miércoles, 31 de agosto de 2011

El siglo de los pacientes (II)




















Cartel informativo de varias asociaciones de pacientes. México (2011).


Una atención sanitaria eficiente requiere de médicos y pacientes informados. El sistema de atención sanitaria heredado del s. XX no está a la altura en ambos casos. La mayoría de los médicos y de los pacientes no comprenden la evidencia médica disponible. Gerd Gigerenzer y J. A. Muir Grey identifican siete "pecados" que han contribuido a esta falta de conocimiento y comprensión: financiación parcial; información sesgada en revistas médicas, folletos y medios de comunicación; conflictos de interés; práctica de una medicina defensiva y facultades o escuelas de medicina que no enseñan a los médicos cómo comprender las estadísticas sanitarias. Estas deficiencias han generado un sistema en gran medida ineficiente, que despilfarra el dinero de los contribuyentes en pruebas y tratamientos innecesarios o incluso potencialmente peligrosos, y en investigación médica con una trascendencia limitada para los pacientes. Con frecuencia (y más en momentos de crisis económica) se piensa que el aumento de los impuestos o los recortes en la atención son la única alternativa existente frente a la explosión de los costes de la atención sanitaria. Sin embargo, hay una tercera opción a través de la promoción de la educación para la salud: lograr una mejor atención con menos dinero. El siglo XXI debe ser el siglo del paciente. Los gobiernos y las instituciones sanitarias tienen que cambiar de rumbo y proporcionar una información veraz y transparente, formar mejores médicos, mejores pacientes y, en última instancia, prestar una mejor atención sanitaria.

La siguiente figura explica algunos de los conceptos señalados y sus relaciones entre sí:

Tres competencias básicas para médicos y pacientes en el siglo XXI

Health system literacy implica conocimientos básicos sobre la organización del sistema, sobre los incentivos existentes, así como la extendida práctica de la medicina defensiva como reacción a las amenazas de litigio. Health literacy implica conocimientos básicos sobre la enfermedad, su diagnóstico, prevención y tratamiento, así como la forma de adquirir conocimientos seguros. Statistical literacy implica la capacidad de entender la incertidumbre, la evidencia disponible (incluyendo conceptos tales como las tasas de supervivencia a los 5 años y los falsos positivos). El sistema sanitario heredado del s. XX ha hecho poco para desarrollar estas competencias básicas en los médicos y en los pacientes, promoviendo  en su lugar los medicamentos, las patentes y la tecnología médica.

La idea de un paciente competente, autónomo, activo e informado, no es algo nuevo, como ponen de manifiesto y demuestran numerosos estudios, informes y artículos.

José Lázaro y Diego Gracia señalan que, en las últimas décadas del siglo veinte, la forma de relacionarse entre los médicos y los enfermos cambió más que en los veinticinco siglos anteriores. [La relación médico-enfermo a través de la historia An. Sist. Sanit. Navar. 2006; 29 (Supl. 3): 7-17] La evolución del modelo paternalista al autonomista supuso una transformación con escasos precedentes históricos. Este fenómeno afectó a los tres elementos involucrados: En primer lugar al enfermo, tradicionalmente considerado como receptor pasivo de las decisiones que el médico tomaba en su nombre y por su bien (según el principio de beneficencia). A finales del siglo veinte este paciente se convierte en un agente (usuario, consumidor) con derechos bien definidos y amplia capacidad de decisión autónoma sobre los procedimientos diagnósticos y terapéuticos que se le ofrecen, pero ya no se le imponen (de acuerdo al principio de autonomía de la voluntad cuyo máximo exponente es el consentimiento informado). En segundo lugar el médico, que de ser casi un padre sacerdotal (como correspondía al rol tradicional de su profesión) se fue transformando en un asesor o consejero técnico de sus pacientes, a los que ofrece sus conocimientos y consejos, pero cuyas decisiones ya no asume. Finalmente, la propia relación clínica, que de ser bipolar, vertical e infantilizadora, se fue colectivizando (con la entrada en escena de múltiples profesionales sanitarios), se fue horizontalizando y se fue adaptando al tipo de relaciones propias de sujetos adultos en sociedades democráticas.

