguir entre ética y moral, dejo esta última para las costumbres y las normas de conducta, por lo cambiantes que resultan, según pasan los años, hasta para cada uno de nosotros, y la ética para la filosofía práctica, para todo lo que trasciende y perdura en el tiempo; era válido para Aristóteles y sigue siéndolo para los hombres del siglo XXI. Todos cambiamos con los años de hábitos. Los que nos hemos movido en el ámbito de la Ética (la mayúscula ahora es deliberada), aprendiéndola e intentando enseñarla (aunque hay que volver a hacerse la pregunta platónica del "¿se puede enseñar la virtud?"). sabemos que ésto no es tan simple como sacar un código de conducta. En fin, quiero ser breve y terminar con una pregunta ¿no será que se tiene miedo de la crítica y el criterio?

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    1. Contestando a tu pregunta, creo que esa es la clave, Vicente. Pero en realidad lo que viene a demostrar esta actitud, sobre todo, es una gran debilidad, y un gran desconocimiento de cómo funcionan las cosas en estos tiempos de las redes sociales, de la Web 2.0 y de las tecnologías de la comunicación. La censura no puede existir en esta época. Siempre habrá un medio para sortear las posibles barreras y obstáculos a la transparencia y la información. Y les guste o no, no podrán evitar la crítica, la opinión o el pensamiento libre.
      Gracias como siempre por tu amable comentario.

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