miércoles, 1 de enero de 2014

Otro médico (Ibn Wafid)


Aprovechamos estos días festivos para ver “El médico”, exitosa adaptación cinematográfica de la novela de Noah Gordon que en su día, hace ya más de 25 años, se convirtió en un best-seller. A pesar de no haber recibido críticas excesivamente elogiosas es una película interesante y de buena factura, entretenida y que se deja ver bien, a pesar de su tal vez excesiva duración. Como en una clásica película de aventuras asistimos a la odisea del joven protagonista, un aprendiz de barbero-cirujano británico, que recorre medio mundo en busca de los mejores conocimientos médicos del siglo XI. Su viaje le conduce hasta Ispahan (Persia), donde un fascinante personaje (histórico), el médico, filósofo, científico y polímata Ibn Sina (Avicena) será su maestro y mentor.

Por la misma época en que transcurre esta historia ficticia, en el reino taifa de Toledo bajo el reinado de Yahya ibn Ismail al-Mamún, un buen número de estudiosos de todas las ramas del saber encontraron el apoyo necesario para desarrollar su trabajo y avanzar en numerosas disciplinas. Entre ellos destaca la figura de Ibn Wafid médico y botánico célebre que llegó a alcanzar el cargo de visir. Sus dos obras médicas principales fueron el Libro de los medicamentos simples, (Kitab al-Adwiya al-Mufrada) y el Libro de la almohada, sobre medicina (Kitab al-Wasad fi al-tibb). Este último es una auténtica Guía Médica, una farmacopea y un manual terapéutico.

La medicina que representa Ibn Wafid ya incorporaba los conocimientos griegos, a través de las enseñanzas galénicas, que se habían ido introduciendo en el mundo árabe a partir del siglo IX, a lo que se sumaban aportaciones persas e hindúes. Era una medicina con un marcado carácter preventivo y quienes la practicaban combinaban en su labor profesional la utilización de medicamentos con la de alimentos, añadiendo un régimen de sueño, baños y ejercicios físicos adecuados a la constitución de cada organismo, así como consejos sobre el vestido o la vivienda.

El médico debía conocer la constitución del cuerpo humano, a partir de la vigente teoría humoral que, desde Hipócrates consideraba como elementos fundamentales del organismo cuatro sustancias líquidas o “humores”: bilis negra, bilis amarilla, flema y sangre. Cada uno poseía las cuatro cualidades de calor, frialdad, sequedad y humedad, y el conjunto se vinculaba a los cuatro elementos básicos, es decir, tierra, agua, aire y fuego. A ello se une la idea del pneuma, (el ruh árabe), considerado el “espíritu vital” o “calor innato”.

De acuerdo con estos fundamentos, el arte de la medicina consistía en mantener el equilibrio de los humores como expresión de salud, adoptando medidas preventivas o terapias adecuadas cuando el equilibrio se había alterado y convenía restablecerlo. Había que conocer, por tanto, las distintas enfermedades y sus remedios, o sea las sustancias que debían aplicarse en cada caso, empleando para ello medicamentos obtenidos a partir de plantas y de otros elementos minerales o animales, utilizados de forma aislada o combinados.  

Ibn Wafid fue un experto botánico, teórico y filósofo, pero al mismo tiempo un médico práctico que recogió en sus obras tanto los conocimientos previos, procedentes de autores antiguos, como los de sus contemporáneos y sus propios conocimientos científicos obtenidos a partir del trato diario con el enfermo. El Libro de la almohada es una buena prueba de ello, como una especie de recetario o manual para uso del médico común que solo necesita saber qué medicamentos o recetas podía utilizar contra una dolencia específica y el modo de prepararlos. El propio nombre de la obra muestra su propósito de ser un libro útil, para tenerlo como libro “de cabecera” o “bajo la almohada”…

A modo de ejemplo, transcribimos una de las más de 900 recetas que se recogen en este curioso manual.

  
Receta de un aceite de hierbabuena útil para el frío del estómago, el vómito y el hipo

Se toma un arrelde de agua de hierbabuena y se vierte en él otro arrelde de aceite de rosa o de aceite de sésamo, preferentemente el primero. Esta mezcla se coloca al fuego de una  marmita de arcilla barnizada interiormente o de piedra y se cuece a fuego lento hasta que se pierda la mayor cantidad posible de agua. Luego se filtra el aceite y se le echa otro arrelde de agua de hierbabuena, volviendo a cocer hasta que solo quede un pequeño resto de agua, filtrando entonces de nuevo. Esta operación se hace tres o cuatro veces. Cuanto más la repitas, mejor será el producto.
(arrelde: peso antiguo equivalente a cuatro libras)

Actualización (3 de enero de 2014):

El periódico publica hoy una entrevista con Noah Gordon. “En nuestra sociedad el médico ocupa el lugar del sacerdote”, afirma el escritor.
Partidario y admirador del presidente Barack Obama, el escritor apoya apasionadamente la reforma del sistema sanitario que aquel pretende implantar, con la feroz oposición del partido Republicano: “Si consigue hacer pasar la ley, que es absolutamente necesaria porque hay 45 millones de personas en Estados Unidos que no tienen seguro médico ni se pueden pagar uno, Obama pasará a la Historia como un gran presidente. Cruzo los dedos para que así sea. Porque necesitamos que muchos jóvenes le apoyen, y sucede que como los jóvenes suelen gozar de buena salud no son conscientes de la importancia de este asunto. No se imaginan que un día vayan a caer enfermos también ellos, como es ley de vida, y que necesitarán esa red de protección”.

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