El mismo J.A. Muir Gray, ferviente impulsor de la MBE, en 2002 publicó el libro:



eRosetta Press, Oxford, 2002.
















En la revista Bandolier los “bandoleros” de la MBE apuntaban: 
“J.A. Muir Gray ayuda a recordar no solo que las cosas podrían o deberían estar mejor, sino que podemos contribuir a que sea así. Y es verdad que ni la vida ni la medicina son fáciles, pero el peor impacto de los problemas más agudos puede mejorarse con buen juicio y sentido común, enriquecido con algo de conocimiento y comprensión”.
 
El tema central del libro es el contrato, (digamos la forma de relacionarse), entre médicos y pacientes. En este sentido, propone un nuevo modelo que puede resumirse como sigue:

Ambos, pacientes y médicos saben (o deberían saber) que:

·  La muerte, la enfermedad y el dolor son parte de la vida. 
·  La medicina tiene poderes limitados, particularmente para resolver problemas sociales, y tiene sus riesgos.
·  Los médicos no lo saben todo: necesitan apoyo psicológico y para la toma de decisiones. 
·  Estamos juntos en esto.
·  Los pacientes no pueden dejar sus problemas exclusivamente en manos de los médicos. 
·  Los médicos deberían estar siempre atentos con respecto a sus limitaciones.
· Los políticos deberían abstenerse de hacer promesas extravagantes (o exageradas) y concentrarse en la realidad. 

La tesis principal de The Resourceful Patient es que los pacientes deben ser competentes, estar capacitados y tener la suficiente información como para aceptar la responsabilidad de su propia salud, formando alianzas con los médicos y los profesionales sanitarios que les atienden. Nos encontramos en una nueva era en la atención sanitaria: los pacientes tratan de convertirse en expertos en su enfermedad crónica, para obtener información de la Web (usando muchos de los mismos recursos que los médicos), implicándose y organizando su propio cuidado con la ayuda de los médicos y otros profesionales de los servicios sanitarios.

Para muchos este es el nuevo paradigma que está transformando la atención de la salud en el siglo XXI. Como ya se ha indicado antes, en las últimas décadas se ha producido un cambio fundamental en la tradicional relación entre el paciente y el médico (vale decir entre el paciente y los diferentes profesionales del sistema sanitario). Hemos pasado desde una perspectiva paternalista de considerar al paciente como incapaz e incompetente, y sometido a la autoridad del médico, hasta el papel del paciente que asume la responsabilidad y el control de su salud en colaboración con el médico, es decir, "el paciente competente con recursos". En este cambio, el papel de Internet ha sido determinante y decisivo como impulsor (driver) del nuevo paradigma y una herramienta para ayudar e incentivar a los pacientes a hacerse competentes.

Angela Coulter, directora ejecutiva durante varios años del Picker Institute(una organización sin ánimo de lucro que trabaja desde la perspectiva de los pacientes, realizando encuestas de opinión y estudios sobre la calidad percibida de la atención sanitaria en el NHS), publicó también en 2002 un libro con un título significativo:

London: Stationery Office (for the Nuffield Trust), 2002.













"In the 21st century the patient should be a decision-maker, care manager and co-producer of health, an evaluator, a potential change agent, a taxpayer and an active citizen whose voice must be heard by decision-makers".

(En el siglo XXI el paciente debe adoptar decisiones, debe ser un gestor y coproductor de la atención sanitaria, evaluador, agente potencial de cambio, contribuyente y ciudadano activo cuya voz debe ser escuchada por quienes adoptan decisiones).

Aquí podemos leer la recensión bibliográfica del Dr. Julian Tudor Hart en el Journal of the Royal Society of Medicine.

Como se puede comprobar, existe una abundante bibliografía sobre el tema. Algunas referencias interesantes de autores más cercanos:

Jadad A. et al. I am a good patient, believe it or not (BMJ. 2003 June 14; 326(7402): 1293–1295)

Jovell AJ. El paciente del s. XXI  (An. Sist. Sanit. Navar. 2006; 29 (Supl. 3): 85-90).

Jovell AJ et al. Nuevo rol del paciente en el sistema sanitario (Aten Primaria. 2006;38(3):234-7)

Mira JJ. El paciente competente, una alternativa al paternalismo (Monografías Humanitas. Fundación Medicina y Humanidades. Nº 8. 2005).

(Continuará…)

lunes, 29 de agosto de 2011

El siglo de los pacientes (I)

The term “century of the patient” refers to a society where greater investment in health do not mean more profit for the industry, but rather more knowledge for doctors and patients.
Gigerenzer G, Gray JAM
Launching the Century of the Patient

(La expresión “el siglo del paciente” se refiere a una sociedad donde la mayor inversión en salud no significa mayores ganancias para la industria, sino más conocimiento para médicos y pacientes).

El Ernst Strüngmann Forum, vinculado al Frankfurt Institute for Advanced Studies y patrocinado por la Fundación del mismo nombre, se dedica a promover la comunicación interdisciplinar y la investigación en distintos campos del conocimiento. A través de diversos encuentros y reuniones facilita un entorno creativo, en el que científicos relevantes a nivel internacional debaten sobre asuntos que trascienden las fronteras de las disciplinas clásicas.

En este marco académico, el profesor Gerd Gigerenzerdirector del Max Planck Institute for Human Development y del Harding Center for Risk Literacy de Berlin, y el doctor J.A. Muir Gray, director del National Knowledge Service y de la National Library of Health de Oxford, dirigieron en octubre de 2009 un seminario con el sugerente título de Better Doctors, Better Patients, Better Decisions. Envisioning Healthcare 2020 (ver fotos del encuentro).

El objetivo de este encuentro era analizar de forma sistemática el alcance del problema, sus causas y las formas en que las ciencias cognitivas, la medicina y la economía pueden contribuir a mejorar la educación y “alfabetización sanitaria” (health literacy).

El Institute of Medicine estadounidense define la health literacy como la capacidad de las personas para obtener, procesar y entender información básica sobre la salud y los servicios sanitarios que necesitan, para poder adoptar decisiones apropiadas de salud, (Institute of Medicine. Health literacy: a prescription to end confussion. Washington: IOM; 2004). La información es esencial para las personas que tienen que afrontar un problema de salud; su actitud ante la enfermedad y las actuaciones posteriores que realizan, tanto ellos como sus familias, y que condicionan de manera notable su calidad de vida, dependen en gran medida de la ayuda que puedan tener para obtener información y comprenderla. Se trata, esencialmente, de un derecho ético básico para el ejercicio de la autonomía individual. 

Pero esta “alfabetización en salud” o competencia va más allá de la salud individual. Depende también de las habilidades, preferencias y expectativas generadas por la información sanitaria general y por los proveedores de cuidados: médicos, enfermeras, gestores, trabajadores de salud, medios de comunicación, y otros.


Algunas direcciones:













Las conclusiones y resultado de ese encuentro han sido publicados recientemente, (abril de 2011):
Edited by Gerd Gigerenzer and J.A. Muir Gray
MIT Press

Esta es la recensión bibliográfica en el British Medical Journal:
BMJ 2011;342:d2075

Pueden descargarse también algunos capítulos del libro en la siguiente dirección:
http://www.harding-center.com/publications/better-doctors-better-patients

Los resultados no pueden ser más llamativos y decepcionantes: Contrariamente a la opinión popular -dice el Informe- uno de los principales problemas para poder prestar una atención sanitaria excelente, de manera uniforme y generalizada, no es la falta de dinero, sino la falta de conocimiento por parte de médicos y pacientes. Algunos de los estudios del libro muestran que muchos médicos y la mayoría de los pacientes no entienden la evidencia médica disponible. Tanto los pacientes como los médicos son "analfabetos del riesgo" -con frecuencia incapaces de distinguir la diferencia entre riesgo real y el riesgo relativo. Los médicos a menudo no pueden interpretar los resultados de una prueba y los pacientes no pueden tomar decisiones adecuadas si se les da mala información.

En distintos capítulos del libro se analizan las raíces del problema, poniendo el énfasis desde la investigación médica sobre tecnología y “medicamentos estrella”, hasta la falta de formación de médicos y pacientes. Hacen un llamamiento en favor de una atención sanitaria renovada, que sea menos opaca, con una mejor educación y formación médica, con revistas y publicaciones que informen sobre los resultados de los estudios de forma completa y transparente, con pacientes que controlen sus historias clínicas personales, que no tengan miedo a las estadísticas y sean capaces de utilizarlas para tomar decisiones sobre su tratamiento.


Los autores recomiendan que el cuidado de la salud se democratice, para que pacientes y médicos colaboren en la toma de decisiones, guiada por la información útil sobre riesgos y beneficios. Para iniciar este proceso proponen varias medidas concretas, que van desde la educación para la salud, la información a los medios de comunicación y la publicidad directa al consumidor, hasta la formación de los médicos y la investigación dirigida.

El libro presenta algunas muestras devastadoras del “analfabetismo estadístico” de los médicos. Para dar sólo un ejemplo: a 160 ginecólogos alemanes se les proporcionó la información necesaria para calcular las probabilidades de que una mujer con una mamografía positiva tenga realmente cáncer de mama: una prevalencia de 1%, una sensibilidad del 90% y una tasa de falsos positivos del 9%. A los médicos se les preguntó: "¿Qué le diría a una mujer con un resultado positivo en la prueba, sobre las posibilidades de tener cáncer de mama?" La respuesta correcta es que aproximadamente una de cada 10 mujeres que dan positivo tiene cáncer. Sin embargo, el 60% de los ginecólogos creía que ocho o nueve mujeres de las 10 tenían cáncer (!). Evidentemente el malestar y el coste emocional negativo de las mujeres que reciben información engañosa como ésta, debe ser enorme…

A la vista de estos resultados, parece no solo necesario, sino imprescindible, ponerse a repasar y estudiar los conceptos de la epidemiología clínica, la bioestadística y la Medicina Basada en la Evidencia

Algunas direcciones útiles sobre estos asuntos:


Pues eso…
(Continuará...)

martes, 23 de agosto de 2011

ÉTICA Y PROFESIONALIDAD SANITARIA (y II)


















Profesionalismo médico: Conjunto de principios éticos y deontológicos, valores y conductas que sustentan el compromiso de los profesionales de la medicina con el servicio a los ciudadanos, que evolucionan con los cambios sociales y que avalan la confianza que la población tiene en los médicos.
OMC

En torno al profesionalismo y a la atención sanitaria, otra de las iniciativas destacables en los últimos años a nivel internacional, ha sido la “Propuesta de marco ético común para todos los agentes sanitarios”, una declaración de principios éticos comunes para quienes configuran y prestan la asistencia sanitaria, elaborada por un amplio grupo de prestigiosos profesionales, reunidos por la British Medical Association con el nombre de Tavistock Group, que recoge una serie de principios fundamentales en los que deberían basarse los sistemas sanitarios:
1. La asistencia sanitaria es un derecho humano.

2. La salud de la persona está en el centro de la asistencia sanitaria, pero debe considerarse y practicarse dentro de un contexto global de trabajo continuo para generar los mayores beneficios sanitarios posibles para los grupos y la población.

3. Entre las responsabilidades del sistema sanitario figura la prevención de la enfermedad y el alivio de la incapacidad.

4. Es un imperativo de quienes trabajan en el sistema de asistencia sanitaria la cooperación entre sí y con aquéllos a quienes sirven.

5. Todas las personas y grupos implicados en la asistencia sanitaria, ya proporcionen acceso o servicios, tienen la obligación permanente de contribuir a la mejora de su calidad.

6. Seguridad de los pacientes: Primum non nocere.

Las principales referencias bibliográficas son la siguientes:

Berwick D, Hiatt H, Janeway P, Smith R. An ethical code for everybody in health care.
BMJ 1999;318(7178):248-51. 
BMJ 2001;323:616–20

Pero, contrariamente a lo que cabría suponer, éste no es un asunto pacífico...

En relación con el nuevo Código de Deontología Médica de la OMC (y como también resultaba previsible), algunos grupos han manifestado ya sus reservas y oposición en torno a determinados aspectos relacionados con la objeción de conciencia:
El Pleno de la Junta Directiva del Colegio de Médicos de Toledo decidió impugnar el nuevo Código ya que a su juicio «no se permitió una discusión libre en un tema tan importante como éste y no se tuvieron en cuenta algunas de las alegaciones presentadas», por lo que se acordó presentar ante la OMC un recurso administrativo, «ad cautelam», frente al artículo 55, puntos 1 y 2, del citado código deontológico, y pedir la suspensión de la ejecutividad de dichos preceptos. Así lo recogió la prensa local.
También cierta Comisión Deontológica de la asociación “Ginecólogos por el Derecho a Vivir” ha dado a conocer una declaración en la que denuncia “los defectos y la opacidad” en la tramitación del Código. Asimismo, pone de manifiesto las que considera ambigüedades y contradicciones de su articulado en aspectos éticos fundamentales, por lo que insta a los representantes colegiales a que impugnen el texto “para evitar mayores conflictos y reparar el daño causado”.
A pesar de todo, como han señalado muy acertadamente José Ramón Repullo y José Manuel Freire, se trata de un paso en la regeneración ética de la práctica de la medicina: “...el nuevo código ha encontrado un camino para ensanchar el espacio de encuentro y consenso, que también manda señales de capacidad de diálogo y de construcción de un discurso común desde la diversidad.”
Muy en la línea de los citados principios profesionales formulados hace ya unos años a nivel internacional, y de algunos documentos anteriores de la propia OMC como:
el nuevo Código viene a recoger un conjunto de principios esenciales de la profesión médica que deben traducirse en una serie de actitudes, responsabilidades y compromisos básicos. Entre ellos cabría destacar:

el fomento del altruismo, la integridad, la honradez, la veracidad y la empatía, esenciales para una adecuada relación asistencial.

…la mejora continua en el ejercicio profesional y en la calidad asistencial, basadas en el conocimiento científico y la autoevaluación.

…[el mantenimiento] de la confianza social, mediante la transparencia, la aceptación y corrección de errores y conductas inadecuadas y una correcta gestión de los conflictos.

¿Alguien cree de verdad que, con los tiempos que corren, no son éstos valores o compromisos que deben explicitarse y merecen ser explicados y destacados ante los ciudadanos y la sociedad?

Para la Fundación Educación Médica (ver: "El médico del futuro" , enero 2009), el perfil profesional del médico del futuro es el de un médico que trate enfermos, no enfermedades, con actitud crítica, comunicador y empático, responsable individual y socialmente, que tome buenas decisiones para el paciente y para el sistema, que sea líder del equipo asistencial, competente, efectivo y seguro, honrado y confiable, comprometido con el paciente y con la organización y, en definitiva, que viva los valores del profesionalismo.
En una breve monografía sobre la excelencia en las profesiones sanitarias (Fundación Humanitas nº 21, nov 2007), la catedrática de filosofía Victoria Camps, que actualmente forma parte del Comité de Bioética de España, señalaba que todos los sanitarios que busquen la excelencia en su desempeño profesional deberían adquirir y cultivar las siguientes virtudes:Por eso, con ser importantes, no podemos quedarnos solo en las palabras…

·          Benevolencia,
·          Respeto
·          Cuidado
·          Sinceridad
·          Amabilidad
·          Justicia
·          Compasión
·          Integridad
·          Olvido de uno mismo (self-effacement)
·          Prudencia

Las personas, los profesionales y trabajadores de las organizaciones sanitarias son su principal activo y el corazón del sistema sanitario. Son ellos quienes, mediante su trabajo en equipos, redes, grupos o comunidades de interés, dan forma y hacen posible la base cultural de una organización compleja, basada en el conocimiento y que debe crecer mediante la innovación y el aprendizaje continuos.

Pero recordemos que “con respecto a la virtud, no basta con conocerla, sino que hemos de procurar tenerla y practicarla, o intentar llegar a ser buenos de alguna manera.” (Aristóteles, Ética a Nicómaco)

miércoles, 17 de agosto de 2011

ÉTICA Y PROFESIONALIDAD SANITARIA (I)



















Para crear y mantener la confianza en la profesión, los médicos tienen que asegurarse de que su práctica refleja el comportamiento que la sociedad espera de ellos.
Rosen R, Dewar S.

Hace unas semanas se presentó públicamente el nuevo Código de Deontología Médica, elaborado por la Comisión Deontológica de la Organización Médica Colegial (OMC) que bien podría definirse como una auténtica guía de ética médica para el s.XXI.
Como recoge en su propio texto el documento, se trata de “codificar sólo aquellas conductas y situaciones que sean asumidas por la mayoría de los profesionales, sin quebrantar la conciencia de nadie, ni violentar los fundamentos éticos que garantizan la convivencia de un amplio colectivo, que necesariamente ha de tener y mantener opiniones distintas ante algunos dilemas, que el ejercicio de una medicina cada vez más compleja plantea.”
Es obvio que desde hace unos treinta años la práctica de la medicina y la producción de servicios sanitarios se encuentran en un proceso de cambio, relacionado tanto con el gran desarrollo científico y técnico, como con un cambio social que implica un incremento del poder del ciudadano para decidir qué consume y qué servicios utiliza. Este proceso afecta de manera muy importante a las relaciones de los profesionales de la salud, entre ellos y con los ciudadanos y la sociedad en conjunto, y las instituciones deben asumir una gran parte de la responsabilidad de los servicios que prestan.
En este contexto, superado en muchos casos por los acontecimientos, el hasta hace poco vigente Código de Ética y Deontología de la profesión médica (de 1999), presentaba elementos que le conferían un carácter -digamos- excesivamente corporativo y anacrónico, una cierta obsolescencia en sus planteamientos y una formulación poco comprensible para los propios profesionales y los pacientes. Parecía necesaria por tanto una profunda revisión, que evitase que fuera visto como mera fórmula para enmascarar otro tipo de intereses, alejados de una práctica comprometida con la realidad actual.
En opinión de muchos, los códigos deontológicos que, cuando la medicina empezó a hacerse más compleja, eran la síntesis de las obligaciones profesionales, se han convertido en la actualidad en una expresión parcial e insuficiente de lo que habría que buscar como excelencia profesional y debería recogerse en un código universalmente aceptado. Lo que en su día fue denominado “deontología profesionaly que se concretó en códigos de conducta, mayormente elaborados por los colegios profesionales, eran hasta hoy poco más que un sucedáneo de la legislación, que alimentaba esa forma de responsabilidad que es necesario superar o complementar, porque es meramente jurídica.
Precisamente uno de los principales retos de la profesionalidad médica se encuentra en la adopción de patrones de conducta y estilos de práctica profesional, basados en una serie de valores explícitos, que incrementen y consoliden la confianza de la sociedad en la profesión médica, adaptándose ésta a las nuevas realidades sociales (Jovell AJ, Navarro MD.: Profesión médica en la encrucijada: hacia un nuevo modelo de gobierno corporativo y de contrato social”. Fundación Alternativas, 2006. Documento de trabajo 98/2006).
Un informe publicado hace unos años por el King’s Fund lo define de la siguiente manera: “...la nueva profesionalidad debería inspirar confianza en todas las personas que se relacionan con los médicos y conseguir la implicación plena de los médicos en la mejora de la atención sanitaria”.
A finales de 1999 la Federación Europea de Medicina Interna, la Fundación ACP-ASIM (American College of Physicians-American Society of Internal Medicine [Colegio Americano de Médicos-Sociedad Americana de Medicina Interna]) y la Fundación ABIM (American Board of Internal Medicine [Comité Americano de Medicina Interna]) aunaron sus esfuerzos con el objetivo de lanzar el Medical Professionalism Project (Proyecto de Principios y Responsabilidades de la profesión médica en el nuevo milenio). Sobre la idea compartida de que el compromiso de la medicina con el paciente se enfrenta a toda una serie de desafíos impuestos por causas externas derivadas de los cambios que está experimentando la sociedad actual, sus puntos de vista pusieron de manifiesto que la concepción y las ideas básicas sobre la profesión que tienen los facultativos de sistemas sanitarios muy diversos guardan gran similitud. La iniciativa fue publicada simultáneamente en Lancet, Annals of Internal Medicine y Medicina Clínica:
Medical professionalism in the new millennium: a physicians’ charter.
  





 









Las tres organizaciones designaron a varias personas para redactar unos «estatutos» que recogieran los principios que todos los profesionales médicos deberían suscribir, con la idea de ser aplicados en sistemas políticos y culturas diferentes.
El preámbulo del documento establece que la profesión constituye la base del contrato de la medicina con la sociedad. El ejercicio de la profesión exige situar los intereses de los pacientes por encima de los del propio médico, fijar y cumplir los estándares de competencia e integridad y prestar a la sociedad un asesoramiento experto en materia de salud. Los principios y responsabilidades de la profesión médica deben ser perfectamente entendidos tanto por los profesionales de este ámbito como por la sociedad en su conjunto. Es esencial para este contrato que la población confíe en los
médicos; para que exista esta confianza es necesario que tanto cada facultativo en particular, como la profesión en general, demuestren su integridad.
Para ello establecen un conjunto de principios fundamentales y un compendio de responsabilidades profesionales:

Principios fundamentales

• Principio de primacía del bienestar del paciente
• Principio de autonomía del paciente
• Principio de justicia social

Responsabilidades profesionales
·          Compromiso con la competencia profesional
·          Compromiso de honestidad con los pacientes
·          Compromiso con la confidencialidad
·          Compromiso con el establecimiento de relaciones apropiadas con los pacientes
·          Compromiso con la mejora de la calidad de la atención sanitaria
·          Compromiso con la mejora del acceso a la asistencia sanitaria
·          Compromiso con la distribución justa de los recursos finitos
·          Compromiso con el conocimiento científico
·          Compromiso con el mantenimiento de la confianza gestionando los conflictos de interés
·          Compromiso con las responsabilidades profesionales.


Un listado aplicable y asumible sin duda por cualquiera de (todas) las profesiones sanitarias, no sólo por los médicos. Tal vez algunos consideren que se trata de una simple enumeración retórica de buenas intenciones, pero más allá del pesimismo, la resignación o la indolencia, este enfoque demuestra que hemos de seguir empeñados en esa gran empresa ética que supone seguir construyendo y creando, día a día, un sistema de asistencia sanitaria más justo, más equitativo, más seguro, más coste-efectivo, de mayor calidad y, en definitiva, más humano...

(Continuará…)